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GENÉTICA

Factor de riesgo genético de la esclerosis lateral amiotrófica

JANO.es y agencias · 17 diciembre 2007

Investigadores holandeses han hallado una variante en el gen llamado DPP6, que incrementa hasta en un 30% la susceptibilidad de desarrollar este enfermedad

Los cardiólogos españoles comparten con sus colegas europeos la preocupación por el futuro de la especialidad. El incremento de las enfermedades cardiovasculares, la superespecialización y la escasez de profesionales son los principales retos a los que se enfrenta la especialidad. “En un futuro nos encontraremos con una situación muy compleja que afectará sin duda a nuestra práctica y deberá repercutir necesariamente sobre los planes de formación”, señala el Dr. Luis Alonso-Pulpón, presidente de la Sociedad Española de Cardiología y jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Y es que las nuevas demandas sociosanitarias y la creciente importancia que están adquiriendo las enfermedades cardiovasculares no sólo precisan de un cambio de las estructuras organizativas, sino también de una profunda reflexión sobre el futuro de la especialidad.

–¿Cuáles son los principales retos de la cardiología española?

-Los retos son muchos y debemos estar preparados para afrontarlos con éxito. Quizá el más importante es la epidemia de enfermedad cardiovascular, que ya es la primera causa de muerte en nuestro país. Además, el envejecimiento poblacional, el aumento de los casos de obesidad y la mayor esperanza de vida provocarán una demanda aún mayor de atención cardiológica.

–¿No estamos preparados para responder a esa demanda creciente?

–No. Por un lado ya hemos objetivado un déficit de más de 200 cardiólogos en nuestro país, cifra que crecerá aún más en los próximos años. Es decir, que ante la avalancha de casos de enfermedad cardiovascular no vamos a disponer de profesionales suficientes para atenderla. Pero, además, fallan las estructuras organizativas.

–¿A qué se refiere concretamente?

–Nuestro sistema de salud, a pesar de que está funcionando bien y de que es uno de los más destacados de Europa, está básicamente enfocado a dar respuesta a procesos agudos, pero estamos comprobando como la mayor parte de las enfermedades cardiovasculares se están erigiendo como procesos crónicos derivados precisamente del éxito de los tratamientos de los problemas agudos. Por tanto, se requiere un cambio radical en las estructuras organizativas.

–Y en este proceso de cambio, ¿qué papel debe jugar la cardiología?

–Debemos liderar este cambio, debemos situarnos como referencia.

–Sin embargo, el éxito del abordaje de las enfermedades cardiovasculares no va a depender de un único colectivo médico...

–Por supuesto. Defendemos y promovemos la multidisciplinariedad en el manejo de la enfermedad cardiovascular, y la mejor muestra es nuestro congreso, que ha dejado de ser el Congreso Nacional de Cardiología para convertirse en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares. Otros profesionales, como los médicos de familia, desempeñan un papel clave en la prevención, manejo y seguimiento de las enfermedades cardiovasculares. De hecho, creo que se está pasando de la atención a enfermos a la de procesos donde han de participar diversos profesionales. Creo que los equipos multidisciplinares serán la solución, pero una cosa es hablar y otra organizarlos. Por el momento nadie dice cómo deben estar formados, qué procesos deben atender, quién debe coordinarlos… Es un reto importante, pero no sólo para la cardiología.

–¿Qué supone la superespecialización?

Todos nos sentimos entusiasmados y deslumbrados por la tecnología, que resuelve brillantemente muchos problemas. Por eso, los especialistas más jóvenes o los residentes que quieren ser cardiólogos buscan la superespecialización. Hay que tener claro que la superespecialidad debe existir y va a existir, pero no se debe olvidar la figura del cardiólogo general, del cardiólogo clínico.

–¿Considera que se insiste lo suficiente en la importancia de la prevención cardiovascular?

–Es importante continuar trasladando al mundo sanitario, a la población general y a las autoridades la imperiosa necesidad de mejorar la prevención como único instrumento para reducir la seria amenaza sociosanitaria y económica que las enfermedades cardiocirculatorias suponen para el mundo.

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