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HIPERTENSIÓN

Nueva guía para el manejo de la hipertensión arterial

JANO.es · 11 enero 2008

Se trata de la primera que se ha elaborado contando con el consenso de nueve sociedades científicas españolas implicadas en el manejo de esta enfermedad

El Dr. House es ejemplo de uno de los principales problemas de la sociedad: su errónea relación dialéctica con el mundo, caracterizada por una actitud egoísta que se refleja en un trato irrespetuoso, cosificador y utilitarista.

Referentes

Algunas ocurrencias del Dr. House

• Descubre que los problemas de una paciente se deben al consumo de drogas y le dice a su marido: “Tardaremos una hora en darle el alta. Después podrá llevársela y divorciarse de ella”.

• Los médicos creen que una paciente que se está sometiendo a un tratamiento de fertilidad podría tener un cáncer: “Ecografiadle el útero, a ver si ahí dentro está creciendo algo que no tome biberón”.

• Foreman pregunta a House si ha leído la historia de un paciente: “La empecé, pero los personajes me parecían muy bidimensionales”. • Sobre un paciente del que han descubierto su enfermedad: “Enhorabuena Chase, es cáncer. Aseadlo y que se lo quede oncología, la fiesta es suya”.

• A un paciente al que están haciendo unas pruebas: “Enhorabuena, ha sido tumor”.

• Su equipo le pregunta por qué va a arriesgar la vida de una niña con una nueva operación: “Es que Wilson está pesado con darle otro año de vida para despedirse de su mamá. Debe ser tartamuda, la pobre”.

Si los guionistas de la serie televisiva House (Canal Cuatro) son tan buenos como parece, deberían tarde o temprano revelar la auténtica personalidad del insufrible y malencarado Gregory House. Resulta curioso el interés que esta serie ha levantado, no en el público general, donde también lo ha hecho, sino precisamente en un colectivo al que las series de médicos no suelen atraer lo más mínimo: los médicos. Cabe preguntarse cuál es la razón de este inusitado interés de los galenos por una serie como ésta, ya que si algo la define —aparte de su protagonista, sobre el que hablaremos más adelante— es precisamente su irrealidad desde el punto de vista médico: los profesionales son “totipotenciales”, capaces de realizar una angiografía, meterse en el laboratorio buscando ANA, reducir una fractura o realizar una exhaustiva exploración física, y esto tanto en urgencias como en pediatría, medicina o cirugía; los casos son tan complicados como irreales, los pacientes pluripatológicos, con enfermedades cuya probabilidad de aparición es casi la de que toque el gordo de Navidad, pero la de que se den 2 o 3 procesos de ese tipo en un mismo paciente es más lejana que la Primitiva; las tomas de decisiones no suelen estar basadas en la evidencia, abundan los errores en la información sobre numerosas enfermedades que aparecen; muchos de los cuadros clínicos se presentan muy desordenados, se abusa del diagnóstico ex iuvantibus y las soluciones terapéuticas son inusualmente rápidas, por sólo citar algunas de las características más destacadas.

Medicina occidental hipertecnificada

La respuesta a este interés de los profesionales por House creo que se encuentra principalmente en dos aspectos: el primero es que la serie tal vez no pretenda presentarse como una serie médica, sino como una caricatura, un esperpento de la medicina occidental hipertecnificada, algo que sólo los médicos pueden captar en su total dimensión —pero… ¡ojo! no así el público general, y en esto radica uno de sus principales daños colaterales— y una de las razones principales de que a aquellos les haga tanta gracia, pero también porque es el retrato de un profesional desequilibrado hasta la carcajada, en el que muchos profesionales ven a un borderline gracioso —que generalmente les recuerda a…— y otros, por qué no decirlo, sienten cierta identificación personal.

Efectivamente, House es un colega que se nos presenta sobre todo sarcástico, irrespetuoso no sólo con pacientes sino con compañeros, residentes y estudiantes; adicto a drogas, narcisista, tullido físicamente y desde luego psíquica y emocionalmente. El perfil psicopatológico de este Dr. House es, sin embargo, el mayor logro de David Shore, su creador, ya que detrás de él se esconde una especie de “mito”, de arquetipo. Pero ¿arquetipo de qué? Es posible que muchos lo vean como arquetipo del poderío cientificomédico occidental; sin embargo, una aproximación crítica a este personaje revelaría las miserias y debilidades que encierra esta visión del mundo y por extensión de nuestra sociedad, revelándonos así la tremenda crisis por la que atravesamos los occidentales. Pero no, digámoslo, si algo encierra su figura es la de un desequilibrado del tipo depresivo o maníaco-depresivo… con poder.

Diagnóstico-ficción

Permítaseme para ello hacer un poco de diagnóstico- ficción —a la vez que se me debe perdonar mi pretensión houseoniana ¡claro!—. Centrémonos entonces en la persona House primero y después en la relación dialéctica que mantiene con la realidad circundante —la forma en la que se conduce—. La serie, a lo largo de los capítulos, nos da importantes datos sobre su perfil biográfico: sabemos que es separado y que la relación con sus padres se caracteriza por un visceral rechazo paterno, pero con una buena relación materna —a la que, sin embargo, también rechaza—, todo esto lo vimos en un capítulo.

Tomando el punto de vista psicodinámico, podemos identificar el meollo de su inmadurez: se trataría de una relación edípica complicada, un caso de estancamiento en fase oral. Probablemente House tuvo una adolescencia temerosa hasta que encontró el refugio intelectual del diagnóstico médico —esto, evidentemente, no se nos muestra—; de esta manera, su fortaleza diagnóstica sería una fachada tras la que se ocultaría una personalidad inmadura y débil. Esta inmadurez también se manifiesta en el terreno del amor, para el que se le ve incapacitado, y sería una de las razones de su fracaso matrimonial: ambigüedad frente a esa abogada con carácter, su objeto amado, perdido y todavía querido, con el que le es extremadamente difícil reestablecer la unión —en algún capítulo se nos ha mostrado cómo House, con esta finalidad, echa mano de los más rocambolescos ardides, como por ejemplo acceder al historial psiquiátrico de ella para así conocer sus problemas y los puntos débiles de su relación con su actual pareja.

Dialéctica con el mundo

Su narcisismo es uno de los aspectos que mejor revelan la dialéctica que House mantiene con el mundo. Detrás se esconde la fijación materna que le ancla en el estadio oral: sólo es capaz de querer aquello que ya quiso, él mismo y su madre. Este querer narcisista —quiere en la medida en que las personas le gratifican— es lo que le hace carecer de nexos con lo que le rodea, su presencia en el mundo es así forzada hasta el extremo en la serie ante los pacientes y el resto de su equipo. Su constante ausencia se revela en cada capítulo cuando, frecuentemente, el guionista nos lo presenta solitario, bien a bordo de su potente motocicleta, en su despacho, con videojuegos, o en los vestuarios aislado con su iPod, no recuerdo si escuchando a Turandot, Butterfly o a Mimí —en cualquier caso, y curiosamente, todas ellas castigadas heroínas de Puccini.

House es incapaz de categorizar justamente la realidad, por eso el espectador lo encuentra alejado de ésta, no realmente sumergido en ella, “en realidad no parece un médico, no viste como un médico, no se comporta como tal”, dice el televidente —y en esto radica gran parte del poder de atracción del personaje y de su gracia—, es decir, no entabla una relación mínimamente verdadera con la realidad médica, ni tampoco con la general. A esto es a lo que Carlos Castilla del Pino llamaría un proceso de aprehensión de la dialéctica de la relación “inobjetivo”. ¿Qué significa esto? Que la relación de House con los que le rodean es categóricamente falsa: un ejemplo que todos podemos entender fácilmente es la imposibilidad de hacer medicina ignorando por completo el sufrimiento humano y dejando de mostrar un mínimo grado de empatía en la relación con personas enfermas y en situaciones extremas. Sin embargo, House lo hace, y lo hace porque está incapacitado por completo para evitarlo.

Atractivo como histrión

Desde la perspectiva dinámica, se ha denominado “socialización de la persona” a aquel estadio del desarrollo personal en el que el sujeto demuestra su solidaridad con el mundo, con la realidad; es entonces cuando se considera que se adquiere la máxima madurez. He aquí la causa más llamativa de la inmadurez y la patología de House —y también, repetimos, de su atractivo como histrión— y de sus principales síntomas antes descritos: su egoísmo, reflejado —ya lo hemos señalado— en su dificultad para querer a nadie, en su soledad afectiva, en sus acciones médicas buscando el diagnóstico por el diagnóstico, fin en sí mismo, gratificador sólo para el protagonista del reto intelectual que supone; como él dice en alguna ocasión: “No soy médico, soy diagnosticador”. Su debilidad frente a la fijación al objeto destacada en la descripción de los nexos de unión a las personas que le rodean y su soledad, la cual, en tanto que no se nos presenta en fase depresiva propiamente, es un estar-solo-entre-los-que-le-rodean. La serie destaca al personaje de una manera absoluta —con su vestimenta, su potente motocicleta…— por encima de cualquier otro, incluido su compañero el oncólogo James Wilson, único capaz de igualarlo, pero sin embargo muy distante de él.

Angustia reprimida

Desde luego, no pretendo hacer aquí un diagnóstico psicopatológico exhaustivo, que sería imposible y probablemente criticado por los psiquiatras. Seguramente, estos verán en el personaje otros rasgos que tal vez contribuyan a definir mejor su personalidad y su patología; sin embargo, no quiero dejar de destacar el sufrimiento de House por todo esto, la angustia que vive. En algunos episodios hemos visto en el colofón del mismo un House que aparece a hurtadillas en el escenario donde un paciente recuperado vuelve a mostrar lo que mejor sabe hacer —en un partido de fútbol americano, en una representación…— como mostrándonos su satisfacción íntima por esa recuperación de la persona. Son en esas escasas escenas donde Shore nos presenta al House que se sabe culpable, tal vez su sentimiento más potente, haciéndonos así inteligible este sufrimiento y su permanente estado de angustia. Desde un punto de vista clínico, la serie —que yo sepa— no nos muestra con claridad la existencia de fobias u obsesiones manifiestas en House, lo que nos lleva a pensar que se trata de una angustia reprimida que tendría en su conducta regresiva, y sobre todo en su interpretación del mundo —su rigidificación dogmática, su intolerancia, su fanatismo científico en suma—, su mejor expresión.

El poder de la ciencia

Sin embargo, no creo que los guionistas finalmente presenten esta auténtica naturaleza de House. Al contrario, el mensaje va dirigido a transmitir el poder de la ciencia y la fe en el progreso; no cabe, pues, la licencia sincera de desvelar su amarga existencia y el sufrimiento que ésta esconde. Podemos entrever que los guionistas prefieren resaltar antes que la debilidad de lo humano la fortaleza de la técnica, aunque, como hemos visto, esta fortaleza sea engañosa.

Pero el personaje House y su principal problema —su falsa relación con lo que le rodea— representan paradójicamente un buen ejemplo de uno de los principales problemas de la sociedad en la que éste vive, a saber, la relación dialéctica errónea —si se me permite transmutar este término a la dinámica sociológica— de ésta con el mundo —es decir, con otras sociedades y con el entorno natural—, caracterizada, entre otras cosas, por una actitud despreciativa y egoísta que se reflejaría en un trato desigual, irrespetuoso, cosificador y utilitarista que busca satisfacer sus propios fines ignorando las necesidades más elementales de aquellos con los que se relaciona.

Digresión sin pretensiones

Si bien Nietzsche inauguró la visión crítica de una cultura occidental enferma, fue Spengler en su Decadencia de Occidente el que, tal vez con más claridad, equiparase los conceptos de civilización y ser vivo, en el sentido de que los primeros pasarían por una serie de etapas similares a los segundos en su ciclo vital. Pero tal vez haya sido nuestro Ortega en su Rebelión de las masas el que más agudamente ha descrito las características que mejor definen la involución egoísta y la desconexión con la realidad que sufren las sociedades en decadencia en general y la nuestra en particular. Creo que House es un típico producto de la era Bush, y en este sentido resulta interesante el paralelismo entre su estar en el mundo y el estar en el mundo de su sociedad que es, por cierto, también la nuestra.

En este artículo he pretendido, primero, aproximarme a un análisis psicopatológico necesariamente superficial para después apuntar sólo la posibilidad de llevarlo más allá de los límites de la psique y la dialéctica relacional personal, apuntando la hipótesis de un posible paralelismo sociológico. Mi intención ha sido sobre todo la de realizar una digresión sin mayor pretensión que la del entretenimiento del lector perspicaz, pero también la de mostrar que la apetitosa manzana que nos muestran los agresivos guionistas de House tiene gusanos dentro.

 Los médicos creen que una paciente que se está sometiendo a un tratamiento de fertilidad podría tener un cáncer: “Ecografiadle el útero, a ver si ahí dentro está creciendo algo que no tome biberón”.

Bibliografía

Castilla del Pino C. Un estudio sobre la depresión. Barcelona: Península; 2002.

Freud S. El malestar en la cultura. Madrid: Alianza; 1966.

Ortega y Gasset J. La rebelión de las masas. Madrid: Alianza; 1983.

Spengler O. La decadencia de Occidente. Madrid: Espasa Calpe; 1976.

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