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JANO.es y agencias · 14 noviembre 2007

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Dreyer, maestro del cine europeo

Carl Theodor Dreyer (Copenhague, 1889-1968), director de cine y guionista, es considerado uno de los mejores directores del cine europeo de todos los tiempos. Si bien su carrera duró 50 años, desde 1910 hasta los años sesenta, su vanidad, sus métodos dictatoriales, la idiosincrasia de su estilo y la obstinada devoción por su propio arte hicieron que su producción resultase menos prolífica de lo que hubiese podido esperarse. De hecho, prefirió la calidad a la cantidad, lo que le llevó a realizar algunos de los clásicos del cine internacional.

Aceptar la existencia de los milagros no parece una posición exclusiva de la religión. La ciencia (y la medicina, como rama de la misma) también tienen sus propios milagros.

A ningún cinéfilo le puede resultar sorprendente la presencia asidua del filme La palabra (Ordet, Carl Theodor Dreyer, 1955) encabezando las listas de las mejores películas de cine religioso de la historia. Nadie puede negar que la religión es el núcleo fundamental que da sentido a Ordet —película, por cierto, que en nuestro país goza del raro privilegio de ser más conocida por su título original que por la traducción española del mismo con la que fue estrenada en nuestras pantallas... merced que comparte con la hitchcockiana De entre los muertos (Vértigo, 1958)—. Ordet es, ante todo, un filme de temática religiosa. Pero, ¿es exclusivamente una película centrada en la religión? Creo que no. La cinta de Dreyer permite la reflexión sobre múltiples temas… entre ellos, la medicina, que es el asunto del que este artículo pretende ocuparse. En concreto, conviene recordar que en la película aparece un médico como personaje secundario.

El médico de Ordet entra en escena en el momento en que Mikkel (uno de los miembros de la familia Borgen, protagonista del filme), ante el inminente parto de su esposa Inger, se percata de que algo no se desarrolla con normalidad en el alumbramiento. Ante la gravedad de la situación, decide llamar al galeno local para solicitar sus servicios. Éste es un profesional anónimo (el resto de los personajes se refieren a él simplemente como “doctor”, circunstancia que le confiere cierto aire impersonal ya desde su misma aparición), de rostro hierático y modales rígidos.

Carácter impasible del médico

Este carácter impasible del médico, que queda ya apuntado en su primera escena, se irá definiendo más explícitamente en el transcurso de la operación practicada a Inger, que terminará con el aborto de la criatura que iba a dar a luz y con la salvación (desgraciadamente, sólo momentánea) de la joven madre. Viendo los glaciales ademanes del médico interviniendo a la joven y los severos modales que emplea con sus familiares (el profesional, por ejemplo, parece olvidar la condición de marido de la enferma de Mikkel y tomarlo por poco más que un auxiliar subordinado: “Deje de molestarme. Acerque la lámpara. Ya puede dejar la lámpara. Y vaya a buscar una cubeta”), uno casi estaría tentado a afirmar que el personaje parece haber recalado en el film de Dreyer huyendo de alguno de los filmes terroríficos que la Universal popularizó en la década de los años treinta… y que el objeto de su intervención no es el cuerpo de una joven madre, sino los miembros remendados de algún engendro frankensteiniano. La insensibilidad del doctor queda plasmada visualmente en su expresión impasible, que contrasta con el nerviosismo que domina el rostro de Mikkel.

Como puede suponerse a partir de lo anteriormente descrito, tampoco las habilidades de comunicación parecen constituir uno de los puntos fuertes de su praxis médica. Atendamos si no al diálogo en que informa (y aquí tal vez resultaría oportuno que “informa” apareciera entre comillas o incluso entre interrogantes) al apesadumbrado esposo de la necesidad de practicar un aborto. Cuando Mikkel le pregunta si todavía vive el feto, el profesional responde: “Sí, todavía. Pero ya tenemos que terminar”. Ni siquiera llegado el momento de transmitir buenas noticias podemos encontrar el más nimio rasgo de humanidad en el anónimo profesional. Prestemos atención al modo de comunicar a los parientes de Inger —en particular, a su suegro, el anciano Morten Borgen— que la operación ha sido un éxito (al menos en tanto ha conseguido poner a salvo la vida de la parturienta). Las palabras del doctor, desde luego, no servirían como ejemplo en ningún manual de psicología médica, dada su ambigüedad (que casi bordea el humor negro):

MÉDICO: Ya está, Borgen. 
MORTEN BORGEN: ¡No lo diga!
MÉDICO: Todo ha terminado. 
MORTEN BORGEN: ¿Qué? ¡No! 
MÉDICO: Ahora está durmiendo. Esperemos que no haya ningún problema. 
MORTEN BORGEN: ¡Gracias al Cielo! ¡Eternamente!

Ausencia de cualquier rasgo humano

En definitiva, nos encontramos ante una singular imagen de un médico en la que éste queda esencialmente reducido a su dimensión profesional, purgado de cualquier rasgo humano. Tal descripción no puede sino contrastar con la calidez y realismo que caracterizan el retrato de los familiares de Inger en sus momentos de dolor. Por contraste con los Borgen, el anónimo doctor de Ordet parece irreal, una mera caricatura. Podemos intuir que Dreyer ha pretendido caracterizar al personaje guiado por un afán simbólico y no realista. Esta dimensión simbólica aparece de forma más explícita en el diálogo que el doctor mantiene, una vez finalizada la operación, con Morten y el pastor local, que también ha acudido a la casa de los Borgen a interesarse por el estado de Inger. Reproduzco dicho diálogo, tal y como aparece en la versión doblada al español de la película:

MÉDICO: Discúlpeme, querido Borgen. No trato de herir sus sentimientos religiosos, pero ahora que todo ha pasado me voy a permitir pincharle un poco. Según usted, ¿qué nos ha ayudado más? ¿Sus oraciones o mi tratamiento? 
MORTEN BORGEN: La bendición de Nuestro Señor, querido doctor. 
PASTOR: Ora et labora… decían ya los antiguos frailes. 
MÉDICO: ¿Usted también cree en los milagros, padre?
PASTOR: ¿Que si creo? Evidentemente los milagros son posibles porque Dios es el creador de todas las cosas y por ello dueño de todo lo creado, pero… 
MÉDICO: ¿Pero? 
PASTOR: Por otra parte, aunque Dios tiene poder de hacer milagros no los hace. 
MÉDICO: ¿Por qué no? 
PASTOR: Porque hacer milagros sería menoscabar las leyes naturales y Dios no infringe sus propias leyes. 
MÉDICO: Entonces ¿los milagros de Cristo…? 
PASTOR: Ocurrieron en circunstancias muy particulares. 
MÉDICO: Bueno, veamos. En circunstancias particulares, Dios, que de ordinario es tan exacto, permite ciertas vacilaciones. No, no, padre. MORTEN BORGEN: Qué extraños son estos doctores. Siempre creen en lo que menos merece la pena creer. 
PASTOR: Eso suele ocurrir.

Posturas contrapuestas

La deriva de la conversación al tema de la posibilidad de los milagros no parece casual. Un análisis prima facie de los significados simbólicos del texto reproducido, podría llevarnos a la precipitada conclusión de que en él se enfrentan dialécticamente dos posturas contrapuestas: la de la religión (fundamentalmente encarnada en la figura del pastor) y la de la ciencia (representada por el médico). La religión cree en los milagros, la ciencia no. Sin embargo, tal interpretación debe ser matizada al considerar la segunda mitad del diálogo, que comienza aludiendo a Johannes, hijo trastornado de Morten, que deambula por la casa creyendo ser Jesucristo:

MÉDICO: Johannes seguramente se pondrá bien. 
MORTEN BORGEN: ¿Usted cree? 
MÉDICO: Hay que tener paciencia hasta que algún día reciba un shock psíquico capaz de remover de arriba abajo esa cuba a la que llamamos subconsciente. 
MORTEN BORGEN: ¿Y cree usted que entonces volverá a ser el de siempre? 
MÉDICO: Sí, exactamente como era antes. 
MORTEN BORGEN: ¿Lo ve, padre? El doctor también cree en los milagros. 
MÉDICO: Efectivamente, creo en los milagros que me ha enseñado la ciencia.

Aceptar la existencia de los milagros, por tanto, no parece una posición exclusiva de la religión. La ciencia (y la medicina, como rama de la misma) también tienen sus propios milagros. Entonces ¿qué conclusiones podríamos extraer a partir del diálogo anterior? Nos ocuparemos de analizarlas en un próximo artículo.

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