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JANO.es y agencias · 20 febrero 2008

Según la Fundación Irene Megías, sólo un 5% de los casos de meningitis devienen en fallecimiento, mientras que en el caso de la sepsis meningocócica la mortalidad alcanza el 50%

Dar imagen a la luz de la noche, con sus colores sin luz, requirió el trabajo de siglos.

“Limitado es el tiempo de la luz, 
pero sin tiempo y sin espacio 
es el imperio de la noche”
 
(Novalis. Himnos a la noche)

Tal vez la ausencia de espacio y tiempo originó la tardanza en la representación de la luz nocturna en la pintura. Se necesita tiempo para interpretar y comprender la representación del mundo tridimensional en sólo dos de sus dimensiones, pintar y entender el espacio son constantes de la pintura; sin embargo, dar imagen a la luz de la noche, con sus colores sin luz, requirió el trabajo de milenios. En un principio, la noche se evoca de forma simbólica con el azul ultramar y las estrellas amarillas, como ocurre en la civilización egipcia hasta, exceptuando pequeñas incursiones sobre todo de los pintores renacentistas alemanes, la cultura barroca en el siglo XVII, cuando los sentimientos triunfan plenamente y nombrar y recordar la noche, aunque avive recuerdos sobrecogedores, sirve para llegar al alma antes que las palabras. Una vez que los artistas nos enseñaron a ver y percibir la noche, su imagen persiste en la memoria con un amplio repertorio de emociones.

La importancia de la noche en la astronomía y filosofía se hace patente en las primeras civilizaciones. En la cultura egipcia es una diosa mítica, ancestral. De acuerdo con un mito, el dios Atón había creado el mundo a partir de sus fluidos internos. De esta forma surgieron los primeros dioses: Shu, el aire, y Rfenis, la humedad. Estos dioses procrearon a Gueb, la tierra, y Nut, el cielo. Nut también aparece en el panteón egipcio como la diosa creadora del universo físico y la reguladora de los movimientos de los astros. Se la representa como bóveda celeste en forma de una mujer inclinada sobre la Tierra apoyándose en ella con los pies y las manos. Se creía que por la noche engullía al Sol y lo hacía renacer cada mañana. Esta es la primera representación de la noche, presente en muchas de las tumbas egipcias. De aquí en adelante el cielo nocturno se pintará de forma simbólica: azul para el cielo y amarillo o dorado para las estrellas. Las figuras de las escenas nocturnas se pintarán con los colores propios de la luz del día, ajenas al devenir de las horas oscuras. Los griegos, los romanos, el cristianismo del románico y gótico, incluso el renacimiento, conservarán esta forma de representación.

En el Beato de Liébana (siglo VIII d.C.), los ángeles bajan del cielo, una franja horizontal de color azul oscuro, anunciando con su trompeta el tiempo venidero. Giotto, en el fresco La adoración de los Reyes Magos (siglo XIV), introduce una novedad en la representación del cielo estrellado: una especie de estrella-meteorito surca el cielo, haciéndose eco de las teorías de la época. En El sueño de Constantino (1466), Piero de la Francesca avanza un paso más: pinta el entorno con colores sin luz, típicos de la noche, y utiliza un foco de luz cenital que proviene del ángel que se le aparece a Constantino. Sin embargo, las escenas nocturnas iluminadas por focos de luz empezarán a tomar cuerpo con los pintores renacentistas alemanes, caso de La Natividad (1520), de Baldung Grien, escena nocturna con dos focos de luz: la luna que ilumina el paisaje de fondo y el niño Jesús que ilumina el interior. Serán los pintores alemanes del siglo XVI los primeros en representar y recrear la luz de la noche gracias a su amor por la descripción de la realidad, incluyendo la visión de la luna llena, elemento característico de los nocturnos de aquí en adelante, haciendo posible su renacer en el Romanticismo alemán en la obra del pintor Caspar David Friedrich, cuyos cuadros nocturnos retoman las obras de Baldung, Altdorfer y Grünewald en el siglo XIX.

En España, en 1607, El Greco nos sorprende con una representación de Toledo bañado por una luz lunar, quizá el primer paisaje autónomo de la pintura y el primer nocturno como tal. Una visión mística acorde con los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, sin olvidar las teorías neoplatónicas renacentistas, donde la luz desempeñaba un importante papel. Su interés por los efectos de la noche y sus luces artificiales se remontan a 1576 cuando pinta un niño soplando una vela, El soplón, anticipándose a las obras del francés Georges de la Tour, bajo las influencias del maravilloso y admirado Tiziano, a quien El Greco visitó en Venecia en su viaje hacia España. Tiziano investiga los efectos de la luz nocturna hacia 1530, como en La Virgen con el Niño y Santa Catalina, Adoración de los pastoresy Virgen con niño en paisaje de noche (1562), escenas religiosas que transcurren en la noche, en paisajes nocturnos de fondo y luz artificial en los primeros planos de las figuras.

La introducción de la luz artificial con velas se convertirá en un tema pictórico en el siglo XVII, en pleno barroco. Un arte basado en la complicación y el adorno de los conceptos, en la mezcla de la realidad y la ilusión y en el ilusionismo para alcanzar el efectismo. Es en este siglo cuando la representación de la noche en el arte avanza rápidamente gracias a los descubrimientos de Newton en el terreno de la luz, pues los artistas quieren ver y comprobar la descomposición de la luz y sus efectos, de ahí el interés por la luz en los interiores, con cuadros de un realismo a veces sobrecogedor: Georges de la Tour, Caravaggio, Rembrandt, Velázquez. Evolución que se prolonga en el siglo XVIII con las teorías estéticas de Kant sobre lo bello y lo sublime: “La noche es sublime, el día es bello. Los temperamentos que poseen un sentimiento de lo sublime, cuando la temblorosa luz de las estrellas rasga a través la parda sombra de la noche y la luna solitaria está en el horizonte, son atraídos poco a poco por la calma silenciosa de una noche de verano, a sensaciones supremas de amistad, de desprecio del mundo, de eternidad. Lo sublime conmueve, lo bello encanta”. La estética romántica queda definida por primera vez. A finales del siglo XVIII Turner comienza su carrera como el precursor del nocturno moderno con su serie de escenas en el Támesis y Londres, perfilado en el oscuro horizonte. A principios del siglo XIX, con el Romanticismo, los valores nocturnos empiezan a expresar estados de ánimo y se convierten en tema autónomo del arte. La luz de la luna será el tema del cuadro, reflejándose en las aguas de lagos y mares. En música se crea una forma específica para el piano: nocturnos, aunque anteriormente existieran músicas nocturnas como El claro de luna, de Beethoven. Chopin será el romántico nocturno por excelencia. La intimidad del artista, sus sentimientos en las horas oscuras de la noche, se desnuda ante los espectadores, compartiendo y provocando nuevas sensaciones. El máximo representante de la noche romántica será Caspar David Friedrich, sin olvidarnos del inglés William Blake.

Evidentemente, la representación nocturna no termina con el Romanticismo, se prolonga en el Impresionismo, Simbolismo... El presente artículo tomó cuerpo gracias a la exposición “Luz de gas. La noche y sus fantasmas en la pintura española, 1880- 1930”, que organizó la Fundación Mapfre en Madrid, cuyo catálogo les recomiendo para continuar el recorrido de la interpretación de la luz nocturna en la pintura.

Siglo VIII En el Beato de Liébana la noche se evoca de forma simbólica con el azul ultramar y las estrellas amarillas, como ocurre en la civilización egipcia.

Siglo XIV Giotto, en el fresco La adoración de los Reyes Magos introduce una novedad en la representación del cielo estrellado: una especie de estrella-meteorito surca el cielo, haciéndose eco de las teorías de la época.

Siglo XV En El sueño de Constantino (1466), Piero de la Francesca avanza un paso más: pinta el entorno con colores sin luz, típicos de la noche, y utiliza un foco de luz cenital que proviene del ángel que se le aparece a Constantino.

Siglo XVI La Natividad (1520), de Baldung Grien, escena nocturna con dos focos de luz: la luna que ilumina el paisaje de fondo y el niño Jesús que ilumina el interior.

Siglo XVI Tiziano investiga los efectos de la luz nocturna hacia 1530, como en Virgen con niño en paisaje de noche (1562), escena religiosa que transcurre en la noche, en paisajes nocturnos de fondo y luz artificial en los primeros planos de las figuras.

Siglo XVI El interés por los efectos de la noche y sus luces artificiales en El Greco se remontan a 1576 cuando pinta El soplón, un niño soplando una vela. En 1607, El Greco nos sorprende con una representación de Toledo bañado por una luz lunar, quizá el primer paisaje autónomo de la pintura y el primer nocturno como tal.

Siglo XVII Es en este siglo cuando la representación de la noche en el arte avanza rápidamente, gracias a los descubrimientos de Newton en el terreno de la luz, con cuadros de un realismo a veces sobrecogedor: Georges de la Tour, Caravaggio, Rembrandt, Velázquez.

Siglo XVIII A finales de éste, Turner comienza su carrera como el precursor del nocturno moderno con su serie de escenas en el Támesis y Londres, perfilado en el oscuro horizonte.

Siglo XIX Con el Romanticismo, los valores nocturnos empiezan a expresar estados de ánimo. El máximo representante de la noche romántica será Caspar David Friedrich.

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