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JANO.es · 08 enero 2008

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Nada más lejano de la cultura personal, en la que información y conocimiento se someten a un procesamiento crítico, que la cultura de masas, en la que éstas son inundadas, por los medios de comunicación, de los productos de la industria cultural.

“Culture is ordinary: that is where we must start.”1

“Mass culture, logically and inevitably, is the culture of mass society.”2

“The culture of the individual cannot be isolated from the culture of the group.”3

El binomio formado por los conceptos incluidos en las palabras cultura/masa —lo individual y recoleto frente a lo anónimo, innumerable y ruidoso— resulta de difícil encaje, a menos que, a la altura del siglo XXI, se proceda a una cuidadosa disección de ambos términos y de sus posibles interrelaciones.

Cuando se analiza la expresión cultura de masas, surgen dos interrogantes: ¿se trata de una cultura para las masas o de una cultura originada en las masas? Si escogemos la segunda opción, ¿que diferencias existen entre la cultura popular y la llamada cultura de masas?

Desde la conversión histórica y política de la turba en masa y su irrupción en los espacios públicos —como instrumento social y político, con su psicología y su dinámica interna—, la cultura de masas ha sido interpretada históricamente desde posiciones encontradas:

Aquellos que distinguen la cultura elevada (highbrow culture) de la baja cultura (lowbrow culture) —como T.S. Eliot y J. Ortega y Gasset4— subrayan el carácter psicológicamente regresivo de la masa y el grave riesgo de que su predominio conduzca a una apocalipsis de los valores tradicionales asociados con la cultura; para los que así opinan, las masas serían “una perpetua amenaza para la cultura”5.

Los que han aplicado una atemperada interpretación marxista en la crítica de la cultura de masas en la sociedad capitalista —como T. Adorno6, máximo referente de la Escuela de Frankfurt—, aunque condenan la postura de los críticos conservadores y elitistas, por defender una visión fetichista de la cultura, aislada de la base económica de la producción cultural, denuncian que la moderna cultura de masas —y más concretamente los nuevos medios de comunicación de masas y la industria cultural— habrían bloqueado y anulado la potencial capacidad de las masas para crear su propia conciencia política y social. La cultura de masas se habría convertido en campo abonado para los totalitarismos, mediante el monopolio de la reproducción y distribución masiva de productos culturales carentes de creatividad y valor intrínseco: esta cultura de masas podría llegar a ser simple dirigismo cultural. Desde este planteamiento, la cultura de masas no sería para Adorno un producto de las masas, sino una cultura impuesta por la moderna industria cultural. Mientras que la cultura popular nace realmente de la diversidad de los pueblos, cuando es homogenizada por la industria cultural se convierte también en cultura de masas. En definitiva, para los críticos de la Escuela de Frankfurt, la cultura de masas habría provocado el efecto contrario al profetizado por los “apocalípticos” de Umberto Eco7,8: la pasiva conformidad de unas masas despolitizadas y el manteniento de la autoridad de la élite cultural.

Una posición intermedia es la del crítico marxista Raymond Williams5, con su intento de deconstruir la oposición entre ambos niveles de la cultura, la alta y la baja, y de considerar a la cultura de masas como una ampliación del campo cultural.

La cultura para las masas se configura hoy como una amplísima y heterogénea oferta de productos culturales, vehiculada y diseminada por los modernos medios de comunicación para las masas (mass media), en los que se ofrecen mensajes meméticos, que contienen información, entretenimiento y publicidad, destinados a una audiencia media, de carácter general. Una oferta masiva que implica una pre-digestión de los productos culturales puestos a disposición de las masas como mercancías, ya que, en su mayoría, esta oferta cultural —por su carácter multitudinario e instantáneo— elude cualquier tipo de pausado procesamiento crítico de la información. Lo que diferencia a la cultura de masas de la cultura personal es, no sólo la elaboración estandarizada de los mensajes, y su tranmisión y distribución masiva, sino la actitud de los receptores, reconvertidos, en su mayoría, en impersonal audiencia.

Tan imprescindible es la función de las nuevas tecnologías de la comunicación en la llamada cultura de masas, que puede afirmarse que sin la diseminación cumplida por los mass media no existiría cultura de masas. Unos medios de comunicación cuyo control puede ser autoritario y monopolista, paternalista, comercial o democrático9, según las circunstancias.

La cultura de masas —una cultura efímera que emerge históricamente cuando la sociedad de masas se apropia de los objetos culturales (Hanna Arendt)— inunda hoy el tiempo para el ocio con innumerables ofertas de productos de la industria cultural, convertidos en mercancías audiovisuales —libros, revistas, diarios, suplementos y dominicales, prensa gratuita, cómics, radio, cine, televisión, vídeos y videojuegos, música grabada, conciertos, internet, teléfonos móviles, publicidad exterior, móvil e inmóvil, etc.—, y cuyo objetivo fundamental es el entretenimiento.

A pesar de las insuficiencias de la cultura de masas, no puede olvidarse por quienes la observan muy críticamente, desde la perspectiva de la cultura como aventura personal, que es la expresión de un mayoritario “modo de vida” en el siglo XXI y que, como tal, debe ser objeto de un exigente procesamiento crítico que enriquecerá, sin duda, nuestra visión del mundo.

También debe recordarse que, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, fundamento de la cultura de masas, la cultura personal dispone en el siglo XXI, en tiempo real, no sólo de sus libros y de los libros de otras bibliotecas, sino de una casi infinita biblioteca digital.

 La cultura de masas inunda hoy el tiempo para el ocio con innumerables ofertas de productos de la industria cultural, convertidos en mercancías audiovisuales.

Bibliografía

1. MacKenzie N, editor. Conviction. Londres: MacGibbon and Gee; 1958.

2. Arendt H. The crisis in Culture in between past and future. Harmondsworth: Penguin Books; 1993.

3. Eliot TS. Notes towards the definition of culture. Londres: Faber & Faber; 1979.

4. Carey J. The intellectuals and the masses. Londres: Faber & Faber; 1992.

5. Williams R. Culture and society. Londres: The Hogarth Press; 1990.

6. Adorno T. Dialectic of enlightenment. Nueva York: Continuum; 1993.

7. Eco H. Apocalípticos e integrados. Barcelona: De Bolsillo; 2004.

8. Eco H. Apocalypse postponed. Bloomington: Indiana University Press; 1994.

9. Williams R. Communications. Harmondsworth: Penguin; 1975.

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