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GINECOLOGIA

Problemas respiratorios en recién nacidos por cesárea

JANO.es · 14 diciembre 2007

Un estudio danés publicado en el “British Medical Journal” indica que los niños nacidos por cesárea electiva tienen hasta cuatro veces más probabilidades de desarrollar tales problemas que los nacidos por vía vaginal o cesárea de emergencia.

La idea, tan frecuente, de pensar que los valores son completamente subjetivos y que, por tanto, sobre ellos no cabe ningún tipo de objetividad es completamente falsa.

Referentes filosóficos

Sócrates (470-399 a. C.)

Su contribución a la filosofía ha tenido un marcado tono ético. La base de sus enseñanzas fue la creencia en una comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo. El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de una verdad absoluta que sirviera de fundamento a la ética personal y a la organización política de la sociedad.

En medicina se consideran disciplinas humanísticas todas aquellas que se ocupan de las dimensiones que no son estrictamente biológicas o físicas de la salud y la enfermedad, sino culturales. La enfermedad es un hecho natural, pero es también un valor cultural. Lo que las ciencias de la cultura han predicado insistentemente es que la salud y la enfermedad no son meros hechos biológicos, sino también y al mismo tiempo valores históricos, sociales, culturales, etc., y que por tanto el médico no las entenderá correctamente si no es capaz de analizarlas también desde estas perspectivas.

Pero el hecho de que nos hayamos puesto de acuerdo sobre la importancia del mundo del valor en medicina no significa que conozcamos bien ese mundo, ni siquiera que sepamos en qué consiste. La idea, tan frecuente, de pensar que los valores son completamente subjetivos y que, por tanto, sobre ellos no cabe ningún tipo de objetividad es completamente falsa. Es la que llevó, en el siglo XIX, a creer que la única manera de objetivarlos era convirtiéndolos en hechos.

Las opiniones políticas, se dice, o las creencias religiosas, son completamente subjetivas, y sobre ellas no cabe discusión posible. Lo que sí es un dato objetivo es que las gentes tienen ideas políticas y opciones religiosas. Por tanto, lo que podemos hacer es analizar esos hechos, el hecho social de las distintas opiniones o creencias en materia religiosa, política, estética, moral, jurídica, etc. Ésa es la razón por la que en el mundo anglosajón a estas ciencias se las denomina, en general, “ciencias sociales”. Su objetivo es el estudio de las opiniones, creencias, valoraciones, etc. de las personas, pero en tanto que hechos, sin entrar en el estudio de las valoraciones en tanto que tales, ya que se consideran subjetivas. Esto es lo que expresa la sabiduría popular diciendo que “sobre gustos no hay nada escrito”, lo que, además de una simpleza, es completamente falso.

Valor y hecho

Hay, pues, una dimensión del valor que es su análisis en tanto que hecho. Éste es el objeto de estudio de las ciencias sociales, y en el caso de la medicina de las llamadas ciencias sociomédicas, las ya varias veces aludidas. Pero con esto no se ha hecho más que rozar el problema del valor, porque si los valores, como hemos indicado, gozan de una cierta objetividad, es de suponer que también sobre ellos se podrá levantar un saber, y no sólo sobre los valores en tanto que hechos, sino como tales valores. Las disciplinas que se dedican a ello ya no se llaman ciencias sociales, se llaman humanidades. Y las que se ocupan del estudio de los valores en el ámbito de la medicina se denominan humanidades médicas.

Las ciencias sociomédicas se ven a sí mismas como disciplinas científicas. Pues bien, las humanidades en general, y las humanidades médicas en particular, no se denominan ciencias, ni se tienen por tales. Su filiación va por un camino muy distinto. Si se sienten deudoras de algo, es de la filosofía y de sus saberes aledaños, como el arte o la literatura. Se ven más próximas a la filosofía que a las disciplinas, duras o blandas, sobre hechos. Y eso porque sólo la filosofía se ha ocupado del estudio del valor en tanto que valor. Este tipo de estudio requiere unos métodos, y éstos son, precisamente, los que desde siempre ha venido utilizando la filosofía.

Si nos remontamos a los orígenes de ésta, e inquirimos qué es lo que discutía Sócrates con sus discípulos en el Ágora de Atenas, la respuesta sólo puede ser que siempre discutían de lo mismo: sobre valores. Unas veces era sobre el valor justicia, otras sobre el valor piedad, otras sobre la belleza, etc. Y advertiremos también una cosa fundamental, y es que haciendo eso Sócrates creía que estaba contribuyendo decisivamente a la formación de los jóvenes.

Valores son cualidades

Sobre los valores se puede discutir. Ello se debe a que no son puramente subjetivos, por más que su objetividad tampoco sea total. Los valores, sin duda, no pueden manejarse de forma matemática, como una operación de álgebra o trigonometría. La matemática tiene su propio método, y éste es la demostración. Cuando decimos de los valores que no pueden manejarse de forma matemática, lo que queremos dar a entender es que no cabe demostrarlos. Que dos y dos son cuatro no es un valor, es un hecho. De lo cual cabe concluir que, en general, los métodos cuantitativos no son los más propios para sel estudio de los valores. Los valores son cualidades, no cantidades.

Sócrates no utilizaba ninguno de los métodos que hoy son del dominio de la ciencia, dura o blanda. Su método era otro. Dialogaba con sus interlocutores. Dialogar es intercambiar lógoi, razones. ¿Por qué? En primer lugar, porque sobre los valores se pueden dar razones; más aún, hay que darlas. Los valores no pueden ser actitudes completamente irracionales, entre otras cosas porque se dan en seres humanos, y éstos son y no pueden no ser racionales. Pero es que además, y en segundo lugar, se considera que el diálogo, el intercambio de razones, puede incrementar nuestro conocimiento del asunto o tema de que estemos tratando. Lo cual supone, de una parte, admitir que nuestras razones no son absolutas; que los demás, dando razones distintas e incluso opuestas a las nuestras, pueden ayudarnos en nuestro camino hacia la verdad. Por tanto, que ellos también pueden tener razón, por más que sus razones y las mías sean distintas. Es más, el diálogo parte del principio de que, intercambiando razones, ambos podemos incrementar nuestro conocimiento del asunto y, de ese modo, acercarnos algo más a la verdad.

Incrementar la coherencia

Esto es lo que hacía Sócrates en el Ágora de Atenas. No intentaba demostrar nada, no procedía como un matemático, ni tampoco buscaba imponer su propio criterio. De hecho, nunca decía a los discípulos lo que debían hacer. Lo único que procuraba era incrementar la coherencia, no imponer la verdad. Y ese incremento de la coherencia lo buscaba a través de un método, hoy conocido con el nombre de élenkhos o refutación. Refutar las incoherencias, a fin de que poco a poco vaya haciéndose la luz y la verdad se abra paso.

Sócrates nunca creyó estar en posesión de la verdad. Él siempre se consideró a sí mismo un buscador de la verdad. Eso es lo que significa, etimológicamente, “filósofo”. Y permitir que cada uno dé de sí lo mejor que tenga dentro. Que sus valores sean los mejores posibles, y que sean coherentes. No se trata de que todos tengamos los mismos valores; se trata de que todos reflexionemos sobre nuestros valores y optemos por los mejores, aun a sabiendas de que nuestro punto de vista no es absoluto, que no los podemos defender de modo apodíctico, ni por tanto demostrar, y que los valores de los demás pueden ser tan buenos o mejores que los nuestros, y que si guardan una mínima coherencia merecen respeto. Saber es, en primer lugar, tener conciencia de los límites del propio saber. Eso es lo que Sócrates nos enseñó, el “saber del no saber”.

“Las opiniones políticas, se dice, o las creencias religiosas, son completamente subjetivas, y sobre ellas no cabe discusión posible. Lo que sí es un dato objetivo es que las gentes tienen ideas políticas y opciones religiosas.”

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