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III CONGRESO DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE TRASPLANTE

Uno de cada 4 trasplantes de riñón se pierde debido al rechazo por anticuerpos

JANO.es · 10 junio 2014

El rechazo mediado por anticuerpos -también llamado humoral- es una de las principales causas de pérdida del órgano trasplantado a largo plazo y un grave problema en la evolución de los injertos de riñón, corazón y pulmón.

Cuando el sistema inmunitario no reconoce como propio un órgano trasplantado lo rechaza a través de las células o a través de anticuerpos (proteínas que identifican lo que no es nuestro y lo atacan). Este último, el llamado rechazo humoral, supone uno de los principales retos para los profesionales que se dedican al trasplante de órganos, ya que es el responsable de que se pierdan aproximadamente el 25% de los injertos renales.

Además de las causas anteriores, existen otros motivos que se asocian a la pérdida del injerto, como puede ser el hecho de que se reproduzca la enfermedad original, alguna complicación quirúrgica o que se sufra alguna infección. Según el doctor Daniel Serón, jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Vall D'Hebron de Barcelona, “factores como el hecho de tratarse de un donante vivo o cadáver, la edad del mismo y la calidad del órgano determinan la supervivencia del injerto". Los expertos reunidos en el III Congreso de la Sociedad Española de Trasplantes, que se celebra en Valencia, coinciden en que, aparte de las causas bilógicas o médicas, hay un factor esencial para evitar el rechazo: la adherencia al tratamiento.

El doctor Fernando Cosío, director médico para Trasplantes de Riñón y Páncreas de la Mayo Clinic en Minnesota, ha explicado que “durante muchos años no reconocimos el rechazo humoral y los avances en el trasplante renal se basaron en el desarrollo de medicamentos que controlan el rechazo celular pero no el de anticuerpos”. Sin embargo, explica, “en los últimos años se ha mejorado mucho en el conocimiento de este tipo de rechazo y se han desarrollado métodos para medir los anticuerpos antes y después del trasplante”.

Gracias a estos avances, señala este experto, hoy se puede tratar y prevenir el rechazo humoral agudo (de hecho, su incidencia es muy baja, menos de un 1% al año del trasplante), aunque existe un tipo de rechazo humoral crónico que es mucho más difícil de tratar. “La incidencia de este rechazo aumenta progresivamente con el tiempo, llegando al 20-25% de los injertos entre los cinco y diez años del trasplante”.

Sin embargo, explica, “no hay duda de que hoy sabemos cómo diagnosticar mucho mejor este tipo de rechazo que antes, por lo cual es muy posible que la incidencia del rechazo humoral crónico en realidad no haya aumentado, sino que lo diagnosticamos mejor”.

Minimizar la inmunosupresión

El Dr. Cosío ha basado su ponencia en este congreso en los mecanismos inmunológicos que producen este tipo de rechazo y su patología, así como los tratamientos más adecuados. Hay dos factores que con frecuencia se asocian al rechazo del órgano mediado por anticuerpos: el incumplimiento del tratamiento por parte del paciente y la minimización excesiva de la dosis de inmunosupresión.

En relación con el segundo, en los últimos años, y con el objetivo de disminuir los efectos secundarios de la inmunosupresión, los expertos han tratado de reducir al máximo la cantidad de medicamentos que prescribe a los pacientes. Pero al hacerlo, se ha demostrado que pueden aparecer los anticuerpos. “A pesar de las mejores intenciones, estos esfuerzos pueden tener malas consecuencias porque abren la puerta al rechazo humoral crónico”,  puntualiza el Dr. Cosío.

Educación y formación para evitar el rechazo a largo plazo

Hasta hace unos años se creía que, tras el trasplante, los pacientes seguían de manera rigurosa el tratamiento indicado. La realidad es otra y es que un porcentaje de los trasplantados tienen poca adherencia al tratamiento. El Dr. Serón explica el proceso: “No es que dejen de seguirlo de manera súbita sino que, paulatinamente, van separando las dosis hasta que abandonan el tratamiento”. Y añade: “Durante los primeros meses los pacientes se olvidan de tomarlo por la falta de hábito, en torno a los 6 meses lo cumplen según lo establecido y a partir de entonces es cuando comienzan a descuidarse y la irregularidad en la toma del tratamiento puede favorecer la aparición del rechazo crónico”.

Para que esto no ocurra, los profesionales coinciden en la necesidad de que el paciente esté informado de los riesgos. “La formación y la educación de los trasplantados es imprescindible ya que tienen una repercusión directa sobre su salud. Así las cosas y con el fin de mejorar los resultados de los trasplantes, es conveniente reflexionar sobre la importancia de invertir en educación y formación de los pacientes para mejorar los resultados”, concluye el Dr. Serón.

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