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ONCOLOGÍA

Carcinoma ductal in situ y riesgo de cáncer de mama

JANO.es · 14 febrero 2008

Las mujeres con carcinoma ductal in situ, lesión mamaria precancerosa de pronóstico favorable, sobrevaloran sus probabilidades de desarrollar cáncer de mama invasivo, según sugiere un nuevo estudio

La moda nos ha vuelto lectores de libros sobre moda, y no sólo españoles sino numerosamente traducidos y difundidos. La moda, hasta hace poco, era una conversación de señoras ociosas que se reunían en la consulta del médico, como antes se habían reunido en la tertulia del casino. Hoy, por el contrario, la moda es el gran tema de los ensayistas y filósofos que ya no se visten de domingo, sino de último de la clase.

Podríamos abreviar diciendo que esta atracción por la moda es pura y mera sociología, pero creo que es algo más profundo y sugestivo que aquellas sociologías pedáneas que se estudiaban parejas con los resultados de la última cosecha. Esto significa muchas cosas. En primer lugar, que ya hay sabios y científicos que se ocupan especialmente de lo más superficial de la mujer, o sea los vestidos de verano, de invierno, etc., así como la ropa íntima, demasiado íntima, donde ellos leen el trasfondo de la humanidad como nosotros leemos por el costado de una tumba griega.

Digamos que se ha descubierto un costado de la humanidad que no es frívolo ni superficial. Se ha descubierto el costado en el costado y el ombligo en el ombligo de lo que nunca hubiéramos podido sospechar. Por esta vía de la frivolidad, la libertad y la fugacidad la mujer ha llegado a ser quién es ella y cómo la anatomía que muestra en los desfiles de moda es la anatomía interior, digamos. Una mujer que pasa modelos es una mujer que se está confesando, que se está entregando a nuestra perspicacia. Hay una manera de vestirse desnudándose, una manera, en fin, de ir a la moda desnudándose de cualquier moda. Como hemos dicho al principio, la mujer se ha descubierto a sí misma, se está descubriendo mucho más en lo que no lleva que en lo que lleva, en lo que la viste que en lo que la desnuda. Todo esto quiere decir que el cuerpo nos habla mucho más que la boca y que ellas tienen un fondo de espontaneidad que sin duda es primitivo, salvaje, femenino, mucho más profundo que su arcaico afán de adornarse.

Durante treinta siglos la hembra ha cultivado el adorno como una sabiduría, una significación y una ciencia. La mujer aprendió en seguida a ponerse cosas hasta convertirse en otra, a veces en una estatua o en una diosa. Después de esos treinta siglos está aprendiendo a quitarse todo lo que se puso. Por darle un tono de ciencia a lo que en principio no es más que un juego, las mujeres de nuestro tiempo estudian su anatomía en el cuerpo de otra y la condición fugaz que tiene éste. Aunque parezca mentira, sólo en el siglo XIX principia la mujer europea, por ejemplo, a perseguir la fugacidad sabiendo que no es tan fugaz. Y es cuando decide que lo suyo no es sólo un adorno, sino que el hecho de adornarse es trascendental, como la caza, la pesca, la molturación de los alimentos y la alimentación de los niños.

La mujer filosofa sobre su cuerpo tanto como lo hizo la medieval sobre su alma. Hoy no hay claves que descifrar. La mujer se sabe erótica. Incluso Santa Teresa. En esto se han quedado viejas todas las teresianas de izquierdas que vivían una sexualidad interior, mística y secreta, mientras nuestra contemporánea ha liberado ese sexualidad, la pasea por la calle y la debate en todas las conversaciones con un afán mucho más filosófico que acomodaticio.

Hay mucho que escribir sobre el despojamiento físico y mental de las mujeres, y en España podemos leer a Félix de Azúa, a Vicente Verdú, a José Antonio Marina y a toda la falange de ensayistas femeninas que no sólo se ocupan de la moda de invierno o de verano sino que se ocupan del invierno y el verano.

O, en una palabra, se ocupan del tiempo, que es el gran tema de la filosofía desde Grecia y su antagonismo, Persia. Cualquier revista de modas recoge hoy algún ensayo sobre la moda en sí como vehículo de la fugacidad a que nos hemos entregado para hacer la vida más urgente, más cabalgante y más diluida en la fascinación de lo pasadizo.

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