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ALERGOLOGÍA

Alergia a los cacahuetes, cada vez a edades más tempranas

JANO.es · 10 diciembre 2007

Un estudio norteamericano ha observado que las primeras reacciones alérgicas se registran actualmente a menores edades, un hecho para el que no existe explicación clara

Se nos habla de la constante difusión de conocimientos médicos a través de los medios informativos, fenómeno preocupante que a menudo tiene un trasfondo comercial y que al autor le hace preguntarse si deben los médicos abandonar toda tentativa de educación sanitaria.

No es excepcional la presencia en cualquier consulta médica de un paciente o familiar de paciente provisto de un rimero de hojas tomadas de internet que contienen amplia información, más o menos veraz, sobre el cuadro clínico, el diagnóstico y la terapéutica de la dolencia que es objeto de consulta. Con ser este fenómeno preocupante, todavía lo es más la constante difusión de conocimientos médicos a través de todos los medios informativos. No hay en la actualidad emisora de TV o de radiodifusión, ni periódico que se precie, que no contenga una sección dedicada a esa labor que tan bien definía la admirada María Moliner en su Diccionario de uso del español: “Poner al alcance de la generalidad de la gente algo que antes estaba reservado a una minoría”.

Ahora bien, como señalaba atinadamente el Dr. Eduardo García-Camba, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, “el exceso de información genera intranquilidad e infelicidad”. El problema no es sólo que la información circulante sea excesiva, sino que una buena parte de ella es incomprensible para la gran mayoría de sus destinatarios. Cuando se introducen en los mensajes términos tales como ácidos omega, aminopéptidos (¿existen péptidos que no estén aminados?), antioxidantes, biodisponibilidad, cosmética, nutricional, fitoestrógenos, isoflavonas, micronutrientes, protección cardiometabólica, radicales libres y otros igualmente incomprensibles para el ciudadano de a pie, hay que preguntarse con toda inocencia si tras esta ceremonia de la confusión no existen auténticos intereses comerciales.

De hecho, sí los hay. Uno de los casos más típicos es el de la soja. Son tantos lo productos que se proclaman maravillosos por su contenido en soja o en algún elemento de ella que es preciso tratar de determinar si en este auge de la leguminosa, escasamente conocida hasta fecha reciente, no actúan poderosos intereses comerciales. Existe en los Estados Unidos una potente empresa, la United Soybean, que tiene como objetivo “reforzar la posición de la soja en el mercado y mantener y ampliar los mercados nacionales y extranjeros para la soja y sus derivados”. Todo esto parece normal, pero lo es menos si se tienen en cuenta que los productores estadounidenses de soja se han comprometido a abonar a la United Soybean un gravamen del 0,5% al 1% del precio de la soja para costear sus actividades propagandísticas.

Tanto en el caso de la soja como en muchos otros, los consejos transmitidos por los medios informativos tienen a menudo un trasfondo comercial y, lo que es peor, son con demasiada frecuencia incomprensibles. Es habitual ver, oír o leer que para mantenerse sano es preciso consumir cierto número de porciones de frutas o verduras. En mi búsqueda de material educativo dirigido al público en general, sólo he encontrado datos amplios y concretos sobre este particular en un folleto de la Liga Suiza contra el Cáncer, en donde se indica el contenido de una porción de las frutas y verduras de uso más habitual.

Para complicar todavía más una situación ya de por sí compleja, es frecuente encontrar errores de bulto en los datos numéricos relativos a la alimentación, incluso en medios informativos que pueden considerarse solventes. En fecha reciente, en un artículo del prestigioso The New York Times se aconsejaba que no debían consumirse más de “850 centilitros de café al día”, esto es, algo menos de 9 litros. ¿Sabía el periodista “científico” autor del artículo que un litro tiene cien centilitros?

Ciertas personas toman los consejos dados en los medios informativos de todo tipo tan al pie de la letra que incurren en graves perjuicios para su salud o la de sus hijos, tan graves que acaban en los tribunales. En Francia y Nueva Zelanda, dos matrimonios han sido condenados a penas de prisión firme al estimarlos culpables de la muerte de un hijo por haberlo sometido a una alimentación estrictamente vegetariana (también denominada vegana), con la consiguiente deficiencia de vitamina B12 y con las complicaciones resultantes. ¿Qué puede hacer el médico para combatir estos abusos derivados de intereses comerciales o del fanatismo? Tal vez poco. Más de la mitad de los pacientes que consultan a un médico de familia presentan un comportamiento de riesgo (tabaquismo, consumo excesivo de bebidas alcohólicas, sedentariedad o exceso de peso), pero los consejos que reciben para modificarlo sólo son eficaces en el 5% al 10% de los casos. ¿Debe por ello el médico abandonar toda tentativa de educación sanitaria? Cada médico tendrá su propia y razonada respuesta.

“Como señalaba atinadamente el Dr. García- Camba, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, “el exceso de información genera intranquilidad e infelicidad”. El problema no es sólo que la información circulante sea excesiva, sino que una buena parte de ella es incomprensible para la gran mayoría de los destinatarios.”

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