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NEUROLOGÍA

Día del Ictus

JANO.es y agencias · 25 octubre 2007

Especialistas en neurología señalan que un segundo ictus aumenta un 73% el riesgo de muerte respecto a un primer accidente cerebrovascular

La ciudad de Edimburgo es una de las localidades más bellas del mundo y sus calles nos transportan a otra época, a otras historias. Sin embargo, el clima es húmedo y frío, y no resulta aconsejable para un niño enfermizo. Pocos días brilló el sol durante la infancia de Louis Stevenson en la ciudad escocesa.

Louis, que había nacido en 1850, fue diagnosticado desde muy pequeño de tuberculosis, por lo que no pudo asistir con asiduidad al colegio y pasaba largas temporadas encerrado en casa en compañía de su niñera Alison Cunnigham. Probablemente, gracias a la afición de Alison a entretener a Lou —así le llamaban sus padres, miembros de la alta sociedad escocesa— mediante la narración de grandes y fantásticas aventuras, el niño desarrolló un carácter alegre e intrépido. Stevenson imaginaba desde su alcoba de Edimburgo los mares del mundo, las selvas, los seres humanos de todas las etnias que vivían en países lejanos. En su imaginación creó su propio paraíso. La ciudad le acabó asfixiando y su mayor deseo era sentirse libre.

Aunque empieza a estudiar ingeniería para seguir los pasos de su padre, Louis es un alma aventurera que sólo encuentra alegría escribiendo historias. Lejos de atormentarse y de convertirse en la víctima de una infancia enferma, Stevenson comienza a planear rutas y excursiones.

El viaje como modo de vida

Como si se tratara de un gran explorador, en la veintena y aprovechando una mejoría clínica, Lou organiza un descenso en canoa con su amigo Walter Simpson desde Antwerp, en Bélgica, hasta Pontoise. Me imagino que, dada la enfermedad tuberculosa que tenía —y para la que en esos años no había tratamiento—, resultaba una gran aventura adentrarse en las aguas frías de un río europeo, pero Stevenson valora más sus ansias de conocer que su salud. Poco después escribiría una de sus primeras novelas: Un viaje al continente. A medida que iba conociendo sitios, escribía libros de viajes, género que en la actualidad tiene de nuevo una gran acogida y que el escritor escocés practicó casi como una necesidad.

En Francia, a donde viajaba con frecuencia con la excusa de buscar un clima más cálido para sus pulmones, conoció a Fanny Osbourne, una viuda americana mayor que él y con dos hijos. La relación de ambos se desarrolló de un modo casi perfecto y la compenetración de la pareja se vio reforzada por la excelente relación de Lou con sus hijos adoptivos. Fanny y Lou comparten el afán por conocer y deciden comenzar un viaje sin retorno, un viaje a ninguna parte. Quizás Stevenson sabía que su vida no podría ser muy larga en años pero sí en emociones. Los Stevenson viajan desde Europa a las islas del Pacífico. Tenían claro que el viaje era importante en sí mismo y que más que la meta de llegada era importante el camino. Esta decisión no fue bien recibida en la sociedad burguesa del siglo xix a la que pertenecía el escritor. Su llegada a la isla de Samoa, en los mares del sur, supuso el encuentro con un paraíso personal y Lou debió contemplar aquel lugar como si fuera el retrato fiel de los que imaginaba en su infancia. A pesar de su felicidad, la salud no le acompañaba y la tuberculosis iba mermando la vida del escritor.

Los Stevenson disfrutaron de la isla y del modo de vida de los samoanos a los que defendieron frente a las ideas de superioridad y de colonialismo británico. Los nativos le bautizaron con el nombre de “Tusitala”, que significa “contador de historias”. A los 44 años, Tusitala muere y toda la isla acude a despedirle. Dejaron su cuerpo en un volcán. Stevenson siguió contribuyendo a aumentar la adicción a la aventura a través de novelas como La isla del tesoro o Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Su corta vida es un ejemplo de entusiasmo y vitalidad.

• La tuberculosis es una de las enfermedades declaradas por la Organización Mundial de la Salud como Emergencia Global en 1993 y está causada por Mycobacterium tuberculosis.

• En el siglo xx se produjeron 88 millones de casos y 30 millones de muertes.

• La tuberculosis es responsable del 26% de los fallecimientos potencialmente evitables en países pobres a los que no llega el tratamiento.

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