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TABAQUISMO

Más de 1.200 muertes anuales en España a causa del humo del tabaco

JANO.es · 08 enero 2008

Científicos barceloneses publican en "Tobacco Control" el primer estudio que aborda la mortalidad atribuible a la exposición al humo del tabaco en el ambiente realizado en nuestro país

Más de 5 siglos han pasado desde que se iniciara la construcción del Gran Bazar, pero a pesar del paso del tiempo el que fuera el centro comercial de la antigua capital del Imperio Otomano continúa ofreciendo todo cuanto un comprador pueda imaginar, en un ambiente legendario que ni incendios, crisis económicas y guerras han conseguido extirpar.

Hoy día el Gran Bazar ocupa un espacio de 30 hectáreas, cuenta con unas 4.400 tiendas y con todo tipo de servicios en su interior: fuentes, mezquitas, peluquerías, policía, bomberos, oficinas de correos... Como en la gran mayoría de bazares, las tiendas están agrupadas según los productos que venden; así, hay zonas en las que sólo se venden objetos de piel, alfombras, oro, maletas, antigüedades y un sinfín de productos de las más diversas procedencias.

Constantinopla fue desde siempre uno de los centros comerciales más importantes del mundo, con grandes mercados al aire libre durante la época bizantina, donde se compraban y vendían productos de todos los rincones del mundo. Cuando los otomanos conquistaron Constantinopla en 1453, el sultán Mehmet el Conquistador ordenó construir un bedesten, un mercado de anchas paredes de piedra, protegido por grandes puertas de hierro, con espacio para tiendas, y que hoy sigue siendo el corazón del Gran Bazar. Pocos años después se construyó el Sandal Bedesten, bautizado con este nombre por ser el lugar donde se comerciaba con una preciosa seda de Bursa. Alrededor de estas 2 estructuras fueron apareciendo una red de callejuelas que, con el paso del tiempo, se fueron cubriendo, mientras a la vez se construían caravasares (han) para almacenar mercancías que llegaban y que sirvieran de cobijo a las caravanas de comerciantes que arribaban de todos los rincones del mundo. Pero la historia de grandeza y esplendor del Bazar empezó a declinar a medida que el Imperio Otomano también lo hacía, y cuando en 1894 un devastador terremoto dejó gran parte del Bazar en ruinas, el lugar se convirtió definitivamente en una sombra de lo que había sido. No fue hasta los años cincuenta, cuando después de un gran incendio, se decidió reparar el Gran Bazar hasta darle el aspecto actual y volverlo a potenciar.

En el laberinto

Posiblemente el mejor lugar para penetrar en este laberinto comercial sea la atractiva puerta de Nuruosmaniye, frente a la mezquita del mismo nombre y que da paso a la calle Kalpakçilarbashi, lo más parecido a una calle principal. Los reflejos dorados inundan de luz el gran pasillo de techos abovedados, donde miles de personas circulan sin descanso frente a los escaparates de las decenas de joyerías que jalonan esta áurea avenida.

Tras haber disfrutado de la pericia de los joyeros, el mejor lugar para continuar antes de perderse en las intrincadas callejuelas del Bazar es el Iç Bedesten, el origen y corazón del Bazar, que el Sultán Mehmet mandara construir. Las poderosas puertas de metal dan paso a un recinto rectangular donde decenas de tiendas pequeñas distribuidas en estrechos pasillos venden algunos de los mejores artículos del Bazar, especialmente antigüedades, objetos de cobre y plata, y cerámicas.

Una vez en el exterior del Bedesten, es difícil no perderse, pero posiblemente en esto resida uno de los mayores encantos del Bazar: pasear sin rumbo, sin la ayuda de mapas, hasta perder la noción del tiempo, limitándose a descubrir los secretos de este entrañable lugar.

El negocio del oro y las joyas es uno de los principales del bazar

En el Gran Bazar se venden alrededor de unas cien toneladas de oro al año. Viajeros procedentes de muchos lugares del mundo quedan embelesados ante los suntuosos diseños, algunos excesivamente recargados, otros simples pero elegantes, cada uno para un tipo de público, como nos comenta Víctor Kugu en su joyería: “Las mujeres africanas y árabes adoran estos diseños tan recargados que a ti te pueden parecer hechos tan sólo para princesas de historias salidas de Las mil y una noches, mientras las occidentales prefieren diseños más sobrios, pero siempre hay excepciones”.

Invitaciones a té y compras a ritmo pausado

El paseante se para a hablar con los comerciantes y escuchar historias de otros tiempos cuando el turismo era casi desconocido en Estambul, mientras se disfruta de innumerables invitaciones a té. Las compras se llevan a cabo a un ritmo pausado, sin las prisas de occidente, con las palabras fluyendo entre las personas mientras se efectúa un amable regateo, siempre entre sonrisas, pero con las 2 partes defendiendo sus intereses hasta llegar a un acuerdo que satisfaga a ambas.

Es imposible describir todos y cada uno de los productos que se venden en esta meca del comercio, desde tapices uzbecos, pasando por alfombras persas o joyas afganas, sin olvidar los productos turcos como las cerámicas de Küthaya, las pipas de espuma de mar de Eskishehir o los kilims nómadas. Pero el Gran Bazar no es sólo un lugar de souvenirs, allí también se encuentran tiendas que venden ropa barata, especialmente solicitada por los habitantes de la ex Unión Soviética que compran grandes cantidades que después venderán en sus países de origen, copias de gran calidad de las mejores marcas internacionales, zapatos de las últimas tendencias o tiendas tan venerables y tan especializadas como la de Mehmet Oztekim, un histórico del bazar que continúa vendiendo gramófonos, o la de Onder Gurger, un prestigioso relojero.

Una mezcla única de oriente y occidente

A medida que uno pasea, se encuentran pequeñas puertas que dan acceso a los caravasares, utilizados como talleres, almacenes, o simplemente para albergar más tiendas. Aunque las caravanas y los camellos hace ya mucho tiempo que dejaron de llegar, en algunos de ellos aún se conserva ese ambiente pretérito, decadente, que impulsa la imaginación hasta convencerse de que la siguiente caravana esta a punto de llegar.

Pero incluso la leyenda del Gran Bazar agota al visitante, y cuando las fuerzas empiezan a flaquear no hay mejor lugar para descansar que la histórica chaykhana Shark Kahvesi, en una de las principales confluencias del bazar, un privilegiado puesto desde donde observar el ajetreo y beber un reparador café turco.

El Gran Bazar no es sólo una trampa para turistas o un simple centro comercial embellecido al estilo oriental, es también un lugar que forma parte de la historia de la inmortal Estambul, donde descubrir parte de la magia de esta ciudad de la mano de sus habitantes, que con sus palabras te mostrarán algunos de sus secretos y te transportarán a otros tiempos, a otros lugares, hasta que quedes hipnotizado por la mezcla única de oriente y occidente que se dan cita en esta metrópoli única.

Texto y fotos: Elena Senao

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