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PEDIATRÍA

Un buen estado físico en la infancia se asocia a una buena salud en la edad adulta

JANO.es · 14 enero 2009

Un estudio noruego revela que los niños con mayor aptitud física a los 13 años tuvieron menos probabilidades de ser obesos y presentar presión arterial elevada cuando eran adultos jóvenes

El grado de condición física en la niñez puede influir en ciertos indicadores de salud en la juventud y edad adulta, sugiere un nuevo estudio publicado en “Pediatrics”.

El seguimiento a un grupo de estudiantes en Noruega reveló que aquellos con mayor aptitud física a los 13 años tuvieron menos probabilidades de ser obesos y de tener presión arterial elevada en la edad adulta temprana. Pero a los 40 años, ese efecto había desaparecido. Los resultados, sostienen los autores, indican que la aptitud física en la niñez influiría en la salud futura, pero que los adultos deben mantenerla a medida que envejecen. Al entrar en la mediana edad, otros factores intervienen en la salud, de modo que la aptitud física en la juventud pasa a ser cada vez menos relevante. "Eso indica la importancia de mantener los buenos hábitos, como realizar actividad física, también en la mediana edad", explica la autora principal del estudio, la Dra. Elisabeth Kvaavik, de la Universidad de Oslo.

El equipo dirigido por Kvaavik estudió a 1.016 hombres y mujeres que habían sido controlados desde 1979, cuando tenían alrededor de 13 años. En ese momento, se les había realizado una entrevista sobre los hábitos físicos y se les había medido el rendimiento físico en una bicicleta estática. En general, el equipo halló que cuanto más aptos físicamente estaban los participantes a los 13 años, menos propensos eran a engordar o aumentar sus cifras de presión arterial a los 20 y a los 30. Los autores no observaron una relación clara entre los niveles de ejercicio y los indicadores de salud en la edad adulta, pero también resaltan que eso no sorprende porque los métodos utilizados para medir los niveles de actividad física, principalmente cuestionarios, son mucho menos precisos que las pruebas objetivas de aptitud cardiovascular real.

La aptitud física no depende sólo de los hábitos de ejercicio; los genes, por ejemplo, tienen una parte de la responsabilidad. Con todo, dado que la aptitud física es por lo menos en parte un reflejo del nivel de actividad física, la investigadora asegura que los niños que realizan actividad regular se estarían protegiendo de la obesidad y la presión elevada en los primeros años de la edad adulta.

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