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NEUROLOGÍA

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JANO.es y agencias · 23 octubre 2007

El Prof. Ramón Cacabelos indica que su tratamiento en Europa es un mosaico que refleja diferentes políticas nacionales fuera del control de la UE

La idea de que prevenir es siempre mejor que curar parece tan arraigada entre la gente común como entre los médicos. Pero a pesar del prestigio universal de la medicina preventiva, no han faltado en las últimas décadas voces críticas sobre sus excesos, sus desmanes, sus falsas promesas y sus contrasentidos, muy bien diseccionados, entre otros autores, por el médico y psicoanalista francés Norbert Bensaïd hace ya más de 20 años en su libro “La lumiére médicale. Les illusions de la prévention”. En el número de noviembre de The Lancet Oncology se cuestiona el actual gasto de miles de millones de euros en el desarrollo de fármacos que podrían detener la enfermedad cancerosa antes incluso de que aparezca. “¿Es esta la mejor forma de salvar vidas?”, plantea la revista británica. La quimioprevención es un concepto nuevo en oncología, surgido con la posibilidad de hacer diagnóstico genético de mutaciones relacionadas con el desarrollo de algunos cánceres.  Pero la idea de ofrecer tratamientos farmacológicos a los portadores de ciertas mutaciones que, con mayor o menor probabilidad, desarrollarán un determinado cáncer implica estar tratando a personas sanas. Esto comporta no pocas objeciones éticas para la realización de ensayos clínicos y un posible riesgo de complicaciones para las personas tratadas, sin la certeza absoluta de que aun corriendo todos estos riesgos se vaya a evitar con seguridad el cáncer que se trata de prevenir. Y es que, como se advierte en el artículo “¿Es realmente mejor prevenir que curar?”, aunque los beneficios de la quimioprevención pueden ser visibles en una escala de población, podrían no serlo tanto a nivel individual.

La falsa sensación de seguridad de la quimioprevención es otro de los aspectos a tener en cuenta antes de cantar sus excelencias y la entrada en una nueva era terapéutica. Porque si estos fármacos no funcionan, si algunas personas tratadas desarrollan el cáncer a pesar de la quimioprevención, la ilusión de inmunidad se desvanecería, y las compañías farmacéuticas podrían tener que hacer frente a indemnizaciones (el precedente de la tabaqueras permite vislumbrar cómo sería este escenario).  “¿No sería más lógico concentrarse en mejorar las técnicas de despistaje y de diagnóstico más que en perseguir el sueño de vencer a la enfermedad antes de que aparezca?”, se pregunta el articulista de The Lancet Oncology. En este y otros casos, las ilusiones de la prevención causarían probablemente una sobrecarga de los servicios sanitarios y un gasto exagerado e inaceptable. Tratar a personas sanas tiene muchos aspectos negativos, y una de sus consecuencias perniciosas es que los recursos empleados en esta sofisticada prevención no se emplearían en medidas curativas de probada eficacia en personas realmente enfermas. Para no poner contra las cuerdas a la propia medicina, habría que considerar al menos si algunos de los buenos propósitos de la prevención no son en realidad auténticos despropósitos.

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