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Detección del síndrome de Down durante el embarazo

JANO.es · 09 noviembre 2007

Según el informe del Registro de Defectos Congénitos de Barcelona del período 1992-2004, el 88% de los casos de trisomía 21 en la citada ciudad se detecta durante la gestación

¡Parid hijos, súbditas de la gran República Popular China, que mientras seáis líderes de la población mundial vuestros dirigentes serán respetados! Así estimulan la procreación los descendientes de Mao Zedong. Ahora son 1.300 millones. Mejor si alcanzan los 1.500. El mundo les dejará tranquilos.

No hablemos de habitantes, que es un concepto abstracto. Utilicemos el de consumidores, que es mucho más concreto. La mayoría de los chinos está en las primeras fases del consumismo. Pero muchos ciudadanos han adoptado ya como inamovible la doctrina que hace compatibles a Marx con los apóstoles de la doctrina neokantiana del famoso lema de “consumo, luego existo”. Son pocos aún los que han alcanzado niveles de compra comparables al de los occidentales. Pero los 1.300 millones, y los que vengan detrás, ninguno quedará libre de la aspiración a formar parte de la sociedad de consumo.

Es elemental que el representante de un gobierno europeo o americano que viaja a Pekín pronuncie ante el anfitrión unas palabras sobre la necesidad de que los derechos humanos sean respetados. Pero será una reconvención discreta y el viajero procurará no molestar a las autoridades del país que le recibe. Un contrato que supusiera la venta de una bicicleta por cada cien habitantes supondría 130 millones de bicicletas. “Que tu conciencia no se interfiera con los negocios”, señala el Manual del Exportador Perfecto.

Así se explica que se produzcan situaciones escandalosas, que a muchos países no se les perdonarían. Tratándose de China, si se violan los derechos humanos, los gobernantes de los países exportadores miran a otra parte. Y así siguen vigentes castigos medievales que nadie denuncia. Sólo unos pocos chinos, que tienen conciencia ya de que ciertos castigos son impropios del siglo XXI. Una redada contra la prostitución en la ciudad de Shenzhen permitió recientemente la detención de unos centenares de personas, entre las profesionales del sexo, sus “macarras” y los clientes. El castigo consistió en pasearles en hilera por el centro de la urbe, cubiertos por un camisón amarillo, que es color de humillación y, en una gran plaza, dar a conocer sus nombres y su lugar de residencia, mientras el público aplaudía.

Hay que volver a enviar misioneros al gran país asiático para que prediquen el respeto a los derechos humanos. Y enseñarles que vale la pena la recuperación de un mueble antiguo, pero no la humillación pública de un ser humano. Es una salvajada.

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