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CARDIOLOGÍA

Riesgo cardíaco asociado a adelgazantes comprados por internet

JANO.es y agencias · 19 mayo 2008

Científicos norteamericanos alertan de que algunas sustancias que integran estos productos pueden provocar arritmias potencialmente mortales

“Movimientos involuntarios de carácter tembloroso, con disminución de la fuerza muscular que afectan a partes que están en reposo y que, incluso, provocan una tendencia a la inclinación del cuerpo hacia delante y a una forma de caminar a pasos cortos y rápidos. Los sentidos y el intelecto permanecen inalterados.”

En 1817, el médico y paleontólogo inglés James Parkinson definía así la enfermedad que lleva su nombre en su tratado Ensayo sobre la parálisis agitans. Valiéndose de la observación y de los datos de las historias clínicas de sus propios pacientes, las palabras escritas hace casi dos siglos siguen, en su esencia, plenamente vigentes.

La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurológico, crónico y degenerativo que afecta al sistema nervioso central. Sus síntomas, múltiples y de diferente índole, empeoran lenta y gradualmente. El temblor es el más característico y suele acentuarse en reposo. Los movimientos voluntarios son lentos, existe una clara rigidez muscular y se detectan importantes alteraciones en la marcha, con tendencia a arrastrar los pies y reducir el braceo. Aparecen frecuentes episodios de pérdida del equilibrio y el paciente manifiesta cansancio, fatiga y abatimiento. Es frecuente la pérdida de expresión facial y surgen importantes cuadros depresivos asociados. También son habituales los síntomas no motores, como ansiedad, irritabilidad, lentitud de pensamiento, problemas de memoria, hormigueo, intranquilidad, dolor y trastornos en la capacidad para hablar y comunicarse. Los trastornos psicológicos y conductuales tienen prevalencia notable dentro de la EP. Se estima que el 40-60% de los pacientes presenta depresión en algún momento de la enfermedad y el 10-20% de los afectados de edad avanzada experimenta algún tipo de demencia.

Esta patología, algo más prevalente en la población masculina, puede presentarse en cualquier fase de la vida, pero es más frecuente en las edades avanzadas, siendo los 60 años la edad media de aparición de los síntomas. Aunque no se conoce con exactitud su etiología, se sabe que el trastorno es consecuencia de la degeneración de los ganglios basales, áreas neuronales específicas encargadas, entre otras funciones, de la coordinación de los diferentes grupos musculares. El neurotransmisor principalmente implicado es la dopamina, cuyos niveles están disminuidos de forma significativa en las personas afectadas.

Las estimaciones apuntan a que la EP afecta a una de cada mil personas, si bien algunos estudios sugieren que la prevalencia real podría duplicar esa cifra y suponer 200 casos por cada 100.000 habitantes, constituyendo, con porcentajes que rondan el 1,6% en las personas mayores de los 65 años, la segunda enfermedad degenerativa en la población comprendida en esa banda de edad. En España el número de afectados alcanza los 100.000. Respecto a las posibilidades del arsenal terapéutico, existe un abanico de opciones: farmacológicas, quirúrgicas y complementarias, pero ninguna de ellas remite el curso de la enfermedad, limitándose a paliar, en algunos casos con notable eficacia, los efectos de los síntomas. Aunque no exista por el momento tratamiento curativo, se tienen nuevos conocimientos acerca de los factores que pueden causarla, incluidos los genéticos y ambientales.

Esta evidencia refuerza, más si cabe, el papel clave de la investigación que ha sido el eje en torno al que ha girado, bajo el lema “Investigación y Parkinson. El impulso lo damos todos”, el Día Mundial sobre esta enfermedad que se celebró el pasado 11 de abril. Los mensajes fueron unánimes al puntualizar que el conocimiento sobre la EP que en el momento actual tiene la ciencia y la medicina ha sido posible gracias a la investigación. La complejidad intrínseca de esta patología convierte en más sólida la defensa de la investigación como herramienta decisiva en el futuro. “Estamos ante el único camino posible hacia la curación de esta enfermedad”, destacaron los distintos portavoces de la jornada, que insistieron en que todos los agentes y órganos implicados –administraciones, investigadores básicos y clínicos, pacientes y familiares– deben de comprometerse con decisión, y cada uno desde sus propias competencias, a la hora de impulsar conjuntamente la investigación.

Además, se ha recordado que los enfermos de Parkinson requieren una atención integral sociosanitaria en la que, además de los servicios sanitarios, sociales y de atención a la dependencia, deben estar incluidos la familia y su entorno. Por ello, la Federación Española de Parkinson, que agrupa actualmente a 40 asociaciones regionales y locales que representan a más de 10.500 asociados, exige que se adopten las medidas pertinentes en cada sistema de salud autonómico, para hacer efectiva la aplicación de las prestaciones y relacionados con la EP, aprobado en la Cartera de Servicios del Sistema Nacional de Salud.

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