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La impresión de mirar el interior de Picasso (Málaga, 1881- Mougins, 1973), sus sentimientos más íntimos, los hechos que más afectaron su espíritu, sus opiniones políticas, sus gustos artísticos, su admiración por obras y pintores concretos, su pasión amorosa y la razón que le llenaba de vida, la creación pictórica, invade el inmenso espacio de las cuatro salas que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía dedica a mostrar las 400 obras, sólo una parte de las más de 5.000 que posee el Musée National Picasso de París y de las 70.000 que se encontraban en los diferentes estudios del pintor. La potencia de su pintura es tal que uno nota la presencia del artista, como si una fuerza extraña, intemporal en el tiempo terreno, estuviera esparcida por las salas en pequeñas partículas. No es difícil imaginar el rictus irónico de sus labios al observar que al final quien hizo la selección de su obra fue él mismo. ¿Cómo ha sido posible?

La exposición

Las obras, ordenadas cronológicamente en cuatro grandes salas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, desde 1895 hasta 1972, muestran un recorrido que abarca no sólo la obra de Picasso sino también las vanguardias históricas y el devenir de la historia del arte del siglo XX.

La sala 1 (1895-1923), el expresionismo (La muerte de Casagemas, 1901), el llamado período azul (La Celestina, 1904), los inicios del cubismo a partir del arte ibérico y africano (Autorretrato, 1906, y estudios para Las señoritas de Aviñón, 1907), el cubismo analítico junto a los maravillosos ensamblajes de hojalata pintada (Hombre con mandolina, 1911), el cubismo sintético (en el que las formas simplificadas de los collages muestran un exquisito equilibrio de forma y color, hacia 1914) y el retorno a las técnicas clásicas del dibujo de sanguina, pastel y carboncillo, que culminarán en el clasicismo de 1923 (La flauta de Pan), recorren las paredes de la sala 1 del antiguo hospital con una intensidad creativa agotadora.

La sala 2, en la ampliación de Nouvel, se dedica al período comprendido entre 1924 y 1935, en el que el surrealismo marca la línea de unión entre las obras, aunque su carácter personal sea inclasificable en los términos al uso: Picasso, simplemente, pinta. Obras como La Crucifixión, El acróbata, las esculturas realizadas en Boisgeloup o las dedicadas a su joven amante Marie-Thérèse Walter, de líneas envolventes y formas sinuosas rebosantes de sensualidad, avalan el quehacer pictórico del genio.

En la sala en que la Colección Permanente del museo muestra el Guernica continúa el recorrido de la obra picassiana con obras realizadas entre 1933 y 1951. El sentir del pintor ante los hechos históricos ocurridos en su patria cubre las superficies e impregna los temas. Colores oscuros combinados con crueldad dan forma a mujeres llorosas, transidas de dolor, al igual que las imágenes de la Virgen que pueblan las iglesias del territorio español.

La sala 4, de nuevo en la ampliación del museo, recoge los trabajos realizados entre 1947 y 1972. Se muestra en este espacio el bestiario inventado en 1950-1951 a partir de desechos y objetos domésticos en yeso, representado por obras como La cabra (1950). La vertiente de ceramista se ilustra mediante casi una decena de piezas únicas, realizadas entre 1947 y 1957. El taller de La Californie, pintado en memoria de Matisse en 1956 y la serie de los Déjeuners sur l’herbe según Manet, constituyen un testimonio del importante trabajo de relectura de la historia de la pintura que emprende Picasso en aquel momento. Cierran la muestra las figuras de los mosqueteros y toreros, los grandes desnudos y los abrazos, a través de los cuales Picasso retoma los temas de Rembrandt, Tiziano o Velázquez para llevar al límite la dinámica pictórica.

La sala 1 (1895-1923)

La fuerza de la pintura que devoraba al pintor nos acompaña durante todo el recorrido de la presente muestra. El disfrute ante pinceladas y formas que explican una intensa vida en imágenes ajenas a las tecnologías, realizadas con cualquier objeto o material, se hace omnipresente, desde la primera obra.

La sala 2 (1924-1935)

Es tal la intensidad que desprenden las obras que uno se siente devorado por una especie de ameba creativa que se reproduce a velocidad de vértigo.

La sala 3 (1933-1951)

La magnificencia y excelencia de la obra picassiana abruma por su perfección, por las diferencias estilísticas que comparten espacio y tiempo, sin temor a la crítica –que siempre parece buscar la unidad en la obra para encontrar el estilo personal que justifique el valor del artista–, ávidas por expresar una idea de la forma más explícita.

La sala 4 (1947-1972)

“La pintura es más fuerte que yo, me hace hacer lo que quiere” (1963)

Picasso demuestra que la creación no tiene límites, es diversa en todas sus manifestaciones, siempre que la esencia fluya por las formas. Esa intensidad lleva al pintor a encontrar sin buscar, dejándose llevar por el poder de la pintura.

A lo largo de todo el recorrido queda patente la españolidad de Picasso en su obra y el especial interés que tenía por pintores como El Greco, cuyo colorido es patente en la época azul. Españolidad también patente en temas como los toros y el minotauro, que, junto a las pinturas realizadas como rechazo a la guerra, tanto recuerdan el mundo de Goya, sin olvidar su admiración por Velázquez, que le lleva a pintar la extensa serie sobre motivos de Las meninas.

Sólo una cosa se le puede reprochar al genio español: la falta de visión del futuro político de su país. Ahora que España es democrática no poseemos ningún legado del artista si exceptuamos Guernica, que parece recordarnos por qué condenó al pueblo español a no disfrutar de su arte. Picasso se convirtió en representante de España en el exilio, en el artista antifascista por excelencia, pero en realidad, desde sus primeros años de pintor, en 1904, vivió en París, incluso cuando triunfó la República. Ningún gobernante español, ni siquiera el temible dictador, hubiera despreciado la obra del genial Picasso. Millares o Saura –miembros del grupo El Paso, que representaba el arte oficial del régimen franquista desde 1957– son un ejemplo del amplio “talante” ante la obra bien hecha que siempre imperará sobre ideologías caducas en el tiempo ante lo eterno del arte.

Los fondos y la creación del Musée National Picasso de París

La colección de obras de Picasso que se conserva actualmente en el museo cuenta con 254 pinturas, 167 esculturas, 29 cuadros-relieve, 108 cerámicas, 19 papeles encolados, 1.544 dibujos, 58 cuadernos de dibujos, 52 papeles recortados, rotos y/o realzados, 1.979 grabados, 299 matrices de cobre, madera, linóleo o celuloide y 88 libros ilustrados.

El museo se creó en 1985 para presentar el conjunto de las obras procedente de la donación que hicieron al Estado francés en 1979 los herederos del pintor, Jacqueline Picasso, Maya Widmaier, Claude Ruiz-Picasso, Paloma Ruiz-Picasso, Marina Ruiz-Picasso y Bernard Ruiz-Picasso. A estas obras se sumaron piezas procedentes de la colección personal del pintor, que fueron donadas al Estado francés en 1973 y que incluían muestras de arte ibérico, africano, oceánico y occidental, con telas y dibujos de Chardin, Le Nain, Corot, Courbet, Braque, Derain, Miró, Modigliani, Giacometti, Dalí, Balthus y Brauner. Estas obras arrojan luz sobre el diálogo que mantuvo Picasso con los grandes maestros, así como sobre las relaciones de trabajo y amistad que caracterizaron su relación con sus contemporáneos. Todas las obras del museo proceden de los fondos de los sucesivos talleres de Picasso, de la simple pieza en planchas del Bateau- Lavoir parisino, alquilado en 1904, donde el artista pintó La familia de saltimbanquis en 1905 o Las señoritas de Aviñón en 1907, a la amplia casa de Notre-Dame-de- Vie, en Mougins, donde realizó sus últimas telas. Obras “acabadas o inacabadas” que dan acceso a las claves de su devenir interior y al secreto del proceso creativo, donde la mano siempre estaba dispuesta a plasmar el continuo movimiento de su pensamiento. Al conjunto de obras hay que añadir las 200.000 piezas de los archivos privados del artista, formados por su correspondencia, recortes de prensa y fotografías.

 

 

 

Hasta el 5 de mayo de 2008. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid.

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