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JANO.es · 18 diciembre 2007

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Transformar la atención primaria en agencia de salud de los ciudadanos para mejorar la coordinación de los recursos sanitarios y garantizar la continuidad de la atención es la primera de las 44 estrategias definidas en el Proyecto Estrategias para la Atención Primaria en el siglo XXI (Proyecto AP-21). Su objetivo: aunar esfuerzos y voluntades, coordinar estrategias y actividades destinadas a diseñar una política común del Sistema Nacional de Salud (SNS) para la AP.

Uno de los avances más relevantes producidos en los 20 años de historia de nuestro SNS fue la reforma y desarrollo de la AP, puesta en marcha en 1984 por el Decreto de Estructuras Básicas de Salud, que diseñaba un nuevo concepto de AP que, inspirado en la Declaración de Alma- Ata, creaba los Equipos de Atención Primaria (EAP).

Más de dos décadas después de su nacimiento, se puede afirmar que nuestro país dispone de una excelente AP. Sin embargo, en los últimos años han aparecido algunas variables que dificultan su buen desarrollo. Así, el importante incremento de la carga de trabajo fruto del crecimiento y envejecimiento de la población, así como de una cierta tendencia hacia la medicalización de la sociedad, ha generado un notable aumento de la frecuentación de las consultas. Por otro lado, la excesiva carga asistencial ha hecho que las actividades de promoción de la salud y la prevención de las enfermedades, dos de sus señas de identidad, hayan perdido protagonismo en los quehaceres cotidianos de sus profesionales.

Origen del proyecto

Por todo ello, la II Conferencia de Presidentes, reunida en septiembre de 2005, incluyó entre sus acuerdos el de “aumentar los recursos y la capacidad de resolución de la atención primaria”. Por todo ello, el Ministerio de Sanidad impulsó el Proyecto AP-21. Los expertos —propuestos por sociedades científicas, comunidades autónomas y el propio ministerio— constituyeron 5 grupos de trabajo formados por casi 100 profesionales que analizaron la situación de la AP desde otras tantas perspectivas (contenido de la actividad, estrategias de organización y gestión, resolución, evaluación de procesos y resultados en salud) y un sexto compuesto por usuarios y pacientes.

Durante un año, estos grupos han consensuado los contenidos de dos documentos: Análisis de situación y Estrategias de Mejora, que se acaban de presentar para su debate público y que, previsiblemente, serán aprobados antes de fin de año por el Consejo Interterritorial del SNS. Todas las instituciones participantes coinciden en que es el momento de dar un nuevo impulso a la AP para que renueve su vocación y voluntad de ser el motor del sistema sanitario y el agente del ciudadano ante el mismo. El objetivo es alcanzar, a través de sus 44 estrategias, una AP de calidad, orientada al ciudadano, que tenga una alta capacidad de resolución y potencie la continuidad asistencial, contando con unos profesionales motivados y capacitados y con una organización descentralizada, participada y eficiente.

Para conseguirlo, las estrategias del Proyecto AP-21 tienen dos ejes fundamentales: el ciudadano y el profesional. El ciudadano, porque debe ser el elemento central del sistema y, desde luego, de la AP; y porque no hay que olvidar que éste exige participación en los procesos de toma de decisiones que le afectan; una participación que, según los miembros de los grupos de trabajo del proyecto, no se debe limitar a su condición de paciente, sino hacerse extensiva al ámbito comunitario y a las decisiones del conjunto del sistema y de sus organizaciones.

Parte del sistema

En cuanto a los profesionales, las Estrategias de Mejora indican que es necesario que se sientan “parte vital del sistema y formen parte activa en sus procesos de toma de decisiones”. Por eso, el Proyecto AP-21 apuesta por estrategias motivadoras e incentivadoras, tanto desde el punto de vista económico, como desde los que tienen que ver con la autonomía de gestión, el impulso de la formación y la investigación, etc.

Además de los dos ejes señalados, las estrategias se centran en 3 objetivos “clave”: la calidad, la capacidad de resolución y la continuidad asistencial.

Así, considera que la calidad de los servicios debe ser un objetivo permanente de las administraciones sanitarias. Esta apuesta debe ser integral, incluyendo no sólo sus componentes científicos y técnicos, sino aquellos otros relacionados con la accesibilidad, con los recursos, con la organización y con la participación, de tal manera que el usuario perciba que, en efecto, es el centro del sistema.

Capacidad de resolución

La capacidad de resolución —la efectividad— es un elemento inherente a la organización sanitaria pero muy especialmente en el ámbito de la AP, desde la que se debe resolver no menos del 85% de los problemas de salud. Para mejorarla, son necesarias estrategias tendentes a incrementar la capacidad diagnóstica y terapéutica, mejorando la formación de los profesionales e incrementando la accesibilidad de los mismos a pruebas, tecnologías, etc. La elaboración y puesta en marcha de guías clínicas es otro elemento fundamental en estas estrategias.

En cuanto a la continuidad asistencial, el Proyecto AP-21 recuerda que la coordinación entre los diversos dispositivos sanitarios es un objetivo esencial siempre enunciado, pero nunca resuelto. Por ello considera necesario “acometer decididamente políticas de coordinación y comunicación entre la atención primaria y la especializada que integren los procesos asistenciales de tal manera que el ciudadano no perciba solución de continuidad en sus cuidados y tratamiento”.

¿Cómo aumentar la motivación de los profesionales?

La estrategia nº 30 incorpora las siguientes líneas de trabajo:

– Incorporar en la carrera profesional el reconocimiento de los méritos profesionales, la implicación en las tareas y la mejora continua del desempeño profesional.

– Desarrollar la carrera profesional con criterios de coherencia entre las distintas comunidades autónomas, con participación activa de los profesionales en su elaboración y evaluación.

– Impulsar sistemas de incentivación económica para todos los profesionales del equipo, en función de la calidad de la atención prestada (mejoras objetivables en el proceso de atención, resultados en salud y satisfacción de los ciudadanos) y de la dedicación profesional.

– Promover incentivos, basados en indicadores medibles mediante los sistemas de información, que monitoricen las actividades individuales y de equipo, y redefinibles en relación a las nuevas necesidades de salud o de la organización.

– Promover un modelo de retribuciones mixtas con un componente variable que esté ligado a la consecución de objetivos.

– Promover la motivación a través de incentivos no económicos como: la facilitación de la formación continuada, la mejora en las condiciones laborales, la mejora en los recursos, mayor autonomía en la toma de decisiones, la participación en la organización del trabajo a través de grupos de mejora, el acceso a tecnología, mayor flexibilidad en la composición de los equipos, etc.

– Impulsar objetivos de equipo comunes, clarificando las funciones y distribuyendo de forma equilibrada las cargas laborales.

– Potenciar la figura del director/coordinador de centro de salud, apoyando su papel de liderazgo participativo, dotándole de mayor capacidad ejecutiva para distribuir las actividades, mayor autonomía en la toma de decisiones y en el manejo de los conflictos en el centro.

– Desarrollar actuaciones, incluyendo estrategias de marketing, que refuercen el clima organizativo, la cohesión, la motivación, la satisfacción y el sentido de pertenencia de los profesionales a la atención primaria.

– Establecer programas específicos de apoyo a los profesionales que trabajan en centros especialmente conflictivos y que sufren amenazas o agresiones.

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