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CIRUGÍA

Reparación endovascular del aneurisma aórtico abdominal

JANO.es · 31 enero 2008

Un estudio publicado en "The New England Journal of Medicine" concluye que esta intervención es preferible a la cirugía abierta

El autor se pronuncia por la necesidad de invertir en la educación científica de los españoles, consciente de que es bueno y aconsejable que el ciudadano tenga una cultura científica capaz de condicionar las decisiones de los gobiernos.

La frase de don Miguel de Unamuno, “que inventen ellos”, refleja muy bien la actitud de los españoles, y por tanto de sus políticos, que han dado la espalda a la ciencia a todo lo largo del siglo XX. En este siglo, España alcanzó un desarrollo económico equiparable al de otros países de nuestro entorno, pero no se ha molestado en inventar un coche propio, una vacuna o fármaco innovador o un ordenador. Nos hemos especializado en el pago de royalties a otros países, de los que inexorablemente dependemos. Leo en los periódicos de estos primeros días de 2006 que España vende aviones a Venezuela, pero que por razones políticas Estados Unidos veta esa venta ya que no facilitará a España la tecnología necesaria para construir esos aviones. Son las consecuencias de haber seguido al pie de la letra la frase unamuniana.

¿Es bueno que el ciudadano de a pie tenga una buena cultura científica? Creo que sí. ¿Se están poniendo los medios necesarios para que los 44 millones de españoles la adquieran? Creo que no. Sin embargo, ahora hay museos de ciencias, se organizan jornadas de puertas abiertas en centros de investigación, conferencias, programas de televisión y periódicos y revistas se hacen más eco de los avances científicos. El problema es que todas estas actividades tienen muy pocos “clientes”, ¿quizás el 1% de la población? Creo que los países subdesarrollados científicamente, caso de España, deben hacer un esfuerzo mucho más intenso que los ya desarrollados. Éstos invierten en ciencia mucho más que España y lo hacen desde hace muchos años. Es más, convencidos de lo acertado de esas inversiones, las incrementan cada año; por ello España debe hacer un esfuerzo muy especial si queremos alcanzarlos algún día. Y no lo estamos haciendo. Este esfuerzo extraordinario no se hará hasta que los ciudadanos obliguen a sus representantes políticos a dar ese paso. Y los ciudadanos empujarán en la medida que aumente su cultura científica y su sensibilidad por la ciencia, garantía del progreso social y económico de un país y de su independencia y respeto en el ámbito internacional.

El ciudadano bien informado puede condicionar las decisiones de los gobiernos. Bien es verdad que también puede entorpecerlas, ya que en países como Alemania, el Reino Unido o Estados Unidos está surgiendo una corriente social que presenta resistencia al desarrollo científico. Quizá se deba al deterioro del medio ambiente, a la manipulación genética de los organismos vivos, a las células madre de origen embrionario y otros temas de rabiosa actualidad y de connotaciones éticas. Un ejemplo de resistencia social lo proporciona la negativa de muchos padres del Reino Unido para que sus hijos reciban una vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, debido a la sospecha de que puede producir autismo, una noticia que se publicó en 1998. Algunos científicos defendieron la existencia de este riesgo que caló hondo en la sociedad, a pesar de los mensajes de clínicos y de autoridades sanitarias que aseguraban que la evidencia epidemiológica garantizaba que la vacuna era segura y que no producía casos de autismo.

La accesibilidad a la información de todo tipo en internet, y la cultura científica de los británicos, permitió una interpretación que estaba en desacuerdo con los datos científicos disponibles. La controversia fue especialmente violenta en internet, ya que los propios padres de los niños crearon una “web” contradiciendo los consejos de médicos y autoridades sanitarias a favor de la vacuna. El ejemplo de la controversia británica de la vacuna podría hacer pensar que no es bueno que el ciudadano de a pie posea una cultura científica. No creo que esta conclusión sea válida. Lo que necesitamos son agencias con buena infraestructura e independencia, que analicen los datos disponibles y ofrezcan sus conclusiones diáfanas a la sociedad. Tal es el caso de la prestigiosa “Colaboración Cochrane” que, tras revisar los estudios disponibles y las limitaciones o el rigor de muchos de ellos, concluyó que no había relación entre vacuna y autismo. Esta conclusión no ha impedido que continúe el debate. Ojalá que en España pudiéramos tener muchos de estos debates, como en el Reino Unido. Sería un signo inequívoco de que nuestra sociedad ha adquirido cultura científica y que ni los científicos ni los gobiernos pueden manipularla, ni engañarla. Invirtamos, pues, en la educación científica de los españoles. La FECYT Fundación Española de Ciencia y Tecnología, Ministerio de Educación y Ciencia (FECYT), está desarrollando un programa de difusión de la ciencia; vamos por el buen camino. La ciencia también es cultura.

“La frase de don Miguel de Unamuno, ‘que inventen ellos’, refleja muy bien la actitud de los españoles, y por tanto de sus políticos, que han dado la espalda a la ciencia a todo lo largo del siglo xx.”

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