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Prácticas de reanimación cardiopulmonar para la población general

JANO.es y agencias · 05 octubre 2007

La iniciativa se enmarca en el XXIX Congreso Nacional de SEMERGEN, que se celebra en Sevilla, y cuenta con el apoyo del Instituto Tomás Pascual Sanz

Hace 50 años la mayoría de los estudiantes de medicina eran hijos o familiares de médicos, cuando en la actualidad, según una encuesta del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona, sólo el 12% y el 7% tienen padres o abuelos médicos, respectivamente.

Mi elección de hacer medicina fue consensuada. Mis alternativas se debatían entre todas las carreras que tenían que ver con la biología, pues siempre he sido un enamorado de esta ciencia --entomólogo aficionado desde la infancia--. La elección entre veterinaria, medicina, biología o farmacia la hice por consejo paterno y una cierta tradición familiar. Que Konrad Lorenz, Karl von Frich y Niko Tinbergen, padres de la etología --Premios Nobel de Medicina en 1973--, hubieran estudiado medicina fue un argumento añadido de que siempre podría dejar la profesión y dedicarme a otros aspectos biológicos de la vida.

Tal vez fuera por este sentimiento de culpabilidad, de no servir para lo que me estaba preparando, que cada verano, una vez acabadas las clases, iba a algún hospital a aprender y a demostrarme a mí mismo que estaba hecho para ser médico. En fin, que no nací médico sino que me hice médico y actualmente me considero feliz practicando mi profesión.

Cuando mi hijo mayor, también interesado por la biología, tuvo que elegir carrera, volvió a planteárseme la elección. Si bien es cierto que, por mi orgullo personal, quería que fuera médico, como padre opté por dejarle elegir y no influirle, ya que sabía que la carrera de medicina es muy larga --de "obstáculos", como ha dicho alguno-- para llegar en algunos casos a una gran decepción. Mi hijo no eligió ser médico, ni biólogo, sino estudiar una ingeniería, aunque en su primer año, según me ha contado, de vez en cuando se perdía por alguna clase de la facultad de biología.

Aunque el ambiente familiar es en nuestro caso muy favorable a todo lo que tiene que ver con lo sanitario --mi mujer es enfermera--, la impresión que recibimos, reflejada en los comentarios de nuestros hijos, es que nuestro trabajo está mal pagado --nos debemos quejar, sin querer--, la empresa para la que trabajamos nos ignora y a veces maltrata, al tiempo que tenemos que tratar con las miserias y exigencias de la gente y estar siempre dispuestos --consultas telefónicas-- a atender las necesidades de enfermos a cualquier hora. Y todo ello con la impresión, que nos manifiestan, de que la consideración social del médico de familia es más bien escasa.

Nuestros hijos, en general, son menos idealistas y más prácticos. Eligen pensando en el trabajo al que se van a dedicar, cuánto les va a costar y qué van a percibir por ello. Aunque no sepan economía, no cabe duda que valoran el "coste de oportunidad" de realizar medicina, pues un buen coeficiente de acceso, además de 10 años de formación --carrera y MIR-- para acabar cobrando como un funcionario, y con la cada vez más amenazante espada de Damocles de las denuncias médicas, da para plantearse otras alternativas menos costosas. Posiblemente, nuestro idealismo y una cierta inercia familiar nos hizo entrar en una aventura universitaria sin atender a la meta.

Hablando con compañeros médicos de familia con hijos en la universidad, es muy extraño encontrar alguno con un hijo que estudie medicina, y nuestro caso y comentarios no son la excepción. Hace 50 años la mayoría de los estudiantes de medicina eran hijos o familiares de médicos y las sagas de médicos, corrientes, cuando en la actualidad, según una encuesta del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona, el año pasado, sobre una muestra aleatorizada de 611 médicos, sólo el 12% y el 7% tienen padres o abuelos médicos, respectivamente.

Tal vez este cambio de actitud de nuestros hijos tenga que ver con que la inmensa mayoría de los médicos somos personal asalariado de alguna empresa --pública, fundamentalmente--; el trabajo independiente, que definió nuestra profesión, es puramente residual en la atención primaria, y esto crea una imagen distinta en nuestros hijos de la que recibimos de nuestros ancestros.

Que según otro estudio sobre 449 médicos --Instituto de Estudios Laborales y Escuela de Negocios ESADE-- el 87,8% de los médicos de atención primaria se ha sentido agotado emocionalmente a causa de su trabajo, y el 71,1% considera haber fracasado en su profesión justificaría que al 65,4% de éstos --encuesta realizada en el congreso de la semFYC en Barcelona hace un par de años por la "Plataforma diez minutos"-- no les gustaría que sus hijos hicieran la carrera de medicina.

A pesar de ello, las facultades están repletas de estudiantes que quieren ser médicos, y no cabe duda de que muchos de ellos optarán por ser médicos de familia. ¿Cuál es la explicación? ¿Será que la consideración social de médico es aún elevada aunque éste no lo perciba? ¿Será que los estudiantes, al no conocer la problemática del médico de hoy, tienen una visión excesivamente ideal? ¿Se deberá a que las series televisivas influyen de una manera determinante sobre la elección de nuestros jóvenes?

“Que el 87,8% de los médicos de atención primaria se haya sentido agotado emocionalmente a causa de su trabajo, y el 71,1%
considere haber fracasado en su profesión, justificaría que no deseen que su hijos hagan la carrera de medicina.”

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