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Aprobado en España Atripla, terapia triple contra el VIH

JANO.es y agencias · 05 junio 2008

El fármaco, comercializado por Bristol-Myers Squibb y Gilead, facilita la adherencia al tratamiento al administrarse en un solo comprimido diario

En 1975 la Sociedad Internacional para la Continencia (SIC) definió la incontinencia urinaria (IU) como “la pérdida involuntaria de orina, que es objetivamente demostrable y que constituye un problema social y/o higiénico”. Siete años más tarde, en 2002, la propia SIC, unificando criterios, redefinió la patología para aludir a “toda queja de escape involuntario de orina”, añadiendo que en cada caso el diagnóstico debe completarse con la descripción de una serie de circunstancias relativas a tipo y frecuencia de presentación, gravedad y factores precipitantes, impacto de los síntomas sobre la calidad de vida, medidas utilizadas por el paciente para la contención de la orina y el deseo por parte de aquél de buscar, o no, ayuda médica. De los que solicitan ayuda de la medicina, el 57% de los pacientes consulta su problema con un médico de atención primaria, el 21% con el urólogo y el 20% con el ginecólogo. Sin embargo, el seguimiento lo realizan fundamentalmente (67%) los especialistas urólogos y ginecólogos y en algo más de un 25% los profesionales del primer nivel asistencial.

Los estudios existentes concluyen que una tercera parte de los españoles mayores de 39 años presenta algún tipo de IU (26,84% de los varones y 36,01% de las mujeres), una patología que afecta a la mitad de la población femenina mayor de 74 años. Más de un millón y medio de personas en España se han visto obligadas a dejar de realizar actividades sociales y de ocio como consecuencia directa de un problema de incontinencia. La calidad de vida se ve claramente mermada pues afecta, señalan los informes, al desarrollo de actividades cotidianas, como las relacionadas con los viajes, el cuidado personal, el ocio y los trabajos domésticos. Como es obvio, el grado de afectación está muy relacionado con la frecuencia de los escapes y pérdidas —a mayor frecuencia, la calidad de vida empeora.

Dentro de las actividades del Instituto Indas, órgano ético comprometido con la promoción y la sensibilización social sobre temas de salud, se ha promovido el Libro Blanco de la Calidad de Vida del Paciente con Incontinencia, cuyo objetivo es trasladar a la sociedad los factores que intervienen positiva o negativamente en el nivel de calidad asistencial y de vida de los afectados y la repercusión sobre sus cuidadores y familias. Como paso previo a la publicación de este documento, que recaba información de más de 8.500 personas, se han realizado dos estudios, uno epidemiológico y otro sociológico.

El estudio Incontinencia Urinaria y su Repercusión en la Calidad de Vida, coordinado por el Dr. Dios Diz y realizado por el Grupo Nacional de Trabajo en Incontinencia Urinaria, el más amplio y documentado que hasta la fecha se haya llevado a cabo en nuestro país, plantea una clasificación tipológica de grupos de pacientes según sus actitudes y comportamientos ante la enfermedad. Acota en cuatro los grupos o tipologías de personas con IU. En el grupo I (36%), afectados con pérdidas esporádicas, se integran los pacientes que siguen en activo laboralmente y a los que la enfermedad aún no les condiciona en su vida personal.

En el grupo II (22,4%), afectados de pérdidas frecuentes, se encuentran aquellas personas a las que el problema comienza a incidir en su vida cotidiana.

El grupo III (17,2%) engloba a los más afectados emocionalmente, de los que una tercera parte ya precisa ayuda específica por parte de otra persona para la realización de la mayor parte de las actividades de la vida diaria. En el último grupo (22,2% de los afectados), la IU les ha obligado a dejar de realizar actividades de sociales y de ocio y les impide hacerse cargo de su propio cuidado personal, condicionando que su propia percepción de autoestima y sobre su estado de salud sea mala o muy mala.

La aceptación de la enfermedad y su consideración social son dos elementos clave del estudio mencionado, ya que uno de cada cuatro pacientes no consulta nunca sus problemas de incontinencia con ningún profesional sanitario. Las causas manifestadas para esta actitud están relacionadas con la asociación de esta patología con la vejez, con el miedo a lo molesto de las pruebas, la esperanza en que el problema se resuelva espontáneamente o con pensar que es un problema sin solución y con la vergüenza.

“Esta realidad —afirma el Dr. Dios Diz— debe hacer reflexionar al personal sanitario y a las propias administraciones sobre la necesidad de llevar a cabo protocolos que mitiguen este cuadro de tanta repercusión e importancia en términos absolutos. El difícil diagnóstico del tipo de IU más frecuente, que es la mixta (mezcla de vejiga hiperactiva e incontinencia de esfuerzo) indica el interés que debemos tener los profesionales para ser capaces de definir un cuadro, a veces enmascarado o difuminado en otros síntomas. Para nosotros, su dificultad debe ser un acicate de motivación para seguir unos protocolos que existen y que, por la sencillez de ejecución, serían muy rentables al sistema sanitario si los profesionales hiciéramos un seguimiento adecuado de este síndrome.”

La atención primaria, como primer escalón del sistema sanitario, tiene que desempeñar un papel fundamental en el diagnóstico de nuevos pacientes. Las guías y protocolos consensuados establecen la conducta a seguir desde la AP, incluida la derivación al especialista cuando el caso lo requiera para que sea abordado en las unidades hospitalarias de IU .

Estamos ante un problema de salud pública y el primer nivel asistencial tiene que erigirse en protagonista para hacer visible una patología a menudo oculta y que múltiples circunstancias convierten en “tabú”. Se hace necesario potenciar las estrategias de búsqueda activa y el cribado de casos que no hayan sido diagnósticados. Está en juego la salud y la calidad de vida de millones de personas.

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