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La alergia afecta a 100 millones de europeos

JANO.es · 06 junio 2008

Barcelona acoge el Congreso de la Academia Europea de Alergología e Inmunología Clínica, al que asisten más de 7.000 especialistas

De origen coralino y tapizada de cocoteros, la isla de San Andrés parece un caballito de mar flotando en medio del extenso océano. Tiene una extensión de apenas veintiséis kilómetros cuadrados y es la isla más turística. Cuenta con magníficos hoteles —algunos de gran lujo— construidos a pie de playa y con una animada vida nocturna en sus pubs y discotecas.

Las islas de San Andrés y Providencia en el Caribe colombiano ofrecen la imagen viva del paraíso tropical: playas de ensueño, ricos fondos marinos, aguas cristalinas y gentes hospitalarias. Famosas por sus bellezas escénicas y su frondosa vegetación, lo son también por su agitada historia desde los albores del siglo XVI, época en que las islas fueron españolas.

La azarosa historia de estas islas caribeñas que forman el archipiélago de San Andrés, recuerda una fantástica novela de aventuras. San Andrés, Providencia y Santa Catalina, rodeadas de aguas cristalinas y blanquísimos cayos, emergen a unos 800 km de la costa colombiana. Las tres comparten su rico pasado y tradiciones con el resto de las Antillas, y están más emparentadas con Jamaica o con las vecinas islas Caimán que con el continente. En tiempos precolombinos los indios misquitos eran sus únicos visitantes; llegaban en sus canoas desde las costas de Nicaragua, Costa Rica y Panamá para pescar y cazar en sus tranquilas aguas las muy apreciadas tortugas. Todo cambió cuando Cristóbal Colón avistó el archipiélago en su cuarto viaje a América y escribió maravillas de sus aguas de color turquesa y el verdor de sus paisajes.

A principios del siglo XVI estas islas paradisíacas de exuberante vegetación fueron españolas, aunque muy pronto sufrieron sucesivos abandonos y ocupaciones. A lo largo de trescientos años se las disputaron españoles, ingleses, holandeses, franceses, católicos y protestantes y se convirtieron en un refugio para los más famosos piratas de su tiempo. En 1586, San Andrés y Providencia albergaron las huestes del temido pirata inglés Francis Drake, quien capitaneó los ciento cincuenta y cinco navíos que, con más de siete mil piratas a bordo, saquearon la fortificada ciudad de Cartagena de Indias. Unos años más tarde, el sanguinario corsario Henry Morgan desembarcó en las islas en busca de provisiones para sus hambrientos hombres. Cuentan las leyendas que los fabulosos tesoros arrebatados a los galeones de la Corona española todavía permanecen enterrados en las profundidades del mar a un paso de sus abruptos acantilados. No fue hasta 1803 cuando las tres islas pasaron a depender del Virreinato de la Nueva Granada, y a partir de entonces el hermoso archipiélago forma parte de la actual Colombia.

De origen coralino y tapizada de cocoteros, la isla de San Andrés parece un caballito de mar flotando en medio del extenso océano. Tiene una extensión de apenas veintiséis kilómetros cuadrados y es la isla más turística. Cuenta con magníficos hoteles —algunos de gran lujo— construidos a pie de playa y con una animada vida nocturna en sus pubs y discotecas. En 1953 San Andrés se convirtió en puerto libre y comenzó a poblarse de comerciantes llegados de todos lo rincones del mundo. Sirios, libaneses y palestinos se mezclaron con los lugareños dando origen a una peculiar identidad que permite convivir a razas y credos distintos en plena armonía. San Andrés es el destino preferido por aquellos que quieren playa y sol sin renunciar a las compras y a la diversión. El turista puede elegir entre varias playas de fina arena blanca para relajarse y tomar el sol: Sprat Bay, en la punta norte, es una de las preferidas por los europeos. Frente a su hermosa bahía se encuentra Johnny Cay, un islote desierto rodeado de magníficos arrecifes de coral; un paraíso para los amantes del buceo y para aquellos que quieran sentirse Robinsón Crusoe por un día.

Al mediodía, cuando el sol calienta fuerte, es el momento de ir perderse por las atractivas tiendas del paseo marítimo —uno de los mayores alicientes—, recorrer la isla en moto o bicicleta para observar sus magníficas vistas panorámicas y degustar la sabrosa gastronomía isleña en sus típicos restaurantes situados a un paso del mar. La especialidad de San Andrés es el llamado rondong, pronunciación local de la expresión inglesa run down the oil. Se trata de un plato fuerte y suculento a base de yuca, ñame, fruto del pan y pescado, todo ello guisado en leche de coco y aderezado con cebolla, ajo y pimienta molida. Los lugareños, que saben vivir bien, recomiendan tras la copiosa comida echarse una buena siesta en una hamaca mecida por la brisa del mar.

En los barrios de La Loma y San Luis, la isla de San Andrés conserva su sabor antillano en sus casas de madera pintadas en tonos pastel. En San Luis se encuentra la primera iglesia baptista, construida en 1847 con maderas llevadas de Alabama por los puritanos que colonizaron la isla. En 1631, un grupo de nobles puritanos —secta protestante separada de la iglesia anglicana y opositores al régimen de Carlos l de Inglaterra— llegó a estas costas dando origen al primer asentamiento de colonos ingleses quienes, a su vez, llevaron esclavos africanos para trabajar en las plantaciones de algodón. Los domingos, los descendientes de aquellos esclavos acuden a misa vestidos con sus mejores trajes y en un ambiente de gran devoción elevan sus magnificas voces acompañadas al órgano; una muestra excepcional de los cantos espirituales negros.

A sólo veinte minutos en avioneta de San Andrés se encuentra la tranquila isla de Providencia. Un paraíso auténtico, sin tiendas, grandes hoteles ni discotecas. La isla, habitada por unas cinco mil personas, vive de espaldas al desarrollo turístico irracional y se niega a perder su identidad. El nombre de su pequeño aeropuerto pintado en rosa y color pistacho, llamado El Embrujo, resume en una sola palabra la fascinación que este lugar ejerce en los visitantes. La isla, tapizada de cocoteros y rodeada de aguas color turquesa en las que abundan los corales, cuenta con rústicas y confortables cabañas para alojarse y que respetan su magnifico entorno natural.

La tranquilidad de la isla, habitada en su mayoría por descendientes de aquellos primeros esclavos africanos, sólo se ve interrumpida por la música reggae, por la que sienten debilidad los jóvenes. En Providencia hay que olvidarse del reloj, descansar en sus playas, explorar sus ricos fondos marinos y al atardecer cruzar el puente flotante, conocido como Puente de los Enamorados, que une la isla con la diminuta Santa Catalina. Allí, en una de sus calas desiertas, se pueden contemplar las mejores puestas de sol de todo el caribe colombiano. Palabra de lugareño.

A principios del siglo XVI estas islas paradisíacas de exuberante vegetación fueron españolas, aunque muy pronto sufrieron sucesivos abandonos y ocupaciones.

Las islas de San Andrés y Providencia en el Caribe colombiano ofrecen la imagen viva del paraíso tropical: playas de ensueño, ricos fondos marinos, aguas cristalinas y gentes hospitalarias. Famosas por sus bellezas escénicas y su frondosa vegetación, lo son también por su agitada historia desde los albores del siglo XVI, época en que las islas fueron españolas.

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