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El valle francés del Charente, que se extiende a orillas del río del mismo nombre, no deja de ser un paisaje de ensueño abierto a la imaginación del cómic y el aroma del coñac. El Charente fluvial, con 360 kilómetros de longitud, serpentea lentamente por las antiguas provincias de Angoumois y Saintonge entre prados, colinas y viñedos antes de desembocar en el océano Atlántico. A partir de Angulema, el Charente se hace navegable a lo largo de 171 kilómetros. Esta ciudad del suroeste de Francia, que forma parte del departamento de Poitou-Charentes, parece a primera vista entregada en cuerpo y alma a la causa del cómic. Una serie de viñetas, solamente con dibujos, dan vida a las paredes exteriores de muchos edificios. Ah, menudo circuito mural de la historieta. Incluso los nombres y los números de las calles están metidos en bocadillos como si fueran palabras de tebeo. Por si fuera poco, del 24 al 27 de enero, acaba de celebrarse la 35 edición del Festival Internacional del Cómic. Ojo: el Centro Nacional del Cómic y de la Imagen permanece abierto todo el año. En Angulema, que atesora una perla del románico: la catedral de Saint-Pierre, empiezan los paseos en barco por el Charente. Aquí se ofrecen cruceros diurnos y nocturnos de todo tipo: papelero (entre fábricas y molinos del siglo pasado), gastronómico, de Baco... Nunca faltan caracoles, conejos, truchas y ostras que llevarse a la boca. Hay también la posibilidad de alquilar embarcaciones, acondicionadas como vivienda, por un tiempo a determinar. En otra época, las gabarras iban y venían por estas aguas fluviales bien repletas de aguardientes, papeles, piedras de sillería, maderas, cañones, sal y especias. Río arriba no tarda en aparecer el país del coñac genuino. En la ciudad de Cognac salta a la vista el poder de un aguardiente de fama universal. Se impone desembarcar en su Museo de las Artes con objeto de zambullirse en el conocimiento de la fabricación y la industria del “licor de dioses”: así lo llamaba el escritor Victor Hugo. Vale la pena dar una vuelta por la Casa de los Viticultores (25, rue du Cagouillet), que ofrece una guía turística del coñac para moverse como pez en el agua a orillas del Charente. Ah, Jarnac y sus alrededores están llenos de delicias terrenales.

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