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ALCOHOLISMO

Beber en exceso incrementa la susceptibilidad a los trastornos de ansiedad

JANO.es · 03 septiembre 2012

La exposición crónica al alcohol puede causar un déficit con respecto a la forma en que los centros cerebrales cognitivos controlan las emociones, según un estudio estadounidense.

Científicos del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y el Alcoholismo (NIAAA, por sus siglas en inglés) y el Centro Bowles para Estudios sobre el Alcohol de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, aseguran que el consumo excesivo de alcohol conlleva una especie de reprogramación del cerebro que hace al individuo más susceptible a padecer trastornos de ansiedad, según informa Nature Neuroscience. Concretamente, el alcoholismo provocaría que la recuperación psicológica después de una experiencia traumática fuera más difícil.

"Existe un amplio espectro sobre cómo la gente reacciona a un evento traumático", señala Thomas Kash, uno de los autores del estudio y profesor de Farmacología en la Universidad de Carolina del Norte. "Básicamente, nuestra investigación muestra que la exposición crónica al alcohol puede causar un déficit con respecto a la forma en que nuestros centros cerebrales cognitivos controlan nuestros centros emocionales en el cerebro", añade.

"Un historial de abuso de alcohol puede perjudicar el mecanismo crítico de recuperación tras un trauma, lo que incrementa el riesgo de sufrir trastorno de estrés postraumático", apunta el científico Andrew Holmes, del NIAAA, autor principal del estudio. Holmes indica, asimismo, que "el próximo paso será probar si este hallazgo preclínico [el ensayo se llevó a cabo en ratones] se constata en pacientes de TEPT comórbido y abuso de alcohol. Si fuera así, podría conducir a una nueva reflexión sobre cómo podemos mejorar el tratamiento de estas graves enfermedades".

En el transcurso de un mes, los investigadores administraron a un grupo de ratones una dosis de alcohol equivalente al doble del límite legal para conducir en los seres humanos. Un segundo grupo de ratones a los que no se administró alcohol sirvió como grupo control. El equipo utilizó leves descargas eléctricas para conseguir que todos los ratones temiesen el sonido de un tono breve.

Cuando el tono se reproducía de forma repetida sin la descarga eléctrica de acompañamiento, los ratones del grupo control dejaron de temer el sonido. Los ratones con exposición crónica al alcohol, en cambio, siguieron quedándose paralizados cada vez que se reproducía el tono, incluso mucho después de que las descargas eléctricas hubiesen cesado -un patrón similar al que se observa en pacientes con trastorno de estrés postraumático, que tienen problemas para superar el miedo, incluso cuando éste ya no entraña peligro.

Los investigadores atribuyen el efecto a las diferencias en los circuitos neurales de los ratones expuestos al alcohol. Comparando los cerebros de los ratones, los investigadores observaron que las células nerviosas de la corteza prefrontal de los ratones expuestos al alcohol tenía una forma diferente a las de los otros ratones. Además, la actividad de un receptor clave, NMDA, se suprimió en los ratones que recibieron altas dosis de alcohol.

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