Viernes, 19 de Abril del 2024

Últimas noticias

SALUD PÚBLICA

Enfermedades crónicas, principal causa de muerte en el mundo

JANO.es y agencias · 21 mayo 2008

En el marco de la Asamblea Mundial de la Salud, la OMS ha presentado su informe anual "Estadística Mundial de la Salud 2008"

Algunos trabajos recientes indican que experimentar sentimientos de gratitud mejora el bienestar psicológico y físico de las personas.

“La felicidad duradera parece posible, y puede ser entendida teóricamente” (Nico Frijda, 1988)

Referentes filosóficos

Adam Smith y la gratitud
Smith (1723-1790) destaca entre los filósofos morales escoceses y es considerado uno de los pilares del pensamiento liberal anglosajón. Su defensa del sistema de libertad natural, que supone una gran valoración de la capacidad del individuo para promover el bien de la sociedad e implica escasa confianza en la función reguladora del Estado, le ha valido ser reconocido como el principal exponente del laissez faire. En su Teoría de los sentimientos morales afirma: “Cuando la ayuda requerida se proporciona recíprocamente a través del amor, de la gratitud, la amistad y la estimación, la sociedad prospera y es feliz. Sus distintos miembros están ligados entre sí por lazos placenteros de amor y afecto atraídos por un centro común de ayuda mutua”.

Recientemente, el estudio de la gratitud ha despertado interés en la psicología, aunque la gratitud como virtud tiene un largo pasado en la historia de las ideas. A lo largo del tiempo y en las distintas culturas, las experiencias y expresiones de gratitud han sido tratadas como aspectos básicos y deseables del ser humano y de la vida social. No obstante, su contribución a la salud, al bienestar y, en general, al funcionamiento positivo, sólo ha comenzado a ser probada empíricamente en fechas recientes. La gratitud se define como el sentimiento de agradecimiento y alegría al recibir lo que uno percibe como un obsequio, ya sea un obsequio material proporcionado por otra persona o algo inmaterial, como un momento de paz provocado por la naturaleza. En esta colaboración trataremos de señalar algunos trabajos recientes que indican que experimentar sentimientos de gratitud mejora el bienestar psicológico y físico de las personas.

Bienestar físico

La gratitud, entendida como una emoción positiva, podría influir en el bienestar físico. Hay estudios que avalan la hipótesis de que las emociones positivas podrían beneficiar a la salud. Se sabe que las emociones negativas elevan frecuentemente la activación cardiovascular, por lo que participan en la etiología de trastornos del corazón. Las emociones positivas, al acortar la duración del alto nivel de activación que provocan las emociones negativas, podrían disminuir la progresión hacia la enfermedad. De hecho, parece que emociones relacionadas con la gratitud tienen que ver con cambios en el funcionamiento cardiovascular e inmune. La gente que experimenta consistentemente emociones positivas sufre menos desgaste corporal, y algunos autores, como enseguida describiremos, observaron que las personas a las que se indujo experimentalmente gratitud hacían más ejercicio y tenían menos síntomas físicos. Recientes modelos psicofisiológicos han señalado que la salud depende en buena medida de que las personas tengan relaciones de calidad con los demás y sientan que tienen un propósito en la vida. La gratitud, en principio, favorece las relaciones interpersonales.

Bienestar psicológico

La capacidad de percibir, apreciar y saborear los componentes de la propia vida se considera un factor determinante en el bienestar psicológico. En el año 2003, dos autores norteamericanos, Emmons y McCullough, mostraron que responder con agradecimiento ante las circunstancias de la vida puede ser una estrategia psicológica adaptativa y constituir un importante proceso que permite a las personas interpretar positivamente sus experiencias cotidianas. Adam Smith señaló ya que una sociedad basada en la gratitud contaba con un recurso emocional importante para promover la estabilidad social. Más recientemente, diversos expertos han confirmado que la gratitud asegura reciprocidad en la interacción social e inhibe comportamientos interpersonales destructivos. Además, funciona como un barómetro moral: dota al individuo de una señal afectiva siempre que percibe que alguien ha actuado favorablemente hacia él, y como un motivador y reforzador moral, estimulando el comportamiento prosocial y reforzando al benefactor por su conducta. Emmons y Crumpler1 encontraron que, tras haber inducido en ellos sentimientos de gratitud, los participantes hacían más ejercicio físico y tenían menos síntomas físicos negativos, pero además indicaban más sentimientos positivos sobre la propia vida y una visión más optimista del futuro. En el trabajo de Emmons y McCullough2, los individuos a los que se indujo experimentalmente gratitud presentaban mayores estados positivos de alerta, entusiasmo, determinación, atención y energía. También, según su propio informe, habían realizado más conductas prosociales.

Parece, pues, que la gente agradecida experimenta mayores niveles de emociones positivas, más satisfacción con la vida, vitalidad y optimismo y menos depresión y estrés. La gratitud se relaciona también con la espiritualidad: las personas agradecidas creen más fácilmente en la interconexión de toda la vida y en la responsabilidad con los demás, y a menudo son menos materialistas, comparten más sus pertenencias y tienden menos a juzgar sus logros en términos de riqueza y a envidiar a personas que tienen más recursos.

Los especialistas en terapia de pareja han sugerido que las expresiones de gratitud son vitales para el éxito de las relaciones de pareja, y según los psicólogos del ego, la gratitud forma parte del proceso de transformar emociones autodestructivas en emociones curativas. La capacidad de reemplazar la amargura y el resentimiento hacia los que nos han hecho daño por agradecimiento y aceptación es clave en la adaptación madura a la vida.

¿Se puede fomentar la gratitud?

Aunque son pocos los estudios realizados hasta el momento que evalúen la eficacia de intervenciones que aumenten la gratitud, parece ser que intervenciones cortas que fomentan la atención a los aspectos de nuestra vida por los que podamos sentirnos agradecidos tienen un efecto relativamente potente en nuestro afecto positivo.

Las autoras del presente artículo hemos realizado recientemente un estudio experimental con estudiantes de psicología para fomentar la gratitud e incrementar el afecto positivo. Los estudiantes que voluntariamente decidieron colaborar en el estudio fueron asignados aleatoriamente a tres condiciones. En la condición de gratitud, realizaron un diario de las cosas por las que cada día pudieran sentirse agradecidos, con las instrucciones de pensar en las personas que les permitieron alcanzar sus objetivos o que les hicieron la vida más fácil a base de pequeños detalles. Poniéndose en su lugar y apreciando su esfuerzo, así como reconociendo que sus actos eran voluntarios, cada día antes de acostarse debían escribir cinco cosas por las que pudiesen sentirse agradecidos.

En otra de las condiciones se instaba a los participantes a reflexionar sobre algunas dificultades que hubieran encontrado a lo largo del día. Este grupo recibía indicaciones para reflexionar sobre los escollos que se habían interpuesto en su camino en diferentes ámbitos (relaciones personales, estudios/ trabajo, economía, salud, etc.) y se les pedía que, observando sus efectos, escribieran cinco pequeñas o grandes dificultades con las que se hubiesen encontrado a lo largo del día.

A los asignados a un tercer grupo, que actuaba como control, se les hizo pensar en los cinco acontecimientos que más les hubiesen afectado, positiva o negativamente, a lo largo del día, que debían anotar. Las intervenciones se llevaron a cabo durante dos semanas y su efecto sobre el estado de ánimo, así como sobre otros aspectos, se evaluó inmediatamente después de terminadas aquéllas y quince días más tarde.

Tal y como esperábamos, el grupo que hizo el diario de gratitud experimentó un incremento en su afecto positivo desde el pre-test hasta el post-test que fue estadísticamente significativo en comparación con el grupo que se centró en los escollos. Sin embargo, este cambio no fue duradero, y a los quince días de haber terminado la intervención habían desaparecido las diferencias entre los grupos. Constatamos que, efectivamente, prestar atención a aquellos aspectos de nuestra vida por los que nos podemos sentir agradecidos aumenta el afecto positivo, y el efecto es considerable teniendo en cuenta la corta duración de la intervención.

Un resultado de interés fue que, mientras aumentaba el afecto positivo, la emocionalidad negativa no se redujo, lo cual verifica el supuesto de los recientes teóricos de las emociones que asumen que las emociones positivas y las negativas constituyen dos dimensiones independientes y no dos polos opuestos de un mismo continuo, como se ha creído durante mucho tiempo. Este hecho reviste gran importancia para el diseño de intervenciones terapéuticas, ya que no por reducir las emociones negativas que traen los pacientes a las consultas vamos a conseguir necesariamente que se sientan bien. Dicho de otra manera: las emociones negativas y positivas son dos dimensiones diferentes que hay que trabajar por separado. En los casos en que se dan fuertes emociones negativas, como cuando existen problemas serios en la vida, algunas personas pueden experimentar también emociones positivas, mientras que otras no tienen esa experiencia, lo cual, como podemos comprobar fácilmente, supone una diferencia muy importante entre ellas.

En nuestro trabajo hemos constatado que el estado de ánimo se puede mejorar con técnicas sencillas y poco costosas, lo cual abre un camino esperanzador a la hora de implantar intervenciones orientadas a aumentar el afecto positivo. Sin embargo, es importante que su repercusión sea más duradera. El hecho de que a los quince días de haber terminado la intervención el afecto positivo volviera a sus niveles previos indica, por un lado, que tenemos que diseñar procedimientos más eficaces que logren que los efectos positivos permanezcan durante más tiempo. Por otro, revela también que las personas tenemos un estado de ánimo relativamente estable que suele fluctuar en torno a un nivel medio. Con todo lo aquí planteado, invitamos al lector a que todos los días, antes de irse a dormir, coja papel y lápiz y haga el mismo ejercicio que hicieron nuestros participantes en el grupo de gratitud, hasta que lo convierta en un hábito. Presumiblemente, cuanto más lo lleve a cabo y más profunda sea la reflexión, mejor será su estado de ánimo.

“En nuestro trabajo hemos constatado que el estado de ánimo se puede mejorar con técnicas sencillas y poco costosas, lo cual abre un camino esperanzador a la hora de implantar intervenciones orientadas a aumentar el afecto positivo.”

Bibliografía

1. Emmons RA, Crumpler CA. Gratitude as human strength: Appraising the evidence. Journal of Social and Clinical Psychology. 2000;19:56-69.
2. Emmons RA, McCullough ME. Counting blessings versus burdens: An experimental investigation of gratitude and subjective well-being in daily life. Journal of Personality and Social Psychology. 2003;84:377-89.

Noticias relacionadas

22 Nov 2007 - Actualidad

Los grandes retos en enfermedades crónicas no transmisibles

Un panel de prestigiosos expertos publican en "Nature" las principales prioridades para reducir la mortalidad causada por estas enfermedades en todo el mundo

Copyright © 2024 Elsevier Este sitio web usa cookies. Para saber más acerca de nuestra política de cookies, visite esta página

Términos y condiciones   Politica de privacidad   Publicidad

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?