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Se han dado en la historia, al menos, tres versiones del humanismo que hoy coexisten para confusión de todos: la “teológica”, la “positivista” y la “clásica”. La primera corresponde básicamente al pasado, la segunda al presente y la tercera, al menos eso es lo que yo espero, al futuro.

Referentes bibliográficos

Félix Duque, autor de Contra el humanismo

Félix Duque —autor, entre otras obras, del necesario y valiente Contra el humanismo (2003)— es licenciado en Filosofía y Psicología por la Universidad Complutense y doctor por la misma universidad. Desde 1988 es catedrático de Filosofía —Historia de la Filosofía Moderna— en la Universidad Autónoma de Madrid. Su investigación se orientó primero hacia la antropología, la filosofía de la naturaleza y la hermenéutica. En la actualidad investiga sobre las doctrinas del idealismo alemán y del romanticismo, así como sobre filosofía de la técnica y de la cultura, mito y religión, y también arte contemporáneo —posmodernismo.

No creo equivocarme si comienzo diciendo que el humanismo tiene mala prensa. Y que no sólo la tiene entre sus críticos sino también entre sus defensores y adeptos. Cuando hoy calificamos a alguien de humanista, nunca sabemos si le estamos alabando o criticando. Tan ambiguo es el término. Mi tesis es que las tremendas dificultades que todos tenemos en defender las humanidades se deben a que el propio término “humanismo” produce en nosotros un cierto rechazo o, al menos, una velada sospecha. No deja de ser sorprendente que un término con tanta tradición sea tan impreciso y resulte tan confuso. Es algo que merece un cierto análisis, pues si no somos capaces de aclarar el propio término, mal podemos decir con claridad de qué estamos hablando.

Tres versiones del humanismo

¿A qué se debe tanta confusión? ¿Por qué suscita el humanismo tantas prevenciones? ¿Por qué nunca sabemos a ciencia cierta de qué hablamos al utilizar esa palabra? Mi respuesta es que ello se debe, principalmente, a que el término humanismo no es unívoco sino multívoco; más me atrevería a decir, equívoco. Se han dado en la historia, al menos, tres versiones del humanismo que hoy coexisten para confusión de todos. Estas tres concepciones las voy a denominar la “versión teológica”, la “versión positivista” y la “versión clásica” del humanismo. No creo violentar los hechos si digo que la primera corresponde básicamente al pasado, la segunda al presente y la tercera, al menos eso es lo que yo espero, al futuro. Las expondré sucesivamente.

Versión teológica

Digo teológica, no religiosa. Esta distinción tiene su importancia. No todas las religiones han generado una teología. Más cabe decir, y es que sólo algunas lo han hecho. En principio, aquellas que estuvieron en directo contacto con el lógos griego, esto es, las religiones mediterráneas del libro, la judía, la cristiana y la musulmana. De las tres, la teología que más se ha desarrollado, la teología por antonomasia, es la cristiana, razón por la cual podemos tomarla como modelo.

La teología es la aplicación del lógos griego al Theós, es decir, a Dios y a su revelación respectiva, sea ésta la que fuere. Tal simbiosis no carece de consecuencias para ambos términos, la teoría del lógos y la idea del Theós. Aquí nos interesa sobre todo la primera de ellas, la teoría del lógos. Y es que la teología es, por más vueltas que le demos al asunto, la afirmación de que la razón humana no es autosuficiente para dirigir la propia vida y, en consecuencia, que el ser humano no es inteligible separado de Dios. Dicho en otros términos, la teología es siempre y necesariamente una corrección radical de la filosofía, entendida ésta como autonomía de la razón y autonomía del ser humano.

Esto permite entender algo fundamental, y es por qué durante el período en que la teología dominó completamente la vida europea, la Edad Media, no existieron las humanidades en cuanto tales, sino sólo una versión teológica o versión “a lo divino” de ellas. Es el saber humanístico clásico, pero en versión teológica, o puesto al servicio de lo que cabe llamar las divinidades. Éste es el sentido que tiene el humanismo hasta que se produce el proceso de secularización en los siglos modernos. Piénsese, por ejemplo, en la música, en la poesía y en general en las bellas artes.

Hay otra dimensión de lo que hoy llamamos humanidades que conviene resaltar. Piénsese ahora no tanto en las bellas artes cuanto en la filosofía, por ejemplo, en la ética, en la reflexión sobre los deberes del ser humano. La tesis básica que va a defender el humanismo teológico es que los deberes morales no puede definirlos la razón humana sola sin la asistencia divina y, por tanto, sin ayuda de la teología. Sin teología no hay humanismo. Tal es la tesis básica de toda esta corriente.

Pero sería un error pensar que la versión teológica del humanismo desaparece con el proceso de secularización operado durante los siglos modernos. Nada más alejado de la realidad. A lo que da lugar la secularización es a un cambio de estrategia del humanismo teológico, que ahora se transforma en una especie de nueva pedagogía teológica. En el ámbito protestante, el humanismo fue el resultado de la disolución de la teología en ética y filantropía.1 Tal es lo que sucedió en Alemania en el siglo XVIII y lo que alcanzó su expresión máxima en la teología liberal de la segunda mitad del siglo XIX. No es un azar que Niethammer introdujera en el vocabulario alemán el término Humanismo, un contemporáneo y compañero de Hölderlin y Hegel. En el ámbito católico, el humanismo fue visto como la nueva vía o el nuevo rostro de la evangelización. Partiendo del análisis de la debilidad de la razón humana, se intentó llegar a la necesidad de Dios y de la revelación. Tal es, por ejemplo, lo que denominó Jacques Maritain “humanismo integral”. Dentro del pensamiento más o menos católico, hubo voces que se levantaron contra esta manera excesivamente “liberal” de interpretar el cristianismo. Merece la pena recordar la reconstrucción que Max Scheler hace de este proceso en su libro El resentimiento en la moral, y la dura crítica a que lo somete2.

Llega el antihumanismo

Esta primera versión del humanismo, la teológica, es la que ha dado lugar a un furibundo rechazo y a la aparición, sobre todo en el siglo XX, del llamado “antihumanismo.” La tesis básica de todo este movimiento es que el humanismo moderno es una mezcla de filantropismo y doctrinarismo propios de la mentalidad teológica. Esto es lo que representa entre nosotros el libro de Félix Duque, Contra el humanismo. Y es también lo que hizo escribir a Gianni Vattimo hace algunos años esto: “La muerte de Dios, que es cuando menos la culminación y la conclusión de la metafísica, es también la crisis del humanismo.”3

Hay religiones sin teología. En nuestra cultura occidental religión y teología han llegado a identificarse de tal manera que ya no resulta concebible una sin otra. Pero esto ni ha sido siempre así, ni mucho menos es necesariamente así. No sólo hay muchas religiones sin teología, sino que habría que preguntarse si ello no tiene ventajas indudables, como la de evitar la excesiva intromisión de la religión en asuntos terrenos; por ejemplo, en asuntos morales. Un cristiano ortodoxo, de los que rechazan toda la teología posterior a Nicea, recordaba muy recientemente que en esas tradiciones poco o nada teológicas la conducta correcta es entendida como terapia espiritual y no como fin en sí misma. Esas tradiciones no poseen una teología moral en el sentido estricto de la tradición occidental. No hay en ellas un discurso racional con dinámica interna propia sobre las conductas que deben considerarse moralmente correctas. No hay una lógica propia de la vida buena sino de la vida santa4.

 “Hay religiones sin teología. En nuestra cultura occidental religión y teología han llegado a identificarse de tal manera que ya no resulta concebible una sin otra. Pero esto ni ha sido siempre así, ni mucho menos es necesariamente así”.

Bibliografía

1. Sobre el Philantropinismus que se inicia en Alemania a finales del siglo xviii, cf. Duque F. Contra el humanismo. Madrid: Abada Editores; 2003. p. 24 y ss.

2. Scheler M. El resentimiento en la moral. Cap. IV. En: El resentimiento y la filantropía moderna. Madrid: Caparrós, 1998. p. 91-114.

3. Vattimo G. El fin de la modernidad. Barcelona: Gedisa; 1994.

4. Engelhardt HT, Jr. The foundations of bioethics: rethinking the meaning of morality. En: Walter JK, Klein EP, editors. The story of bioethics: from seminal works to contemporary explorations. Washington, D.C.: Georgetown University Press; 2003. p. 98-9.

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