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JANO.es · 09 enero 2008

Un estudio indica que aunque este tipo de compra podría ahorrar tiempo a corto plazo, las personas que lo hacen tienden a no cuidar adecuadamente sus ojos

El autor nos habla de las enfermedades crónicas, cuya situación en Occidente es emergente, señalando que es conveniente tomar conciencia del problema para darle entidad en los estudios sanitarios e incorporarlas como área prioritaria en los programas de salud.

La clave está en el tiempo (“cronos”). La pregunta “desde cuándo” preside toda consulta médica y el carácter de agudo o crónico aparece en toda historia clínica. Pero hay un desequilibrio entre las enfermedades agudas, generalmente bien conocidas, y las enormes lagunas que tenemos sobre las crónicas.

Éstas constituyen un serio problema de salud que consume enormes recursos sanitarios. Y, sin embargo, sólo se han cuantificado parcialmente en algunos países. Se estima que más del 75% de los pacientes que acuden a consulta son crónicos, que más del 50% de la población presenta algún problema crónico (especialmente adultos) y que en torno al 60% de la mortalidad se da entre estos enfermos crónicos. El problema es evidente, pero ¿qué es un proceso crónico? No hay acuerdo en la definición. Se citan en cientos de miles de artículos, refiriéndose a curso solapado, reagudizaciones de un proceso, complicaciones a medio-largo plazo, etc. La definición más académica se refiere a proceso incurable, con gran carga social, de etiología múltiple y desarrollo poco predecible a largo plazo, lo que evidentemente es poco concreto. Por ejemplo: ¿a qué plazo nos referimos?, ¿tres meses, un año, o toda la vida?

La opinión general al identificar episodios agudos con infecciones y los crónicos con metabólicos no se sustenta actualmente. Además, a veces ni los enfermos saben que lo son hasta que se diagnostican tras una revisión o reagudización (hepatitis C, tuberculosis, diabetes, hipertensión). En otros casos, un proceso crónico se identifica con una complicación postraumática o de patología indefinida.

Las mejores expectativas de vida transforman en crónicas algunas enfermedades mortales y raras; acumulan población enferma como en procesos neoplásicos y neurodegenerativos. Un aspecto poco debatido, pero importante, es la comorbilidad acompañante que obliga a un abordaje multidisciplinario, agravado por el propio enfermo cuando convierte su enfermedad en un peregrinaje por diferentes especialistas e instituciones.

Este panorama contrasta con la escasa atención sanitaria prestada a la mayoría de las enfermedades crónicas. Hay varias explicaciones: se trata de enfermedades poco agradecidas, por los resultados, para los profesionales; nos ha desbordado el número, las nuevas formas de presentación y las consecuencias; son más frecuente en ancianos y propias de la pobreza. De golpe topamos con una patología (cara y a menudo incapacitante) empobrecedora, que facilita la comorbilidad y empeora el pronóstico. Por lo expuesto y el descenso en el umbral de percepción social del problema, las enfermedades crónicas suponen una situación emergente en Occidente.

Las consecuencias sanitarias han quedado apuntadas: incremento de morbilidad, comorbilidad y mortalidad que se retroalimentan; impacto intangible en lo familiar y laboral; la repercusión asistencial, como el caso de los hospitales concebidos para agudos con el mayor número de camas ocupadas por crónicos; la docencia médica suele hacerse sobre procesos agudos como modelo para diagnósticos directos y tratamientos empíricos, con resultados que dan la razón a los que piensan que lo que el médico no cura lo cronifica.

Las repercusiones económicas son evidentes. La sangría de recursos por costes directos e indirectos se dispara y la Administración no es capaz de atajar el creciente problema, como prueban las asociaciones de enfermos organizadas en torno a las patologías crónicas (más de 1,5 millones de asociados a más de 2.000 asociaciones nacionales y locales en España). Por otro lado, la industria farmacéutica, capaz de detectar rápidamente un campo de interés, ha puesto los ojos sobre este tipo de patología. La fidelidad a un tratamiento, con frecuencia caro y para toda la vida, supone un interesante atractivo.

Es preciso, por el carácter multidisciplinario, fijar elementos comunes que permitan establecer métodos adecuados de investigación y registro (catálogo homologable), unificación de la historia clínica (o tarjeta) y coordinación de servicios e instituciones.

Es conveniente, en definitiva, tomar conciencia del problema para darle entidad en los estudios sanitarios e incorporar las enfermedades crónicas como área prioritaria en los programas de salud.

“Las enfermedades crónicas constituyen un serio problema de salud que consume enormes recursos sanitarios.Y sin embargo sólo se han cuantificado parcialmente en algunos países. Se estima que más del 75% de los pacientes que acuden a consulta son crónicos, que más del 50% de la población presenta algún problema crónico (especialmente adultos) y que en torno al 60% de la mortalidad se da entre estos enfermos crónicos.”

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