TRASPLANTES
JANO.es · 02 febrero 2009
Un estudio de NEJM confirma que la supervivencia es similar y que no hay deterioro de la función renal
Según las conclusiones alcanzadas por un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos) y publicado en el último número de la revista The Nes England Journal of Medicine (2009;360:459-469), los donantes de riñón seleccionados cuidadosamente pueden vivir tanto como quienes no han donado ese órgano y no experimentan un deterioro significativo en la función renal.
De esta manera, se confirman los resultados de trabajos previos que respaldaron la seguridad de la donación renal y señalaron que el acto de donar no tiene efecto negativo en la supervivencia o la función del riñón restante. Trabajos que, sin embargo y como remarcó el Dr. Hassan N. Ibrahim, director de la investigación, “en su mayoría se realizaron con muestras muy pequeñas y con un seguimiento limitado. Por ello, y para examinar la seguridad de la donación de riñón a largo plazo, evaluamos los datos de 3.698 personas que donaron sus órganos entre 1963 y el 2007”.
Los investigadores analizaron la tasa de filtración glomerular (TFG), la albuminuria, la hipertensión, el estado de salud general y la calidad de vida de 255 donantes cuyas cirugías se realizaron en el 2003 o después de ese año.
La TFG es una medición de la función renal que expresa la cantidad de sangre filtrada por los riñones por minuto, a veces denominada como eliminación de creatinina. El rango normal suele ser de 90 a 120 ml/min. Las tasas por debajo de 60 ml/min sugieren la existencia de disfunción en los riñones y por debajo de 15 ml/min indican que la persona padece insuficiencia renal. Por su parte, la albuminuria, o presencia de albúmina en la orina, también es un indicador de disfunción renal.
Donar para mejorar la calidad de vida
Los autores no hallaron diferencias importantes en la supervivencia de los donantes y controles de la misma edad, señaló el informe. Asimismo, la enfermedad renal en etapa avanzada fue más común en los controles que en los donantes: 268 frente a 180 casos por millón cada año.
Durante un seguimiento promedio de 12,2 años, el 85,5% de las personas tenía una TFG de al menos 60 ml/min en 1,73 metros cuadrados de superficie corporal. Se observó hipertensión y albuminuria en el 32,1% y 12,7% de los participantes de control y los donantes, respectivamente.
La edad y el índice de masa corporal elevados fueron vaticinadores de hipertensión y de una reducción de la TFG a largo plazo. En cambio, un mayor tiempo transcurrido desde la donación no se relacionó con una TFG o hipertensión inferiores, pese a que sí se asoció con una disminución de la albuminuria.
La calidad de vida no se vio afectada por la donación y, de hecho, los donantes solían tener mejores resultados que la población general, revelaron los autores.