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JANO.es y agencias · 18 marzo 2008

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Las fachadas de Praga, una de las máximas expresiones del Art Nouveau en Europa.

La línea sin fin se extiende en largos bucles que se enredan en las fachadas de los edificios; las dinámicas formas onduladas y asimétricas expresan largos tallos, elegantes hojas, tulipanes, rosas, lirios, libélulas, pulpos mariposas, pavos reales y cisnes. La figura humana, principalmente femenina, con sus formas alargadas, estilizadas y estructuradas a partir de líneas curvas, proporciona al mismo tiempo delicadeza, sensualidad y erotismo. Se trata de las fachadas de Praga, una de las máximas expresiones del Art Nouveau en Europa. Un movimiento que bebe de la energía rítmica del crecimiento orgánico; así, la fuga es capaz de convertirse en su fluir, de agresiva a titubeante, de firme a lánguida y curvarse, ondularse y rizarse en su propia trayectoria.

Dante Gabriel Rossetti escribía sobre los artistas de finales del XIX: “Los seres humanos que sueñan en pleno día llegan a conocer cosas que se les escapan necesariamente a quienes sueñan tan sólo por las noches”. El Art Nouveau en Praga se plantea como un proceso repleto de interrogantes, de búsquedas, de contradicciones, de insatisfacciones. Es la evaluación de un siglo que termina e intenta dejar sentadas alternativas para el que comienza. A pesar de su corta duración —de 1890 a 1910, aproximadamente— y de la distancia en el tiempo de casi un siglo, continúa siendo una manifestación de un movimiento polémico y apasionante. Cargado de sensaciones y emociones, propias de un final de siglo que había vivido intensamente y que había pasado por profundos cambios en las estructuras económica, social, política y religiosa, este movimiento plasma en sus formas de expresión la complejidad de las nuevas formas de vida, tanto en la organización social y del trabajo como en la vida cotidiana. Asimismo, a través del arte expresa, entre otras cosas, la evolución a pasos agigantados del entorno urbano —la vivencia y la percepción de las ciudades— y el vacío dejado por el materialismo desarrollado a lo largo del siglo XIX.

Caminar a la sombra de las fachadas y los edificios de Praga es una sensación constante de vida y movimiento, un entorno por completo cambiante, de imágenes visuales fugaces.

El gran éxodo del campo a la ciudad hace que edificios relacionados con el hospital, la escuela, el cuartel, la cárcel, la estación de ferrocarril, la sala de exposición y la propia vivienda exigieran de la arquitectura nuevas propuestas o prototipos. Por las calles de Praga es fácil sorprenderse con el arte que poseen fachadas que a priori no pertenecen a ningún edificio público. Vemos, por lo tanto, que el entorno urbano comienza a ofrecer un nuevo paisaje, multitud de lugares públicos. Sin embargo, los edificios con aplicaciones de adornos son ampliamente aceptados por la nueva clase emergente que necesita aparentar lujo y riqueza. La profusión de adornos en portales, balcones y terrazas representan una respuesta a esta necesidad, ya que toman modelos tanto del repertorio de los clásicos griegos y europeos como del exótico arte oriental. Una arquitectura insertada en un contexto de eclecticismo, que permitió reproducir los modelos antiguos adaptándolos al gusto del momento.

Caminar a la sombra de las fachadas y los edificios de Praga es una sensación constante de vida y movimiento, un entorno por completo cambiante, de imágenes visuales fugaces de un movimiento artístico que invitaba a la búsqueda de procesos de abstracción y de expresión diferentes de los hasta entonces socorridos. Uno de los eventos que hizo posible esta evolución, así como el enriquecimiento de nuevos motivos en la arquitectura de una de las ciudades más bellas del mundo, fueron las exposiciones universales. Es a partir de este momento cuando se tiene conocimiento del arte japonés, que influirá profundamente en lo que hoy puede contemplarse en Praga. Muchos de sus edificios desprenden la esencia de este país, que se manifiesta en la profundidad del sentimiento y en la inspiración poética. Las composiciones asimétricas, la búsqueda de nuevos temas relacionados con la naturaleza, la ingenuidad y la belleza de la forma rectilínea y la atención prestada al vacío.

Es preciso sacar otra vez agua de la fuente, que el espíritu humano pueda tomar de la naturaleza orgánica una gran cantidad de belleza ingenua y deliciosa en lugar del decrépito rigor formal. La naturaleza es la fuente inspiradora, a través de la estilización e imitación de líneas flexibles, ondulantes y caprichosas. Cada uno de los elementos que engalanan las fachadas del Art Nouveau de Praga es una pieza única, una invención inmersa a su vez en un proceso de producción complejo. La arquitectura, que se revela en estos signos como un arte mayor, se aproxima a través de ellos a las artes decorativas, aplicándolas a la vida cotidiana; por eso los artistas que concibieron estos edificios no se dedicaron a construir, pintar o esculpir, sino también a diseñar muebles, vajillas, vestuarios o lámparas. Esto significó recuperar la idea renacentista del artista total, dentro de un nuevo objetivo, es decir, dentro de una forma más instintiva que ordenada, unir lo útil al arte. El arquitecto va más allá de la pura funcionalidad del edificio y potencia su lado creativo, acaba por considerarse un artista y firma.

Texto: Pedro Pablo Sara

Fotos: M. Asensio