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JANO.es y agencias · 06 mayo 2008

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Por las llanuras sembradas de cereal de la Tierra de Campos, el recuerdo templario sigue presente en el pueblo palentino de Villalcázar de Sirga: la única encomienda de la Orden del Temple al norte del Duero, que era inmensa y comprendía Castilla la Vieja, excepto Soria. Esta encomienda, en plena ruta jacobea, tenía su sede en la iglesia gótica de Santa María, de finales del siglo XII, con detalles escultóricos del románico tardío, tres naves, amplio crucero y tres interesantes sepulcros en la capilla de Santiago. Está cantado que Santa María de Villasirga, la Virgen Blanca, mereció el reconocimiento del rey Alfonso X el Sabio en sus Cantigas (1259-1279). Mucho ojo con el Pantocrátor del friso superior del pórtico donde en lugar del toro habitual aparece un cerdo arrodillado. Y un león no deja de mirar al cerdo. Mucho oído también a la leyenda siguiente: "El día del equinoccio de primavera dirigíos a la iglesia de Villalcázar de Sirga y golpead el punto del toro del Pantocrátor que ilumine un rayo de sol. Entonces, las bocas de dos cabezas de tímpano os revelarán el lugar en el que los templarios escondieron su fabuloso tesoro". A falta de luz, la plaza Mayor del pueblo alumbra dos mesones que ofrecen lechazo y otras joyas de la gastronomía castellana: el de Villasirga, situado en un antiguo pósito del siglo XVII, y el de los Templarios, como no podía ser de otra manera.

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