DROGADICCIÓN

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JANO.es y agencias · 13 mayo 2008

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Cómicos es una palabra bonita, pero tiene un regusto arcaico que provoca cierto rechazo entre los profesionales de la escena que quieren conectar con la modernidad. Prefieren que se hable de actores y actrices. En el pasado el cómico era persona de manutención incierta y de vestir raído, y de ahí que aparezca en la lexicografía de los términos con tendencia al desuso.

Pero hay excepciones y una de ellas es Javier Bardem, que en el brindis por el Oscar conseguido por la película No es país para viejos, levantando la copa, pronunció estas palabras: “Va por los cómicos de España que trajeron la dignidad y el orgullo a nuestro oficio”. A lo largo de los días de celebraciones, la palabra siguió mereciendo la reivindicación y el homenaje del galardonado. De una familia formada por numerosos miembros de la farándula tenía que surgir la idea de honrar el clasicismo de la palabra que unió a toda la saga. Y, curiosamente, no era una novedad en la familia el término, porque el tío Juan Antonio lo utilizó para la primera película enteramente suya, rota ya la firma de codirección Bardem-Berlanga: Cómicos.

Rodada en 1954, con Emma Penella y Fernando Rey como protagonistas, narra un mundo que Juan Antonio Bardem conocía, pues era hijo de Rafael Bardem y de Matilde Muñoz Sampedro. Nació en el teatro y con él recorrió España en los viejos trenes de tiempos de la guerra civil. Igual que su hermana Pilar, la madre del galardonado Javier, que ha brindado por los cómicos que existieron y existen, a los que el tío Juan Antonio dedicó su primer filme. Es una ficción en la que se intercalan pinceladas entrañables de la realidad, vividas por el realizador. En esta circunstancia, el amor a la creación se hace inevitable.

En la elección del tema nadie ha querido ver una casualidad. Juan Antonio había nacido en el teatro y con toda la intención le dedicaba su primer filme. Su vida es una prueba del valor de la vocación. Se dedicó al cine a pesar de la voluntad de sus padres, que seguramente querían evitarle la dura vida de las tablas. Le matricularon en la escuela de ingenieros agrónomos y consiguió un título que nunca ejerció.

Tenía que escribir sobre el Oscar del joven Javier. Me he desviado hacia su difunto tío. Un Bardem que también se sintió orgulloso de dos grandes familias: la del apellido y la de las artes escénicas.