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POLÍTICA SANITARIA

La Comisión Europea cree ilegal el "céntimo sanitario"

JANO.es y agencias · 07 mayo 2008

Se trata del impuesto fijado por las comunidades autónomas que grava los carburantes y cuya recaudación se utiliza para financiar la sanidad

El Partido Socialista actualmente en el Gobierno alcanzó el poder en 2004 con la promesa de revigorizar un sistema de investigación burocratizado y espeso, y procedió a llevar a cabo notables progresos para alcanzar su objetivo –llegando a doblar el presupuesto gubernamental dedicado a la ciencia–. Pero el dinero no lo es todo. El próximo gobierno tendrá el reto, mucho más arduo, de modernizar la organización y gestión de la ciencia, para que así los presupuestos, más elevados, puedan ser invertidos de manera más eficiente.

En el centro de los esfuerzos reformistas se sitúa el CSIC, institución que presenta un turbulento pasado como agencia principal de la investigación gubernamental. El CSIC fue creado en 1907 como Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), con la misión de promover la ciencia y fomentar enlaces con la cultura europea. La JAE instituyó un campus que albergó a la mayoría de las promesas intelectuales españolas en alguna etapa de su vida, ayudando así al surgimiento de la denominada “Edad de Plata” española. Este período de los inicios del siglo XX contempló a Salvador Dalí pintar sus obras maestras surrealistas, a Luis Buñuel rodar sus películas vanguardistas, a Federico García Lorca escribir sus poemas sublimes y a Santiago Ramón y Cajal ensanchar las fronteras de la Neuroanatomía.

La Edad de Plata tuvo un final abrupto hacia la mitad de la década de los 30 por causa de la Guerra Civil. Lo que sucedió a continuación bajo las casi 4 décadas de dictadura sólo puede ser descrito como una edad oscura intelectual. La mayoría de los científicos españoles fueron enviados al exilio, y los que permanecieron se encontraron aislados. Y la JAE, absorbida por Franco y rebautizada como CSIC, vio sus ambiciones intelectuales drásticamente reducidas.

El CSIC –y la ciencia española en general– ha luchado desde entonces por recuperarse. Tras cerca de 30 años desde la muerte de Franco, los gobiernos democráticos sucesivos únicamente han llevado a cabo reformas vacilantes y han incrementado los presupuestos. El CSIC creció hasta albergar 116 instituciones y más de 150 grupos de investigación en universidades, pero permaneció dentro de una pesada burocracia en la que lograr cualquier pequeña cosa para el equipamiento podía llevar meses y en la que reclutar a un científico podía llevar más de un año.

Esperando mejorar los problemas, el actual Gobierno llegó al poder prometiendo doblar el presupuesto de investigación; transformar el CSIC en una agencia independiente; y crear una agencia independiente de subvención. Ha cumplido la primera de sus promesas, llegando a más que duplicar el presupuesto de investigación, al establecerlo en 8.000 millones de euros. España gasta hoy más del 1,1% de su PIB –todavía por debajo de la media del 1,8% de la UE, pero desde luego una mejoría significativa frente al 0,4% del PIB que gastaba al final de la dictadura franquista–. De ganar las elecciones, el PSOE tiene previsto incrementar esta cifra hasta el 2% para 2011.

Sin embargo, el Gobierno no lo ha hecho tan bien en relación con las otras 2 promesas. La agencia todavía no ha sido instituida, y las subvenciones existentes son ofrecidas por los distintos ministerios, la gran mayoría destinadas a ciertos temas en particular. Y la presunta liberalización del CSIC todavía no se ha completado. El pasado diciembre, el centro fue desligado del Ministerio de Educación y Ciencia para convertirse en una agencia independiente, pero la elevada representación política en su comité ejecutivo hace que los científicos se pregunten cuan ‘independiente’ será.

Algo que preocupa a los científicos es si estas leyes reformarán el inflexible sistema de contratación académica, que permanece como el principal obstáculo para la eficiencia. Los profesores universitarios y los científicos del CSIC son como funcionarios públicos con una seguridad laboral total. El resultado es que las contrataciones a cualquier nivel son desesperadamente lentas, la de extranjeros es muy difícil, y resulta casi imposible ofrecer a cualquiera un salario y un presupuesto para la investigación competitivos.

Este problema aparentemente intratable ha forzado a los administradores de la investigación a idear algunas vías ingeniosas para bordearlo. El Ministerio de Sanidad, por ejemplo, ha creado institutos públicos de investigación autónomos fuera del sistema convencional. Uno, el CNIO, se ha convertido en una institución de renombre internacional en tan sólo 10 años de vida. Y aunque los institutos pertenecientes al CSIC todavía están limitados bajo las condiciones dictadas desde Educación, uno de ellos, el CNB, ha gestionado la creación de su propio programa de ‘pseudocontratación’, que permite a los jóvenes científicos con sus propias subvenciones moverse en el nuevo edificio de incubación.

El propio CSIC ha llevado a cabo un buen trabajo durante los últimos años preparándose para su nueva era como agencia. Ha evaluado todos sus institutos, cerrando 3 y fusionando muchos más para consolidar y centrar sus esfuerzos en investigación. La verdadera pregunta es cuándo los funcionarios gubernamentales, preocupados por lo que pueden interpretar como una pérdida de control, le darán la mayor rienda suelta que necesita para llevar a cabo todo su potencial. Pues sí, el CSIC debe operar bajo sistemas normales de contabilidad, pero sus nuevas reglas deben permitirle ofrecer a los jóvenes científicos nuevas vías para la incentivación de sus carreras, así como paquetes –sueldo + presupuesto– más atractivos para los investigadores senior. Si los burócratas no ceden en su control, el CSIC estará abocado a la mediocridad. Los mejores científicos irán a los nuevos institutos autónomos, donde serán mejor tratados.

Si se permite que el CSIC se desarrolle de forma apropiada, y si se crea la agencia de subvención independiente, España lo hará bien en su camino hacia la normalidad europea. Las bolsas españolas de excelencia científica –reflejadas en el éxito a la hora de lograr muchas de las subvenciones ofertadas por primera vez por el Consejo Europeo de Investigación– confirman que el país es capaz de entrar en una nueva Edad de Plata, pero sólo si el Gobierno se lo permite.

“Las bolsas españolas de excelencia científica –reflejadas en el éxito a la hora de lograr muchas de las subvenciones ofertadas por primera vez por el Consejo Europeo de Investigación– confirman que el país es capaz de entrar en una nueva Edad de Plata, pero sólo si el Gobierno se lo permite.”

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