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El 8% de la población española tiene problemas auditivos

JANO.es y agencias · 29 abril 2008

La campaña "No te olvides de tus oídos" tiene como objetivo concienciar sobre los problemas de audición que pueden tener su origen en el lugar de trabajo

La donación de riñones de un donante vivo en Holanda, objeto de un reality show emitido por televisión, lleva al autor a recordar la ausencia de una relación entre la tarjeta de donante y la plasmación de un fallecimiento en una donación “real” de órganos.

Con la frase que da título a este artículo definía Ortega su desilusión por cómo estaban evolucionando las cosas durante la Segunda República y con las mismas palabras se podrían resumir las sensaciones que han acompañado al reciente espectáculo televisivo registrado en Holanda, con el trasplante renal de donante vivo como tema central.

Se trataba de un demencial reality show en el que Lysa, una enferma terminal de 37 años con un tumor cerebral, debía elegir quién de entre tres potenciales receptores en diálisis se iba a beneficiar de recibir uno de sus riñones. El concurso, producido por la famosa compañía Endemol, tenía como objetivo teórico la concienciación de la sociedad holandesa acerca de un problema como la donación de órganos, sobre el cual los habitantes de los Países Bajos no se caracterizan precisamente por su cooperación. Su índice de 12,8 donantes por millón es de alrededor de la tercera parte del español o de la cuarta parte del de algunas comunidades como Baleares, Asturias, Cantabria o el País Vasco. El canal privado BNN, emisor del programa, fue fundado por Bart de Graaf, un popular presentador de televisión que sufrió una enfermedad renal y falleció en 2002 a los 35 años. Mantuvo su derecho a emitir el concurso pese a las críticas generalizadas de políticos, asociaciones de enfermos y médicos, con el argumento de la sensibilización de la población y la libertad de expresión. Por las mismas razones, el gobierno holandés se declaró incapaz de suspender dicha emisión.

A parte de un evidente mal gusto, como puso de manifiesto la Comisión Europea, el programa tenía un innegable componente de comercialización encubierta, dados los beneficios que se preveía iba a dar (la productora Endemol no es precisamente una ONG) y cuyo destino no estaba nada claro. En la selección de los candidatos en diálisis figuraban criterios tan curiosos (e ilegales) como la edad o el hecho de no fumar.

Desde un primer momento manifesté mi clara opinión en contra de tan extravagante proyecto. Además de todas las consideraciones éticas que se pueden aducir, disponemos de datos que ponen de manifiesto que la predisposición a donar está muy en relación con la percepción de un sistema justo, equitativo y transparente, en el que todo el mundo debe dar porque todo el mundo puede recibir sin discriminación alguna. Nada que ver con este espectáculo.

Finalmente todo fue una farsa: la presunta donante era una actriz tan sana como denotaba su aspecto y los enfermos eran conocedores de toda la trama que fue desvelada al final del programa y que por descontado fue todo un éxito de audiencia y sin duda reportó pingües beneficios económicos a los ideólogos del negocio.

El epílogo no deja de ser curioso: las autoridades holandesas, curándose en salud y como una especie de justificación por su inoperancia en el tema de la donación y por su incapacidad de controlar todo este desastre, emitieron un comunicado a través del Registro de Donantes. Este organismo oficial, encargado de recoger en vida las voluntades de los holandeses sobre el tema de la donación, recogió unas 12.000 nuevas inscripciones, lo que fue recibido como un gran éxito y como si realmente se hubiera solucionado algo.

Nada más lejos de la realidad. No hay la menor relación entre esta declaración de voluntades recogida en un registro o una tarjeta de donante y la plasmación de un fallecimiento en una donación “real” de órganos. Es un dato conocido puesto de manifiesto una vez más con los resultados del Eurobarómetro publicado recientemente. Holanda (44%) y Suecia (30%) son los países con mayor porcentaje de ciudadanos con tarjeta de donante (porque su política de fomento de la donación se ha dirigido por ese camino) frente al 7% de España o el 4% de Austria que son los dos países con mayores índices de donantes “reales”, que duplican o triplican los de aquéllos. Para salvar vidas nos hacen falta órganos, no tarjetas.

Dicen que por muchas veces que se demuestre que algo es falso, siempre habrá alguien que piense que es verdadero. Parece mentira que países por lo demás sumamente racionales y con una larga tradición científica se empeñen en seguir unas directrices que se han probado erróneas en todo el mundo. Sólo un sistema eficiente de obtención de órganos que se asiente sobre la base de una población convencida de que el sistema es justo u equitativo y merece la pena contribuir a él donando órganos propios o de familiares fallecidos garantiza un sistema de trasplantes verdaderamente eficaz. Así de simple.

“Disponemos de datos que ponen de manifiesto que la predisposición a donar está muy en relación con la percepción de un sistema justo, equitativo y transparente, en el que todo el mundo debe dar porque todo el mundo puede recibir sin discriminación alguna.”

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