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JANO.es · 15 noviembre 2007

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La Aracataca real y el Macondo literario se despertaron a las cinco de la madrugada del 6 de marzo de 2007 bajo el estruendo festivo de 80 cañonazos que atronaron y rompieron el silencio para honrar así los 80 años del hombre al que parientes y amigos llaman cariñosamente “Gabo”, autor de libros de una extraordinaria importancia literaria pero fundamentalmente de Cien años de soledad, esa obra maestra de la literatura universal que desde el principio atrapa al lector, deseoso de saber cómo se desarrollará la historia que comienza con estas inolvidables palabras: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

El Quijote de nuestro tiempo

Cien años de soledad, tildada por no pocos intelectuales como el Quijote del siglo XX, y por Pablo Neruda como “el Quijote de nuestro tiempo”, vio por primera vez la luz en Buenos Aires en 1967 bajo el sello de la Editorial Sudamericana. Se cumplen, pues, 40 años de la publicación de los ocho mil primeros ejemplares de la primera edición de una obra de la que actualmente se han vendido más de 30 millones de libros y que ha sido traducida a 35 idiomas, se cumplen igualmente 80 años de la vida de su autor, nacido el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, y se cumplen también 25 años de la concesión del Premio Nobel de Literatura a García Márquez por el conjunto de su estimable obra.

Comienza la historia

Cien años de soledad fue escrita en Ciudad de México en el transcurso de un año y medio, aunque el germen del que surgiría se remonta a 1952, como el propio García Márquez ha contado hasta la saciedad, cuando en unión de la madre regresa al pueblo para vender el viejo caserón de sus abuelos, un encuentro con sus raíces del que nos diría años más tarde: “Me siento latinoamericano de cualquier país, pero sin renunciar nunca a la nostalgia de mi tierra, Aracataca, a la cual regresé un día y descubrí que, entre la realidad y la nostalgia, estaba la materia prima de mi obra”.

Otro viaje, esta vez realizado en enero de 1965 desde Ciudad de México a Acapulco, le enfrenta a la soledad del paisaje mientras conduce y le empuja a contar la historia de una abuela que adivinaba el porvenir y un abuelo de voluntad fuerte, aventurero e idealista, que se sentía perseguido por el fantasma del hombre al que había dado muerte en el transcurso de un duelo. Ambos viajes avivan los recuerdos de infancia de Gabo y propician la gestación de una novela llamada a conmover al mundo, considerada por Mario Vargas Llosa como “una de las obras narrativas más importantes en nuestra lengua”, calificada por Mario Benedetti como “una empresa que en su mero planteo parece algo imposible y que sin embargo en su realización es sencillamente una obra maestra”, de cuyo autor nos dijo Norman Mailer que “creó cientos de mundos y personajes en una obra absolutamente sorprendente”, tan sorprendente como para que Pablo Picasso declarase que sintió un gran impacto que no sentía desde hace muchos años con una obra literaria.

Si la idea de escribir Cien años de soledad surgió, fundamentalmente, tras las impresiones que le causarían los dos viajes a un Macondo destinado a nacer y a morir en la obra, cuando “los últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron” del pueblo lo hicieron “tan atolondradamente como habían llegado” porque “Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros”, o como nos dirá también, “una aldea de casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”, acaeciendo todo ello en un mundo que “era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, si la idea, repetimos, surgió de esos dos viajes, desde estas líneas invitamos al lector a otro viaje, uno que le conduzca al interior de tan admirable novela si no la ha leído todavía, o a releerla si hace tiempo que lo hizo. Si lo hace verá que a las cosas que carecían de nombre ya se les ha asignado uno y forman parte del macrocosmos creado por el autor, donde pueden ser encontradas si nos asomamos al bellísimo universo creativo de Cien años de soledad, esa catedral literaria de vitrales luminosos que en 2007 cumple 40 años de edad.

Obras de García Márquez

La hojarasca, 1955 
Un día después del sábado, 1955 
El coronel no tiene quien le escriba, 1961 
Los funerales de la Mamá Grande, 1962 
La mala hora, 1962 Cien años de soledad, 1967 
Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, 1968 
Relato de un náufrago, 1970 
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, 1972 
Cuando era feliz e indocumentado, 1973 
Chile, el golpe y los gringos, 1974 
Ojos de perro azul, 1974 
El otoño del patriarca, 1975 
Todos los cuentos (1947-1972), 1976 
Crónica de una muerte anunciada, 1981 
Textos costeños, 1981 
Viva Sandino, 1982 
El olor de la guayaba, 1982 
Historia de un secuestro, 1982 
El asalto: el operativo con el que el FSLN se lanzó al mundo, 1983 
Diatriba de amor contra un hombre sentado, 1984 
El amor en los tiempos del cólera, 1985 
Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile, 1986 
El general en su laberinto, 1989 
Doce cuentos peregrinos, 1992 
Del amor y otros demonios, 1994 
Noticia de un secuestro, 1996 
Vivir para contarla, 2002 
Memoria de mis putas tristes, 2004

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