SIDA
JANO.es · 18 mayo 2011
La Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida recuerda que 30 años después de la descripción de los primeros casos, la existencia de una vacuna frente al VIH continúa siendo un objetivo no alcanzado.
La carrera para obtener una vacuna del sida comenzó casi en el mismo momento en el que se reconoció la enfermedad. Sin embargo, han transcurrido 30 años con sonoros fracasos y pequeños avances que han creado un cierto aire derrotista entre la comunidad científica, pero que no han mermado los esfuerzos para obtener la tan ansiada vacuna contra el VIH, un virus que con el que conviven cerca de 33,3 millones de personas.
Según un comunicado emitido por la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (SEISIDA) con motivo del Día Mundial de la Vacuna del Sida, que se celebra hoy 18 de mayo, cuando se descubrió el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en 1984 ya se empezó a hablar de una vacuna. Al poco tiempo la Secretaría de Estado de Sanidad de Estados Unidos afirmaba que la vacuna frente al VIH estará disponible en un plazo de 2 años. Pero el próximo mes de junio se cumplirán 30 años desde la primera publicación que hizo referencia a lo que posteriormente sería reconocido como síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y la existencia de una vacuna frente al VIH continúa siendo un objetivo no alcanzado. Durante estos años se han quedado atrás múltiples expectativas no cumplidas, junto con sonadas frustraciones que han llevado al mundo científico al escepticismo en este terreno.
Para SEISIDA, la consecución de una vacuna preventiva frente al VIH representa un reto científico del máximo nivel. Esto se debe a las características de la propia infección. En primer lugar, la alta capacidad de mutación del virus hace que esté constantemente modificando su estructura antigénica y dificultando las respuestas creadas con anterioridad. En segundo lugar, la célula diana del VIH es el linfocito CD4+, que es la célula que se encuentra en el centro de la encrucijada inmunológica, con lo que su alteración por parte del virus distorsiona toda la respuesta inmune posterior. Otro problema añadido es la dificultad para encontrar modelos animales en los que probar hipótesis antes de llevarlas a la práctica. Finalmente, hay que señalar que la mayoría de las vacunaciones que se emplean en el ser humano no impiden la infección, pero sí la enfermedad. Por el contrario, en el caso del VIH la comunidad científica está convencida que la vacuna deberá prevenir la infección y no permitir el establecimiento de una infección crónica.
El primer estudio con una vacuna frente al VIH lo realizó en 1987 el Instituto de Alergia y Enfermedades Infecciosas perteneciente a los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos. Aquel primer trabajo se llevó a cabo con una proteína del propio virus purificada (gp160), aunque sus resultados fueron muy desalentadores. Durante los años siguientes los esfuerzos se centraron en la consecución de proteínas recombinantes que pudieran inducir una respuesta inmune capaz de impedir la infección por el virus. Tras demostrar en el laboratorio que dichas proteínas podían llevar a inducir una respuesta inmune adecuada, se probó su utilidad en dos grandes ensayos clínicos en fases II/III. La decepción surgió cuando ninguno de ellos mostró capacidad protectora en los sujetos vacunados.
Ante el fracaso de los resultados con las proteínas recombinantes, el siguiente paso fue estimular la inmunidad celular a través la vacunación con vectores modificados. Los vectores utilizados son virus sin capacidad patógena para el hombre, pero que se pueden replicar durante un breve periodo de tiempo en nuestro organismo. Estos vectores son modificados con genes que expresan proteínas estructurales del VIH. El objetivo de la vacunación es que nuestro organismo produzca una respuesta inmune frente a estas proteínas que nos protegería en caso de contacto futuro con el virus. Un primer estudio con esta filosofía mostró resultados desalentadores y tuvo que suspenderse por falta de eficacia.
Tras estos intentos infructuosos, la comunidad científica cayó en un derrotismo y se llegó a afirmar en algunos foros que la consecución de una vacuna preventiva frente al VIH sería imposible. Sin embargo, recientemente se han comunicado los resultados de una nueva aproximación que combina ambos métodos de estimulación inmunológica. En el estudio RV 144 se utilizó la vacunación con un vector, en esta ocasión un virus que causa enfermedad en pájaros pero no en humanos, y posteriormente se hacía un recuerdo con una proteína recombinante de las utilizadas en los primeros estudios. Esta forma de vacunación es conocida como prime and boost. El estudio RV 144 ha mostrado una reducción del 31% en el número de nuevas infecciones en el brazo vacunado frente al que no recibió la vacuna.
Este último trabajo ha aumentado la esperanza de que algún día pueda conseguirse una vacuna preventiva frente a VIH, al demostrar que es posible conseguir una respuesta inmune que proteja de la infección y no sólo de la enfermedad. Asimismo, los resultados parecen indicar que la estrategia prime and boost debe ser el camino a seguir y los próximos pasos deberían encaminarse a conseguir mejores vectores y mejores proteínas que induzcan anticuerpos neutralizantes capaces de reconocer a todos los mutantes de VIH.
En resumen, estos hechos nos deben llevar a afrontar con mayor optimismo este Día Mundial de la Vacuna del Sida.