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El 5% de los niños españoles con hiperactividad y déficit de atención

JANO.es y agencias · 23 enero 2008

La Asociación de Niños con Síndrome de Hiperactividad y Déficit de Atención señala que es cuatro veces más frecuente en varones que en mujeres

Historia es el nombre de una disciplina intelectual que existe desde hace mucho tiempo y memoria es la importante función humana de recordar, a lo largo de una vida, muchos de los acontecimientos que han ocurrido, o de los que han sido testigos de algún modo, todos los seres humanos sensibles. Dado que el pueblo español sufrió una guerra civil de 30 meses de duración, seguida de una dictadura de 37 años, seguida a su vez de una transición cautelosa e incompleta hacia la completa libertad política, sólo ha sido en la última década cuando todos los grupos políticos y todos los individuos agraviados se han sentido libres para expresar sus pensamientos con franqueza y claridad. Pero existe una gran diferencia entre historia y memoria, y la forma confusa en la que en los últimos años se han usado como términos casi sinónimos amenaza con aumentar las ya grandes dificultades de aprender la verdad sobre experiencias traumáticos colectivas e individuales.

La existencia de la historia como forma de conocimiento depende del estudio de todos los datos disponibles acerca del pasado humano: leyes, documentos oficiales, discursos y escritos políticos, libros y publicaciones periódicas, diarios personales, archivos judiciales, literatura, artes y ciencias, edificios existentes, redes de transportes y comunicaciones, así como restos físicos de siglos y civilizaciones del pasado. La historia aborda la totalidad de las actividades humanas dentro de marcos geográficos y temporales escogidos por el historiador. Tiene que ser una disciplina objetiva, no en el sentido imposible de que el historiador carezca de emociones o valores morales, sino en el sentido de que debe buscar ser justo con todos los datos, no construir un argumento para polemizar en favor de su visión personal existente.

La memoria es una facultad subjetiva de la mente humana. No hay nadie que recuerde todo de lo que ha sido testigo y nadie sabe por qué los individuos recuerdan algunos sucesos de manera precisa, olvidan la mayor parte de los otros acontecimientos y retienen de diversa forma recuerdos parciales o fantasiosos de otros hechos. La gente tiene recuerdos colectivos de grandes eventos dramáticos, como riadas, epidemias, bombardeos, ejecuciones en masa, así como de acontecimientos a gran escala religiosos, deportivos, artísticos y musicales. Debido a que todos los individuos han experimentado el mismo suceso dramático, tales recuerdos merecen el adjetivo de “colectivos”. Pero, de hecho, el contenido, las emociones despertadas y los juicios a los que conducen son estrictamente individuales, y cualquier descripción detallada de un recuerdo colectivo debe incluir el amplio rango de diferencias en la memoria individual del mismo suceso.

Personalmente, creo que deberíamos intentar ser lo más respetuosos posible hacia la memoria de los que sufren, sean lo que sean nuestros sentimientos políticos y morales respecto acontecimientos específicos. En el caso de la guerra civil española, yo esperaría, como individuo, y considerándolo mi deuda profesional como historiador, que condenara igualmente los asesinatos de sacerdotes, de caciques explotadores, de campesinos sublevados y de intelectuales revolucionarios. Nadie debería haber sido asesinado, ni siquiera forzado físicamente, sólo por lo que parece ser o representar. Lo mejor de nuestro conocimiento histórico hasta el presente nos revela que durante la guerra civil y la posguerra, al menos, 80.000 personas fueron asesinadas por la izquierda, y al menos el doble por la derecha. Lejos de intentar reconciliarse con la izquierda derrotada, el general Franco y sus ministros militares y civiles nombrados consideraron su deber eliminar de la vida política e intelectual española todas las doctrinas relacionadas con la Ilustración del siglo XVIII, con la orden masónica, con todas las variedades de democracia parlamentaria occidental y con todas las doctrinas de socialismo, comunismo y anarquismo. Los únicos que podían vivir sin temor en la España franquista eran los católicos practicantes, los monárquicos y aquellos que estaban a favor de una forma de sociedad jerárquica y socialmente conservadora. Respecto a los asesinatos políticos y pérdidas de propiedad, el gobierno victorioso honró los nombres de todos aquellos que habían dado sus vidas en la cruzada contra el llamado comunismo y compensó a sus familias generosamente por la pérdida de propiedades. Los que fueron asesinados por las fuerzas del general Franco fueron con frecuencia enterrados en fosas comunes, y sus familias, por motivos de seguridad personal y simple supervivencia económica, no dijeron nada sobre esos miles de víctimas hasta que un cuarto de siglo de gobierno democrático constitucional les dio la suficiente confianza de que la libertad política estaba ahí para quedarse.

Retomo ahora los conceptos de historia y memoria. La disciplina de la historia exige al investigador reconocer todos los hechos disponibles, sean dignos de elogio, neutrales o criminales. El historiador no está haciendo una agenda telefónica ni un calendario, está escribiendo sobre acciones humanas, todas ellas con connotaciones emocionales y morales. Ser objetivo no es ser indiferente, pero la objetividad requiere la indicación de los criterios propios de uno, y la aplicación de estos criterios igualmente a todos las partes y sucesos que se discuten. La memoria en sí es un fenómeno individual e intuitivo. Para que la memoria nos ayude a comprender las guerras y todas las clases de sufrimientos e injusticias, debemos también aplicar los métodos de la historia.

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