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REPRODUCCIÓN ASISTIDA

Proponen cambiar la evaluación de los centros de reproducción asistida

JANO.es · 11 enero 2008

La Sociedad Española de Fertilidad (SEF) considera necesario cambiar el método, tal y como indica un reciente estudio español publicado en “Human Reproduction”

Si las ballenas pudieran protestar, organizarían una rebelión contra los japoneses que, en vez de fabricar ordenadores, se dedican a la caza de cetáceos. La naturaleza nos dotó a cada humano de una capacidad para ejercer una actividad y a los nipones les destinó a la ciencia y la técnica. Pero muchos desaprovecharon aquellas dotes y se han dedicado a la caza de la ballena. Tan discretos y tan ceremoniosos en el trato entre semejantes, se convierten en fieras cuando pueden clavar el arpón en los lomos del gran mamífero de los mares.

Por los desastres cometidos entre 1929 y 1979 —2 millones de ballenas exterminadas—, la Comisión Ballenera Internacional decidió en 1986 la prohibición de darles caza. Fue el triunfo del conservacionismo. Pero los países depredadores aplicaron la sabiduría popular de “hecha la ley, hecha la trampa”. Los países que creemos serios tienen a veces un comportamiento infantil. La Comisión dejó una rendija abierta en la formulación de la norma y por ella se han colado los países ricos y tramposos. Seguiría autorizada la caza, pero sólo con fines científicos. Y como todo en la vida acaba teniendo un precio, los países pobres, que no investigarán nunca, vendieron sus permisos a los países ricos, que sí investigan, pero que en este caso consideran que la mejor investigación es la de comprobar hasta dónde puede alcanzar su coste en el mercado. Los principales países tramposos son Noruega y Japón.

Está muy mal que un país escandinavo se burle de una organización internacional, dedicada a la noble tarea de evitar la extinción de una especie amenazada. Igual que Japón. Pero hay una circunstancia agravante en el caso del pirateo asiático. Japón se ha convertido en un país desarrollado gracias a la investigación. Al oír esta palabra, los japoneses tendrían que inclinar respetuosamente la cabeza en señal de respeto, porque todo se lo deben al estudio y a la habilidad en convertir lo prescindible en absolutamente necesario. Traficar con permisos que sólo se conceden para investigar es innoble. No se conocerá ningún estudio sobre las ballenas salido de un laboratorio nipón. En cambio, el mercado de filetes de ballena está bien servido.

Pero el trapicheo podría aguantarse durante décadas. La política del disimulo podría encubrir todas las trampas. “Yo hago ver que no cazo ballenas y tú haces ver que respetas las limitaciones impuestas”. Igual que ocurre en muchos ámbitos. Pero las trampas de los ricos han despertado las ansias de los países que quieren partipar en el reparto. El conservacionismo está en horas bajas.

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