NEUROLOGÍA
JANO.es · 18 noviembre 2010
Expertos, congregados con motivo de la reunión anual del la SEN, destacan la necesidad de que el SNS cree 50 unidades médicas de epilepsia y 25 unidades médico-quirúrgicas.
“Hasta el 25% de los pacientes diagnosticados con epilepsia refractaria, en realidad no sufren epilepsia, y sus síntomas están relacionados con otras patologías”. Así lo ha manifestado el Dr. Juan Carlos Sánchez, especialista del Hospital Clínico San Cecilio de Granada, en el seminario Epilepsia Resistente a Fármaco organizado por GlaxoSmithKline en Barcelona en el marco de la reunión anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN), que tiene lugar en Barcelona hasta mañana.
La ausencia de una definición concreta de epilepsia resistente y una homogeneización de los procesos de asistencia para estos pacientes lleva, en ocasiones, a que a aquellos pacientes que la presentan no se les aplique el tratamiento más idóneo durante muchos años.
Además, señala el Dr. Sánchez, en ocasiones, se han considerado como “poco tratables” a estos pacientes, también llamados epilépticos de difícil control, que en realidad sí son controlables “si se ajusta adecuadamente el tratamiento o si existe una indicación quirúrgica para su caso concreto”.
Nuevas estrategias terapéuticas
Durante el seminario se han tratado también aquellos aspectos relativos a las estrategias terapéuticas empleadas en el tratamiento de la enfermedad. La Dra. Mar Carreño, responsable de la Unidad de Epilepsia del Servicio de Neurología del Hospital Clínic de Barcelona, señala que “los tratamientos farmacológicos, si son eficaces, pueden disminuir la frecuencia y la severidad de las crisis. Además, los fármacos antiepilépticos nuevos, en general, se toleran mejor que los antiguos”.
En este sentido, el Dr. Sánchez destaca la necesidad, por parte del Sistema Nacional de Salud, de contar, como mínimo, con entre 40 y 50 unidades médicas de epilepsia, a razón de una por millón de habitantes, y aproximadamente entre 20 y 25 unidades médico-quirúrgicas.
“Cuando un paciente presenta epilepsia resistente a fármacos, debe ser evaluado en una unidad de epilepsia con experiencia en cirugía, para comprobar si es candidato quirúrgico y los riesgos concretos asociados a dicha cirugía en su caso particular”, señala la experta. En caso de no ser un buen candidato quirúrgico, se pueden probar secuencialmente otros fármacos antiepilépticos, ya que un porcentaje significativo de pacientes puede alcanzar remisiones con nuevas medicinas.
Asimismo, la Dra. Carreño ha avanzado que en un futuro próximo saldrán al mercado varios fármacos antiepilépticos con mecanismos de acción novedosos. “Esperamos que combinar fármacos con diferentes mecanismos de acción pueda ayudar a aumentar la eficacia del tratamiento en pacientes con epilepsia resistente”, señala la experta.
Para aquellos pacientes que mantienen crisis a pesar de haber probado múltiples fármacos antiepilépticos, existen también otras alternativas como el estimulador vagal, la estimulación cerebral profunda -recientemente aprobada- o la dieta cetogénica, esta última empleada sobre todo en niños.
Definición universal
Una de las principales necesidades de estos pacientes y de los médicos pasaba por encontrar una definición válida y universal para la epilepsia refractaria, que delimitara en qué casos es real y en cuáles no, algo que recientemente ha hecho la International League Against Epilepsy (ILAE). Así, esta nueva definición permitirá aproximarse más a las necesidades de los pacientes, que pasan, según el Dr. Sánchez, por “evitar las comorbilidades con otras enfermedades y los efectos adversos de los distintos tratamientos utilizados, sean farmacológicos o de otro tipo”.
La nueva definición distingue al paciente de epilepsia resistente a fármacos como aquel en el que no se han controlado las crisis tras el tratamiento adecuado con dos fármacos antiepilépticos tolerados y adecuadamente elegidos y pautados (bien en monoterapia o en combinación) entendiendo como falta de control, cuando aparezcan crisis a lo largo de un año o las sufra en un tiempo inferior a tres veces el intervalo entre crisis que mostraba antes de iniciar el tratamiento.