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INFORMÁTICA MÉDICA

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JANO.es · 17 enero 2008

Se trata de un proyecto financiado por la Unión Europea en el que participan investigadores de cinco países, entre ellos España

Un amigo periodista me confesó hace unos días que en su trabajo diario, es decir, cuando trata de informar a los lectores, procura dejar las florituras a un lado y utilizar únicamente las palabras precisas.

– Pues me parece bien —le dije—. Yo también pienso que los informadores —y, sobre todo, ciertos literatos aficionados a la pirotécnica verbal— deberían imponerse el gran principio de economía de lenguaje, que recomienda no contar con ocho palabras lo que puede contarse con cuatro. Que sean luego los lectores quienes, situándose más allá de la información que se les brinda con tanta asepsia, complementen la noticia con su imaginación, iluminándola con los colores que prefieran..., aunque corran el riesgo de que no se ajusten a la realidad.

Mi amigo me pidió que le pusiese un ejemplo de lo que consideraba una buena muestra de la condensación informativa. Pensó, tal vez, que estaba siguiéndole la corriente y quiso asegurarse de que nuestros criterios coincidían realmente. Le contesté que tres días antes leí en la página de sucesos que unos perros guardianes habían dado muerte a un merodeador nocturno que saltó la verja de una empresa.

– Lo que quería el ladrón, según el informador, no era robar en la empresa, sino apoderarse de un cachorro. Cuando se disponía a huir con el perrito en brazos, le atacaron los otros perros, le arrastraron al interior del patio y le hirieron de muerte. Un policía le encontró agonizando al otro lado de la verja. En aquel momento sólo llevaba puesta las botas. Los perros le habían dejado en cueros a dentalladas. Al día siguiente, durante el funeral, el párroco habló de la marginación que sufría la v´Ictima, alcohólico que dormía por las noches en la calle. Eso es lo que contaba el diario, pero, desde entonces, ese suceso me está dando vueltas por la cabeza.

– ¿Y a qué conclusión llegaste?

– Lo que yo pienso ahora es que ese ladrón arriesgó su vida por un cachorrillo que hubiese aliviado su soledad, pero que los perros adultos, actuando en nombre de los hombres, le negaron incluso aquel trocito de vida palpitante que hubiera puesto un poco de ternura en su vida. Le negaron la posibilidad de intercambiar dulces miradas con otro ser vivo. Prefirieron mandarle al cementerio. Todo eso no lo contó el periodista.

– Pues a mí me parece que hubiese podido ahorrarse también su referencia al funeral y al hecho de que los perros dejaron al ladrón en cueros y sólo con las botas puestas —opinó mi amigo—. Yo eso tampoco lo hubiese puesto.

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