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JANO.es y agencias · 25 marzo 2008

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Un ejemplo de ilustraciones anatómicas, en este caso macroscópico, realizadas por artistas y médicos. Acuarela anatomopatológica procedente del museo de la Cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, impulsado y dirigido por el Dr. Ángel Ferrer Cajigal entre 1923 y 1936, que representa un infarto renal con puntos de supuración, firmada por L. Reitg (c. 1920-1930) (inv. 150).

El interés por la anatomía humana y animal, por la fascinación de descubrir sus interioridades, forma parte de un largo recorrido que se inicia ya durante la prehistoria. Fue, sin embargo, a partir del siglo XV, mediante el desarrollo de la imprenta y del arte del grabado, cuando las ilustraciones anatómicas proliferaron. Se atribuye a Leonardo da Vinci la sentencia: “Aquel que no dibuja, no observa” (c. 1472).

En el contexto del trabajo de Andreas Vesalio, De Humani Corporis Fabrica (1543), las ilustraciones de la anatomía humana se extienden a un amplio conjunto de publicaciones, por su temática o por su público y tanto en las ciencias como en las artes. La observación directa del cadáver disecado dio lugar a un proceso de comparación, corrección y producción de resultados en forma de nuevos textos ilustrados, convirtiendo la producción de las imágenes resultantes en un capítulo central de la anatomía científica durante los siglos siguientes. La ilustración se convirtió desde entonces en un instrumento fundamental para la difusión de nuevos conocimientos médicos. Desde el siglo XVII, emergió una nueva forma de representación anatómica, el espécimen, un nuevo medio que permitió coleccionar y exhibir mediante la producción de preparaciones anatómicas, normales y patológicas, naturales, húmedas o secas, y artificiales, en materiales tan diversos como la madera, la cera, el yeso o el cartón- piedra. Sin embargo, la ilustración médica, en concreto anatómica, mantuvo su vigencia. Ésta, de hecho, se multiplicó gracias al desarrollo de nuevos métodos de impresión, a la incorporación del color a través de la cromolitografía y a la ampliación de las escalas en bellos textos. Más allá de la composición de las imágenes, la nueva anatomía se caracterizó por la tendencia obsesiva a detalle, por la representación hiperrealista. La constitución de la anatomía como ciencia en el tránsito al siglo XIX desvió la ilustración médica imaginativa y fantástica a otros ámbitos. Y ya en el paso al siglo XX las principales escuelas germánicas de anatomía y fisiología consolidaron la importancia del ilustrador anatomista, exportando incluso a Estados Unidos el germen de un verdadero programa universitario y asociativo —la Asociación de Ilustradores Médicos se fundó en Illinois en 1945.

A mediados del siglo XIX, nuevas formas y técnicas de registro objetivo de la realidad entraron en competición con la ilustración médica y con las otras formas descritas de representación de la anatomía humana, tales como la fotografía y, ya en el tránsito al siglo XX, la radiografía. En la década de 1850, las esperanzas puestas en el nuevo “arte de la verdad” o fotografía, entendida como parte integral de la medicina, resultaron prematuras a causa de las dificultades técnicas que se debían superar. La fotografía médica se hace cada vez más visible entre los profesionales de la medicina españoles a partir de los años 1880, tanto para los primeros registros gráficos de diferentes patologías como para la recolección de las observaciones efectuadas con el microscopio. La aplicación de técnicas de fotomicrografía, de manera especial mediante la ejecución de fotografías estereoscópicas que permitían aumentar la profundidad de campo e ilustrar con mayor claridad los elementos de la imagen, conoció un auge paralelo al desarrollo de la microbiología. Representantes conspicuos de la nueva disciplina, como Robert Koch, consideraron definitiva la técnica de la fotomicrografía, ya que podía constituir un medio para evitar las impresiones subjetivas y las representaciones controvertidas realizadas mediante el microscopio. Durante estos años, las críticas a la ilustración médica arreciaron bajo la acusación de no recoger la verdad de la naturaleza observada, de pasar por el tamiz distorsionador e inconsciente del artista. A pesar de estas críticas, se mantuvieron vigentes las ilustraciones de imágenes microscópicas anteriores a la aplicación de la fotografía. La mayor parte de los atlas médicos publicados hasta mediados del siglo XX, entre otros los de anatomía, histología, hematología, neurología o microbiología, aportaron ilustraciones de representaciones microscópicas. No fue hasta la década de 1960 cuando se superaron las deficiencias de la fotografía en color y se impuso un nuevo proceso de impresión fotolitográfica, la litografía offset, que permitió la reproducción fotográfica de textos e ilustraciones.

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