GINECOLOGIA

Acceso a un aborto legal y seguro en Europa

JANO.es · 18 abril 2008

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha pedido a todas las organizaciones de los estados miembros de la UE a no criminalizar el aborto, siempre que se practique dentro de los límites "razonables" de gestación

Sigmund Freud y el pensamiento

La figura y obra de Sigmund Freud han sido fundamentales para que la propia humanidad modificara el concepto que tenía sobre sí misma. Pocas personas siguen influyendo tanto como lo hace Freud más allá de su muerte. Admiradores, detractores, seguidores, perseguidores… nadie se ha quedado impasible ante la teoría del padre del psicoanálisis. Actualmente, se ensalza y se denosta su teoría como si la acabara de enunciar.

De origen judío, cuando Freud comienza a estudiar medicina en Viena se apasiona por la neurología, y llega a ser un médico con mucho prestigio entre sus compañeros. Pero pronto el joven Freud se interesa por problemas como la neurosis y la histeria que hasta ese momento estaban poco estudiados desde la medicina. En París estudió con Charcot las sesiones de hipnosis que el francés practicaba. El mérito que se atribuyen entre otros muchos, a Freud es el de tratar de estudiar, analizar y clasificar aspectos de la mente humana de manera científica, aunque para muchos no lo logra y el psicoanálisis no “cumple” dichos requisitos.

El prestigio de Freud fue notable en su época; fue un hombre tremendamente admirado y respetado en los círculos culturales y de pensamiento europeos. Trabajador incansable y riguroso, se adelantó en muchos aspectos a su tiempo. Escribió sobre la cocaína, experimentó con sus pacientes nuevas terapias como la de la asociación libre de ideas (Freud descubrió que tumbando a sus pacientes en un diván y dejando que expresaran las ideas que primero les venían a la cabeza se lograba descubrir muchas de las causas que llevaban a las manifestaciones de histeria, neurosis y fobias).

La enfermedad de Freud y el viaje al exilio

En 1923 cuando contaba 67 años, el médico se descubrió una mancha blanquecina en el paladar que al poco tiempo sería clasificada como un cáncer de la cavidad oral. Comenzó el calvario del científico. Necesitó someterse a un total de 33 operaciones en las siguientes década, todas ellas dolorosas y muy mutilantes. Los años pasaron y los hechos adversos como la muerte de su nieto, de su hija Sophie, de su amigo y compañero Ferenczi, o el suicidio de su sobrina Caecilie atormentaban aún más al enfermo. La situación política en Europa empeoró y la persecución antisemita de Hitler afectó al pensador.

En 1938, cuando Sigmund había tenido grandes decepciones vitales y luchaba contra el dolor y la limitación que el cáncer le producía, las tropas alemanas entraban en Viena. El médico se sentía deprimido por la política de Hitler y se negó a abandonar la ciudad donde es considerado una figura fundamental. A los pocos meses su hija Anna fue arrestada por la Gestapo e interrogada durante un largo día sobre las acciones de la Sociedad Psicoanalítica de Viena fundada por su padre. Freud decide que a pesar de su delicado estado debía marcharse para proteger a su familia y amigos. Los nazis fueron a su casa y después de un registro se llevaron gran parte de sus ahorros, lo que le preocupó mucho ya que su mujer, sus hijos y sus nietos dependían emocional y económicamente de él. El destino elegido fue Londres, donde vivía su hijo Ernest.

Fue muy doloroso para él abandonar Viena, la casa donde durante cuarenta años había trabajado sin parar. Atravesaron en tren Francia hasta llegar a la costa y de ahí pasaron a Londres. La familia Freud no tuvo problemas en las fronteras por los contactos y el respeto que se tenía por él. Al salir de Alemania le obligaron a firmar un documento donde decía haber sido tratado de manera correcta por el ejército nazi. Estaba triste y preocupado por el futuro de los suyos, sin embargo, no se dejó abatir y a pesar de la edad, de los dolores y de la incomodidad de la prótesis que debía llevar para poder masticar y hablar, Freud llegó a Gran Bretaña y siguió escribiendo incansablemente hasta su muerte.

La falta de antibióticos y la magnitud de las heridas del cáncer que jamás curó hicieron que en los últimos días el sufrimiento y el olor que desprendían las lesiones Freud le hicieran obligar a su médico personal a prometer que, llegado el momento, le ayudaría “a abandonar dignamente este mundo”. Aunque muchos piensan que era drogadicto, no aceptaba tomar cocaína ni ninguna sustancia que le turbara la mente. Sólo al final unas altas dosis de morfina acabaron con su agonía y sufrimiento.