CIRUGÍA PEDIÁTRICA
JANO.es · 19 marzo 2012
La intervención, que duró siete horas, debió aguardar a que las pequeñas alcanzaron los doce kilos de peso entre ambas, lo que garantizaba el suficiente contingente de piel y musculatura para que la cicatriz cerrase.
Cirujanos del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona separaron con éxito a dos siamesas de siete meses que nacieron unidas por el abdomen y que compartían el hígado, en una operación que duró cerca de siete horas y que permitió que, actualmente, ambas lleven a cabo una "vida independiente y normal", según los especialistas.
Las pequeñas, Núria y Marta, crecieron y se alimentaron correctamente hasta que alcanzaron entre ambas los 12 kilos de peso, el mínimo necesario para una intervención quirúrgica, explica el codirector del Programa de Cirugía Fetal, José Luis Peiró.
En la intervención, en que participaron cirujanos pediátricos y plásticos, anestesistas, obstetras, neonatólogos, radiólogos y enfermeras y auxiliares, se efectuó una separación de las vísceras y el hígado de las pequeñas, que ahora sólo acuden al hospital para revisiones periódicas.
La madre de las pequeñas, Meritxell Feliu, ha explicado que la malformación se detectó por ecografía a las 12 semanas, y que el parto, por cesárea, tuvo lugar a los ocho meses de gestación. Núria y Marta nacieron con un único cordón umbilical y pesaron una media de 1,5 kilos de peso cada una, ha señalado el jefe del Servicio de Cirugía Pediátrica y líder de la operación, Vicenç Martínez, que ha detallado que a los 27 días ya tenían el alta.
Para planificar la operación se llevaron a cabo numerosos estudios morfológicos y clínicos, que determinaron que el único órgano vital que compartían era el hígado, a pesar de que la certidumbre total no se tuvo hasta el momento de la operación.
Los médicos sabían que cada niña tenía su propio aparato digestivo, pero pese a disponer de pruebas radiológicas de gran precisión, no podían asegurar al 100% que la raíz del intestino no fuera común.
Martínez ha explicado que el cierre cutáneo de piel y músculo era una de las partes más críticas de la operación, sobre todo a la hora de evitar infecciones. No obstante, el tamaño más crecido de las menores propició el suficiente contingente de piel y musculatura para cerrar la cicatriz.