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JANO.es · 04 marzo 2008

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Cálida e inconfundible, la ciudad de la samba, el fútbol y el carnaval ha cumplido 500 años, pero no los aparenta. Enmarcada en un idílico escenario de riscos, playas y bahías, y vigilada, desde las alturas, por la imponente mirada del Cristo Redentor, Río se ha convertido, 5 siglos después, en la ciudad más sensual del planeta.

El entorno natural

Corría el año 1502 cuando los bajeles de una expedición portuguesa, al mando de Gaspar de Lemos, entraron en la gran bahía de Guanabara. El navegante lusitano pensó, erróneamente, que se trataba del estuario de un gran río y bautizó el lugar como São Sebastião do Rio de Janeiro. Así, un río inexistente acabó dando nombre a la ciudad.

Capital de Brasil de 1763 a 1960, esta ciudad no puede presumir, como otras muchas capitales, de tener un patrimonio arquitectónico excepcional pero, sin embargo, pocas o ninguna superan en belleza el entorno natural en el que Río está enclavada. Su curiosa convivencia entre modernidad y exuberancia tropical es espectacular.

Cada zona y cada barrio reflejan otra división muy clara en función de su estilo de vida, nivel de renta y composición social. Por eso, quizá una de las imágenes que más negativamente ha exportado Río sea la de sus diferencias sociales, virulentamente representadas por sus infinitas favelas; esos barrios de chabolas que difícilmente se mantienen en los desniveles de los cerros que se esparcen por esta ciudad. La favela da Rocinha es la más conocida de todas y siempre presumió de ser la más grande de Latinoamérica, aunque, al parecer, en Caracas (Venezuela) hay algunas que la superan con creces.

Favelas aparte, hay mucho que ver en Río. Y todos suelen empezar por sus símbolos. En primer lugar, claro, el morro más emblemático de la ciudad: el Pan de Azúcar. En segundo lugar, el Cristo Redentor, la archifamosa y gigantesca estatua de Jesús con los brazos abiertos sobre la ciudad, erigida en el monte Corcovado. Las cimas de uno y otro monte ofrecen las mejores panorámicas de la ciudad. No hay que dejar tampoco de pasear por los alrededores del inmenso lago Freitas ni de descubrir ese Río, hecho a la medida de artistas y bohemios, que se encuentra en el barrio de Santa Teresa y al que se llega en un viejo bondinho (tranvía) El casco antiguo y el downtown son también interesantes. Son un núcleo de callejas y viejos edificios con sabor auténtico que se entremezclan con los grandes rascacielos que conforman el corazón financiero de la ciudad. El magnífico Jardín Botánico y el Museo de Arte Contemporáneo Niteroi también merecen una visita. Y los amantes del fútbol tienen aquí la meca del deporte rey: el estadio de Maracaná, el campo más grande del mundo y donde podrán ver a los cariocas disfrutar de una de sus pasiones favoritas.

Megaurbe. Río es, 500 años después, una intensa y extensísima megaurbe de 8 millones de habitantes, dividida en zonas y barrios perfectamente separados y encajonados entre verdes montículos y estribaciones de la Serra do Mar que miran al océano Atlántico.

La Rocinha, símbolo de Río

Allí viven hacinados, en un auténtico laberinto de humildes casas de ladrillo y adobe, entre 200.000 y 300.000 personas, y algunos tours turísticos la incluyen en sus itinerarios por la ciudad. En otras favelas, en cambio, ni siquiera la policía se atreve a entrar. De las favelas cariocas baja la muchedumbre que cada año atesta Río durante el carnaval; de allí surgen la alegría, la samba, las plumas, la música y el color que llenan los 5 días que dura esta fiesta universal.

Río y sus playas. En sus más de 80 kilómetros de arena sus habitantes expresan su sensualidad y su alegría de vivir.

Copacabana es, quizá, una de las playas más famosas del mundo y conjuga su bello paseo con un sinfín de hoteles, apartamentos, terrazas, bares y restaurantes para comer. Ipanema y Leblón, contiguas en dirección oeste a Copacabana y mucho más exclusivas, son las otras 2 playas más conocidas de Río. A diario, unas y otras se convierten, de buena mañana, en un gran polideportivo al aire libre con miles de personas haciendo gimnasia, caminando, corriendo, en bicicleta, jugando a fútbol, al voleibol o practicando fitness, surf, yoga o taichi. En ninguna parte como en Río la apariencia exterior tiene tanta importancia ni el culto al cuerpo llega a niveles tan obsesivos.

Los postos

Pero, aunque las playas sean libres y aquí todos sean iguales, conviene saber quiénes frecuentan cada zona. Los llamados postos que dividen las playas sirven de referencia. Así, en Copacabana, en el posto 3, se concentran los gays. Entre Rua Santa Clara y Rua Constante Ramos se congregan los jóvenes y los jugadores de voleibol. Los alrededores de Rua Xavier da Silveira son una zona de encuentro de turistas y prostitutas. En el 6 están los mayores y hasta se mantiene todavía una comunidad de pescadores, mientras que en Ipanema hay zonas frecuentadas por surfistas, gente de las favelas cercanas, intelectuales o “gente guapa”.

Hay otro Río de Janeiro que tampoco hay que perderse y del que resulta muy difícil escapar si se tiene alma latina. Es ese Río callejero de las feijoadas, plato nacional brasileño, servidas en sus modestos restaurantes; el de las cervezas diarias en sus choperías; el de su infinita variedad de jugos de frutas; el del placer de tomar un café con mucho aroma en la centenaria Confeiteria Colombo; el de las caipirinhas y batidos... Y, por supuesto, está la música brasileña con decenas de locales para escuchar y bailar los sones de la samba, la bossanova o el forró. Sin olvidar el Bar Garota de Ipanema. De una de sus mesas, Tom Jobim y su amigo Vinicius crearon la canción que dio nombre al local y que consagró la bossanova y la belleza de la mujer brasileña en el mundo entero.

Más información

Oficina de Turismo de Brasil. Calle Almagro 28, 6ª planta, Madrid. Tel 917 020 680 En Internet: www.riodejaneiro-turismo.com.br y www.brazilwebtour.com.br

Texto y fotos: Javier Sulé

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