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JANO.es y agencias · 31 octubre 2007

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Hay héroes desconocidos y héroes populares, lo que sucede es que el hecho de ser un héroe suele llevar implícito mucho de irrealidad, mucho de mito o leyenda. Pocos personajes históricos se han convertido en leyenda tanto como Ernesto Guevara de la Serna, el famoso Che Guevara.

Detrás del siempre presente retrato del Che que se ve en camisetas, pegatinas, llaveros y demás objetos en todo el planeta, existe la bella y dura historia de un niño enfermo que compaginó sus estudios de medicina con la pasión por los viajes. Viajes, enfermos y enfermedades que le acercaron a objetivar la injusticia social, la pobreza y la desigualdad de todos aquellos “descamisados”, como diría la tambien la argentina Eva Perón, que no tuvieron la suerte de nacer en una familia acomodada, lo cual era bastante normal si tenemos en cuenta que la proporción de pobres en América Latina era muy superior a la de ricos.

Ernesto sí tuvo suerte y nació entre los afortunados en el año 1928. Sus padres procedían de acomodadas familias de Buenos Aires y nunca pasaron privaciones, aunque desde los 2 años sufría graves crisis asmáticas, lo que supuso un contrapeso a su carácter fuerte, enérgico y a su afán deportivo. Sin embargo, parecía que Ernestito, como le llamaban en casa, suplía las limitaciones con nuevas posibilidades y en las temporadas en que debía guardar largos reposos leía incansablemente. Durante su adolescencia no demostró tener inclinación política alguna, más bien era un alma libre y contestataria que gustaba de llevar la contraria por el solo placer de la polémica.

Decidió comenzar los estudios de medicina en la capital argentina. Esto no le impidió realizar diferentes viajes por el país con el pretexto de visitar a viejos amigos de las ciudades donde había trascurrido su adolescencia. Pero el gran viaje estaba aún por llegar, en 1952, cuando aún estaba en el quinto curso de carrera. Su amigo Alberto Granado, 4 años mayor que él, tenía una motocicleta con la que decidieron recorrer Sudamérica. Además de las múltiples anécdotas vividas, Ernesto se dio cuenta del miserable estado en el que vivían miles de personas, de cómo se producía la explotación para el lucro de unas cuantas empresas multinacionales, y comenzó a adquirir conciencia social. En Perú conocieron al médico Hugo Pesce, que trabajaba en una leprosería y era además miembro del partido comunista peruano. La personalidad de Pesce influyó tanto médica como políticamente en Ernesto. El que sería uno de los más famosos revolucionarios de la historia admiraba la entrega con la que el Dr. Pesce trataba a los leprosos. Para Guevara, enfermedades como la lepra constituían una diferencia de clase de social, las enfermedades de los pobres, aquellas que se sufrían fundamentalmente por el hacinamiento, la malnutrición y la precariedad.

De Ernesto al Che

Guevara retornó a Buenos Aires a finalizar sus estudios de medicina. Algo dentro de él había cambiado para siempre y el viaje supuso el comienzo de un camino sin retorno. Aprobó las 11 asignaturas que le quedaban en 6 meses y volvió a organizar un segundo viaje.

Los pasos del argentino se dirigían hacia los lugares donde se estaban gestando revoluciones. Visitó de nuevo al Dr. Pesce en Perú y de ahí fue a Bolivia, donde se estaba produciendo la revolución del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Ernesto no quería ser un mero observador y sabía que su máxima cruzada era participar en la revolución de América Latina, que veía como una gran unidad de diferentes nacionalidades artificiales. Decidió viajar a Guatemala. Allí vivió de un modo muy precario, ya que nunca pudo llegar a ejercer de médico. Para Ernesto Guevara, la base de la revolución debía producirse desde la sanidad y escribió un libro llamado La función del médico en América Latina donde utiliza términos como “medicina social preventiva”.

En Guatemala conoció a un grupo de exiliados cubanos que preparaban la revolución. Entre ellos estaba Ñico López que le puso el apodo de Che por la expresión argentina que utilizaba constantemente. Había dejado atrás todo su pasado y su vida burguesa en buenos Aires y se había convertido en el Che Guevara, una de las personalidades más importantes del siglo XX.

El Che participó activamente en la revolución cubana y se convirtió en uno de los mayores apoyos de Fidel Castro, que le nombró ministro de Industria de Cuba, pero el Che no valía para llevar una vida estable y reposada y marchó al Congo y después a Bolivia para hacer la revolución.

Su pronto final en Bolivia, donde fue ejecutado sin juicio tras ser hecho prisionero en un combate, ha tenido mucho que ver con que se convirtiera en una leyenda. El tiempo no ha permitido que viéramos en lo que se habría convertido Ernesto Guevara de la Serna, aunque, pensándolo bien, cualquier otro final hubiera resultado casi imposible para una persona que antepuso sus ideas a su propia vida.

• El asma es una inflamación crónica de las vías aéreas asociada a la presencia de hiperrespuesta bronquial.

• El padre culpó a la madre del asma de Ernesto, ya que estas crisis comenzaron tras una bronquitis que sufrió el niño tras bañarse con su madre una fría tarde.

• Muy aficionado al deporte, entrenaba por su cuenta y en más de una ocasión tuvieron que llevarle a casa sus compañeros de colegio con crisis muy graves.

• Al entrar a formar parte del grupo revolucionario cubano, no mencionó jamás que tenía asma para que no le dejaran fuera de los combates.

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