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JANO.es y agencias · 12 mayo 2008

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El número de fallas ha ido creciendo hasta los varios centenares de hoy y su coste llega hasta los 700.000 en el caso de la más cara, la Nou Campanar.

Decenas de miles de kilos de pólvora se emplean en la orgía de ruido que son las mascletàs, o los castillos de fuegos artificiales...

Lo que a mediados del siglo XVIII era un simple episodio de los festejos de San José se ha convertido en las Fallas, una fiesta colorista, ruidosa y singular como pocas en el mundo. Valencia congrega esos días a tres millones de personas llegadas de medio mundo para disfrutar con sus ninots y su gastronomía, asombrarse con mascletàs y castillos de fuegos artificiales, gozar de sus flores, su semana de toros, sus bandas de música, su fervor mariano... Las Fallas tienen una enorme importancia sociocultural y económica. Algunos datos bastan para probarlo: la ciudad triplica sus habitantes; el número de fallas ha ido creciendo hasta los varios centenares de hoy y su coste llega hasta los 700.000 en el caso de la más costosa, la Nou Campanar. Decenas de miles de kilos de pólvora se emplean en la orgía de ruido que son las mascletàs, o los castillos de fuegos artificiales...

 El trabajo es arduo: elegir tema, crear moldes para las cabezas, construir cuerpos con cartón sujeto a armazones de yeso... Luego hay que colorearlos y estudiar su ensamblaje.

 

Todo empezó hace poco más de un siglo

El día 18 de marzo en algunas vías urbanas aparecían peleles colgados en medio de algunas calles aludiendo a hechos o personajes censurables. Los chiquillos recogían trastos que ardieran y los ponían debajo para prenderles fuego al anochecer de la víspera de San José, congregando alrededor de la hoguera amplia participación popular. Así nacieron las Fallas. La documentación más antigua de que se dispone es un oficio dirigido al corregidor de la ciudad para que prohibiera la colocación de estos peleles en calles estrechas. Se obligó a los vecinos a ponerlos en las calles anchas o plazas. Antorchas, hogueras, peleles y entablados recibieron el nombre de fallas, hasta que el término designó sólo a las piras satíricas que causaban expectación y que la población acudía a visitar masivamente. Al igual que els miracles de sant Vicent, se acompañaban siempre de unas hojas de versos colgadas en las paredes próximas que explicaban la falla. A diferencia de las simples piras de trastos viejos en las fallas se representan escenas que aluden a personas o sucesos considerados merecedores de enmienda o dignos de irrisión.

En 1885 la revista La Traca otorgó por primera vez premios a las mejores fallas. Este apoyo explícito despertó un espíritu competitivo entre comisiones de vecinos, estimuló el fervor fallero y produjo una decantación esteticista que dio lugar a la falla artística con muchos personajes, gran monumentalidad y barroquismo. La fiesta fue tomando importancia con los apoyos de General Fallera Valenciana, el Comité Central Fallero... Hasta que en 1929 el Ayuntamiento se convirtió en la entidad organizadora, creó un concurso de carteles e instauró la Semana Fallera —con mascletàs, castillos de fuegos artificiales, desfile ante la Virgen de los Desamparados, corridas de toros, etc.—, que la convirtieron en la fiesta mayor de los valencianos y contribuyeron a hacerla conocida en todo el mundo. Si el evento empezó con un simple pelele hoy la construcción de ninots es un arte que ocupa a sus creadores todo el año. El trabajo es arduo: elegir tema, crear moldes para las cabezas, construir cuerpos con cartón sujeto a armazones de yeso... Luego hay que colorearlos y estudiar su ensamblaje. Quedan listas con la plantà y expuestas a la curiosidad pública hasta el momento de prenderles fuego. Cuando la falla artística se impuso, comenzó a pensarse que era una pena la quema total de la obra creada. Se propuso salvar alguna figura por su especial calidad y ello dio lugar a otra de las tradiciones de fallas: el ninot indultat, que cuajó en 1933 y que desde 1936 se hace por votación popular. Las distintas figuras salvadas de la quema a través de los años constituyen hoy el curioso Museo de Ninots Indultats, que bien merece una visita.

En 1929 la Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo encarga el primer cartel de Fallas al renombrado artista José Segrelles Albert que inauguró una preciosa tradición que sigue en la actualidad —el mejor cartel se selecciona por votación popular— y que ha generado una larga y variadísima colección con obras que van del art déco, al cubismo, pasando por el pop, la abstracción...

Orgía de pólvora

Las fallas, sufragadas por los falleros que compiten entre sí por sustanciosos premios, fueron evolucionando con las nuevas técnicas y materiales. Al principio eran peleles recubiertos de estopa y ropas viejas. Luego máscaras de cartón pintado. Más tarde llegó el poliéster, seguido del poliestireno expandido, que permite obtener texturas muy diversas,pesa poco y es de muy fácil manejo.Con todo ello se hacen maravillosas creaciones que asombran a los visitantes unos días y luego arden gozosamente en la Cremá,durante la Nit del Foc, que constituye un espectáculo tragicómico digno de disfrutarse y que pone fin a tan singular celebración.

Pero las Fallas son muchísimo más y los ninots son sólo la excusa formal para todo lo demás. Los niños y adolescentes, que tenían un papel central en el festejo recogiendo materiales para convertirlos en combustible y animando el momento de la cremación, quedaron un poco relegados al consolidarse la falla artística y profesionalizada. Hasta que a finales de los años veinte comenzaron a aparecer fallas infantiles que estimularon la innovación con premios a las mejores creaciones. En 1936 hubo ya 80 fallas infantiles, se nombró una fallera mayor infantil...Y, naturalmente, hay una reina de las fiestas, la Fallera Mayor, que preside los distintos actos de la celebración tocada con magníficos y elaborados trajes valorados en decenas de miles de euros.Y esos actos son muchos: la feria taurina de Fallas, la mascletà diaria en la plaza del Ajuntament, que se oye a kilómetros de distancia y que tiene limitada la cantidad de pólvora para evitar daños graves en edificios y personas, los castillos de fuegos artificiales... Valencia es,como dice su famoso pasodoble, la tierra de las flores y de la música. Ambas cosas unidas conforman otra de las actividades más singulares de fallas en la que centenares de espléndidas bandas musicales acompañadas por decenas de miles de valencianos —ellas ataviadas con trajes típicos, bellísimos y muy caros, y ellos con la característica chambra huertana y el pañuelo— desfilan durante días ante la patrona de la ciudad, la Virgen de los Desamparados, portando millones de flores para componer un parterre gigante con la imagen de la propia Virgen.

La alegría invade las calles, abarrotadas por turistas y autóctonos que disfrutan de un clima excepcional y de la pólvora, afición que los valencianos llevan en la sangre.Las mascletàs del mediodía son como un concierto de pólvora: los pirotécnicos estudian concienzudamente el ritmo de las tracas, las salidas aéreas y los silbadores, mezclándolos en un crescendo espectacular que finaliza con el “terremoto, explosión en tierra de forma simultánea de cientos de masclets, el más potente de los petardos existentes en la actualidad”. No hay espectáculo pirotécnico comparable a una mascletà y las sensaciones que provoca sólo se entienden habiéndolas vivido al menos una vez. Y antes, durante y después, los niños tiran sus bombitas y los mayores, ruidosos petardos... Pero todo esto no es más que el preámbulo de pólvora al colorido de las noches,cuando los fogonazos de pólvora forman palmerales bajo el cielo estrellado que por breves momentos transforman la noche en día. Son auténticas sinfonías con ritmo, color, altura, intensidad...

Cocina y más

La fiesta de las Fallas es un buen momento para disfrutar de las ricas variedades de la cocina valenciana, reflejo de la diversidad de sus productos, entre los que destaca su plato más universal: la paella, que acapara todo el protagonismo. La genuina paella se cocina con fuego de leña y tiene como ingrediente básico el arroz. Dada la importancia del cultivo del arroz en Valencia, este producto ha dado lugar a numerosas recetas: arròs a banda, arròs negre, arròs al forn, arròs amb bledes, arròs amb fesols i naps... Pero también podrá degustar otros platos como la fideuà, originaria de Gandia; el all i pebre, característico de la Albufera; el suquet de peix, el esgarrat, el figatell, etc. Es un excelente momento, además, para disfrutar de la gran calidad de las frutas valencianas, entre las que el liderazgo lo ostenta la naranja. Pero además encontrará una repostería ciertamente extensa que tiene como estrella el arnadí y una serie de refrescos típicos entre los que destaca la horchata de chufa (acompañada de fartons) originaria de Alboraya. Y como caldos los vinos con denominación de origen de Alto Turia y la Serranía, o los tintos de Requena, Utiel, Campo de Liria... A tanto alboroto y regocijo se puede sumar el que los naranjos de toda la zona están en flor. Es una delicia contemplarlos y dejarse abrazar por el aroma del azahar mezclado con el ocre olor de la pólvora quemada.

Todo esto y mucho más son las Fallas. El colofón son la Nit de Foc y la Cremá. Se llora masivamente por lo gozado, por lo quemado... y desde ese momento empieza otra vez el ciclo que generará nuevos ninots que serán quemados el próximo año.

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