NEFROLOGÍA
El 40% de los pacientes diabéticos desarrollarán microalbuminuria
JANO.es y agencias · 22 febrero 2008
Los afectados pueden progresar a insuficiencia renal terminal, tal como se destacó en las XVII Jornadas de la Sociedad Valenciana de Hipertensión y Riesgo Vascular
Muy pocas veces el habla coloquial posee calidad que no ofenda a la gramática. Inflexiones, dobles sentidos, supuestos... modulan la expresión. Estilo coloquial, pues. Cuando se trata de esto que llamamos “hablar en público”, las cosas cambian o debieran cambiar. Al orador —político, religioso, etcétera— se le exige una corrección de la que va a depender no sólo la belleza, sino también convicción. Y no digamos cuando se trata de un texto escrito. Desde el título de una noticia al artículo, es exigible una claridad expresiva que difícilmente se conseguirá sin una impecable sintaxis, sin orden lógico.
Esa impecable sintaxis también se le puede pedir a quien redacta textos publicitarios, sean los de una publicación escrita, sean los de un anuncio radiofónico, sean los de uno de esos carteles propios de algunos establecimientos. Por lo general, los responsables de tales textos hacen bien su cometido. Pero a veces... ¿No ha visto usted — seguro que sí— un anuncio que a las puertas de una tienda reza “Aparatos sordos”? Pero como ya se entiende que se trata de “Aparatos para sordos”, pues el anuncio permanecerá así indefinidamente. Más de un caso hay parecido. Y otros de más gravedad en la permanencia en el error.
Uno frecuente en las emisoras y diversas empresas. Por lo visto, “Telefónica” —que, dicho sea de paso, se empeña en ser “Telefonica”, al prescindir de acentuar la “e”— no debe de proporcionar todos los números que se les piden, y así se ha creado una entidad que se anuncia por radio. Tal entidad se compromete a facilitarnos el número deseado, y de tal modo culmina su anuncio: “... y si no lo encontramos, lo buscamos y le devolvemos su dinero”. Pero como ya se entiende... Más anuncios suculentos. Fulanita se queja de que no puede dormir a causa de los ronquidos de su marido. Una buena amiga le recomienda que le administre unas gotas de no quiero decir qué. Insiste para acabar: “unas gotas y deja de roncar”. La frase está construida de tal modo que parece que es la amiga desvelada quien dejará de roncar. Otro anuncio insiste en las bondades energéticas de un producto que el interesado encontrará “en farmacias o en su tienda de salud habitual”. ¿No será “en su habitual tienda de salud”?
Estas barbaridades llevan bastante tiempo en antena, el autor no se ha arrepentido y la emisora no se ha percatado. Y, si se ha percatado, ya sabemos que el cliente siempre tiene razón. ¡Pero más la tienen la lógica y el buen uso del lenguaje!