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REUMATOLOGÍA

Artritis y predisposición a la gota

JANO.es · 18 octubre 2007

Según un estudio británico publicado en “Annals of the Rheumatic Diseases", la artritis dispara el depósito de cristales de ácido úrico en las articulaciones

De Europa a América sin peligro

A principios del siglo xx, las comunicaciones entre países europeos como el Reino Unido y Francia con EE UU se hacían cada vez más frecuentes. Todo el mundo quería viajar a la tierra de las oportunidades y los estadounidenses querían venir a conocer la vieja Europa y a aprender de ella. Sin embargo, el gran océano Atlántico seguía suponiendo una distancia casi infranqueable en poco tiempo y con ciertas comodidades.

La línea naviera White Start de Londres decidió construir los transatlánticos más seguros y lujosos de la época que permitieran hacer el viaje de una manera cómoda y segura. El primero de todos fue el Olympic que llevó a cabo la travesía sin complicaciones, pero todo el mundo esperaba con impaciencia la aparición del Titanic apodado "el insumergible". El Titanic resultó ser un barco imponente y lujoso que tenía una escalera mecánica y tres ascensores. Los pasajeros de primera podrían disfrutar de salones que igualaban a los mejores restaurantes de París y Londres y pasar largas horas en la piscina y en los baños turcos. Se rumoreaba que la segunda clase era tan lujosa como la primera de otros transatlánticos y, vistos los precios a los que se vendieron los pasajes, nadie dudaba de que fuera así.

La historia parecía estar presenciando uno de los mayores logros de la humanidad, pero parecía que el mar quería darle una lección a la soberbia del ser humano.

Momentos breves de gloria

El 14 de abril de 1912, la quinta jornada de navegación se sucedía sin incidentes. Todos los pasajeros parecían disfrutar de las excelentes instalaciones del barco y el capitán Edgard John Smith disfruta del que iba a ser su último viaje en activo. Tras cuarenta años de navegación, el capitán quería retirarse a descansar junto a su mujer y a su hija. El viaje con el Titanic sería una bonita y cómoda manera de terminar. Toda la tecnología de la época estaba a disposición del barco y los 900 miembros de la tripulación estaban perfectamente preparados. Viajaban un total de 2.228 pasajeros, aunque no se vendieron todos los pasajes --podían haber ido 3.547--. La experiencia del capitán, la ingeniería y los mecanismos de compartimentación del barco hacían de esta travesía una de las más placenteras y posiblemente exitosas de la historia.

Sin embargo, a las 23.40 horas del día 14 el barco chocó contra un iceberg, del cual muchos expertos han comentado que no habría aparecido en el trayecto si el barco hubiera navegado un poco más al sur. Los remaches que unían las partes de la embarcación saltaron como si se trataran de los botones de una camisa y la cantidad de agua que entró hizo imposible frenar el hundimiento.

Honor, gloria y pánico en las frías aguas del mar

El barco comenzó a hundirse con los consiguientes derrumbes y movimientos que provoca un hecho de semejante magnitud. Los botes salvavidas no eran suficientes para todos los pasajeros, ya que para economizar espacio se redujeron de 48 a 16 (nunca se pensó que fueran necesarios). Primero subieron las mujeres y los niños, aunque muchas prefirieron quedarse con sus maridos y así morir juntos. La desgracia parecía evitable ya que existía un barco no muy alejado que desoyó las señales de socorro --dice la leyenda que pensaba que se trataba de una broma--. A las 2:25 del día 15 de abril el Titanic se hundió tras partirse en dos, y con él muchas personas que soportaron el fin de sus días de la manera más inimaginable. Existen numerosas leyendas sobre el comportamiento de todos los presentes. Quizá la más bella de todas sea la de la banda de música. Los ocho miembros, al ver lo inevitable de la situación, empezaron a tocar en cubierta mientras se decidía quién podía subir a los botes salvavidas. Dicen que estuvieron tocando sin parar hasta que el barco cayó a las profundidades del mar. Ninguno se salvó.

Las muertes de las personas que perdieron la vida en el hundimiento se produjeron por ahogamiento (probablemente todos aquellos que no salieron del barco y se vieron arrastrados con él) y por congelamiento, ya que las aguas del atlántico son frías y sufren corrientes heladas que hacen que los náufragos no puedan soportar dichas temperaturas muchas horas. El cuerpo humano comienza a perder temperatura de manera irremediable y los mecanismos metabólicos que comienzan a generar calor (hormonas tiroideas, metabolismos de las grasas, etc.) son insuficientes. El mar estaba manchado de cuerpos inertes cuando al amanecer llegó el primer barco a rescatar a los "privilegiados" pasajeros del Titanic. Los supervivientes nunca superaron la tragedia y muy pocos quisieron hacer declaraciones.

Las muertes en los naufragios se producen principalmente por hipotermia o por la falta de alimento y agua más que por ahogamiento.

La fatiga a la que se ve sometido un náufrago no es sólo física (largas horas nadando, soportando bajas temperaturas, falta de alimento). La adaptación psicológica a la desgracia es fundamental para poder sobrevivir.

En la actualidad, el mar sigue cobrándose miles de vidas al año de los inmigrantes que, desesperados, se lanzan a la boca del océano para alcanzar las costas de España desde África, así como de los pescadores que sufren graves accidentes y naufragios.

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