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NEUROLOGÍA

Cinco millones de españoles migrañosos

JANO.es y agencias · 08 octubre 2007

Cuatro de cada diez afectados presentan la enfermedad en estado crónico, según datos del Proyecto CIEN, elaborado por la Sociedad Española de Neurología y su Grupo de Estudio de Cefalea

El autor nos habla de las pruebas funcionales respiratorias y del test de la marcha de 6 minutos que habría que extender a otros niveles que permitan tener información sobre la tolerancia al esfuerzo en personas con enfermedades que limitan el caminar.

Las pruebas funcionales respiratorias son las exploraciones utilizadas para evaluar la capacidad muscular para inspirar, espirar y son el reflejo del estado de las vías aéreas y de la estructura del sistema pulmonar que, en definitiva, permite lo que denominamos respiración, es decir, el intercambio de oxígeno y de dióxido de carbono en los alveolos pulmonares. La espirometría es la prueba más popular y se realiza de forma corriente en los estudios preoperatorios en los que es necesaria la anestesia general, aunque no se ha conseguido generalizar en las visitas ambulatorias con la misma presencia que la medida de la presión arterial o la temperatura corporal, que se toman en cualquier consulta.

Si la espirometría es poco utilizada, menos predicamento tienen las pruebas de esfuerzo, que valoran la respuesta muscular, cardíaca y respiratoria tras un pedaleo o carrera controlada sobre una cinta. Este tipo de pruebas son bien conocidas en las entidades deportivas y es habitual que, previa la contratación de un nuevo jugador, se realice un examen médico con prueba de esfuerzo. El inconveniente para su práctica asistencial es que es necesario disponer de un equipo profesional, tecnología adecuada y cada exploración requiere bastante tiempo, lo que la convierte en una técnica costosa.

Sin embargo, hay una prueba sencilla: se trata del llamado test de la marcha de 6 minutos, que se ha ido popularizando en los servicios de rehabilitación respiratoria y que se utiliza fundamentalmente para la indicación de la oxigenoterapia ambulatoria con oxígeno líquido. Las dudas que nos plantea el inicio de la oxigenoterapia portátil constituyen la situación clínica en la que la prueba de la marcha tiene su mejor indicación y, en estos casos, se coloca un pulsioxímetro en el dedo para medir los cambios de la saturación de oxihemoglobina (SaO2). Se realizan 3-4 paseos: el de ensayo, uno en condiciones basales y otros con oxígeno y se valora, junto con la distancia recorrida, el ritmo cardíaco y la Sa02. Recientemente, se ha publicado sobre esta cuetión un editorial (Arch Bronconeumol. 2005;41:591­2) junto con 3 articulos originales en la misma revista. El test consiste en caminar en terreno llano durante 6 minutos a la máxima velocidad y sin detenerse. Parece sencillo, pero para empezar ni siquiera sabemos cuál es la distancia esperada, es decir, no existe numéricamente en metros una cifra que pueda utilizarse como referencia. En uno de los trabajos, realizado por médicos chilenos en Temuco, los pacientes caminan 450-500 metros; también en el trabajo brasileño realizado en São Paulo las distancias medias son de 500 metros, mientras que los pacientes de un grupo catalán en Barcelona sólo son capaces de caminar 250-300 metros. Aunque podríamos explicarlo por la creencia extendida de que en el continente americano las cosas son mayores, en este caso se trata probablemente de las diferencias en la gravedad de la enfermedad pulmonar.

"Si la espirometría es poco utilizada, menos predicamento tienen las pruebas de esfuerzo, que valoran la respuesta muscular, cardíaca y respiratoria tras un pedaleo o carrera controlada sobre una cinta."

En las descripciones de la forma de realizar el test intervienen numerosas variables que también influyen en el resultado final. El más interesante es el estímulo verbal o sonoro de soporte conocido como paced shuttle walk test que consiste en que se oiga un pitido largo cada 10 metros y uno corto en cada paso. Algo similar a lo que ocurre con los ciclistas al llegar al final de los puertos de montaña. Tambien influyen la comodidad de la superficie del recorrido y por supuesto el uso de oxígeno suplementario. Según las conclusiones del estudio brasileño, centrado en la variabilidad de la prueba, con los resultados que se obtienen en la mitad de los centros se valora el incremento en metros de la distancia recorrida y en otros el porcentaje en relación con la distancia basal. Una explicación del porqué de esta diferencia sería el hecho de que en distancias cortas los incrementos se interpretan de forma generosa. Sin embargo, no hay en los trabajos citados ninguna referencia a provocar una cierta forma de competición deportiva. No me refiero de momento a un encuentro entre un grupo de pacientes brasileños, chilenos, españoles o argentinos, sino que sugiero una especie de test de autosuperación. El paciente, tras realizar la prueba, sabría que ha caminado pongamos 300 metros y se le propone un tratamiento y entrenamiento. Al cabo de varias semanas, llegaría a la consulta con cara de enorme satisfacción afirmando que ha conseguido andar 500 metros en 6 minutos. Parece que podríamos estar ante una buena oportunidad para la comunidad neumológica latina de extender este test de la marcha a otros niveles que permitan tener una información sobre la tolerancia al esfuerzo en personas que presentan diversas enfermedades que limitan al caminante.

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