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JANO.es · 12 mayo 2008

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Requiere la estratificación del riesgo cardiovascular necesariamente de la realización de pruebas de laboratorio? Es decir, y sin menoscabo de la eficacia, ¿puede abaratarse el procedimiento para la identificación de los pacientes en riesgo con la exclusión de los análisis de sangre? Supuestamente sí, de acuerdo con un estudio publicado en The Lancet (2008;371:923-31) que concluye que la historia clínica y los exámenes físicos son suficientes, o cuando menos tan válidos como la metodología basada en el laboratorio, para predecir el riesgo cardiovascular.

En torno a un 20% de los fallecimientos causados por las enfermedades cardiovasculares tiene lugar en los países en vías de desarrollo. Un porcentaje nada desdeñable y preocupante dado, por una parte, que estas enfermedades constituyen la primera causa de mortalidad en todo el mundo y, por otra, que el presupuesto de los sistemas sanitarios de muchos de estos países no alcanza los 20 euros por paciente y año –frente a los hasta 2.500 en las naciones más ricas–. Por tanto, la eficacia de la prevención primaria cardiovascular, ya fundamental en el mundo desarrollado, se presenta como un requisito imprescindible para la salud pública de las naciones menos favorecidas.

El problema es que, según apuntan los autores, “el desarrollo de índices de riesgo fácilmente utilizables en la práctica clínica, que no requieran de unas pruebas de laboratorio que pueden resultar inconvenientes en los países ricos y no asequibles en el mundo en vía de desarrollo, nunca ha recibido mucha atención”. Únicamente la OMS ha diseñado unos modelos de predicción con la inclusión o la ausencia del colesterol, modelos que no se han validado con la metodología recogida en la literatura y que, por tanto, no han sido aplicados en ninguna región ni país del mundo.

Colesterol o no colesterol

Con objeto de corregir esta situación, los autores del estudio compararon la validez de ambas metodologías, con –edad, PAS y tratamiento o no de la HTA, estatus tabáquico, historia de diabetes mellitus y niveles de colesterol– o sin pruebas de laboratorio –IMC en lugar de colesterol–, a la hora de predecir la presentación de accidentes cardiovasculares fatales o no fatales. Concretamente, analizaron el seguimiento llevado a cabo con los 44.509 participantes del NHEFS –subestudio de cohortes del NANHES I en la que se agrupaba la población de 25-74 años– que no habían sido diagnosticados de enfermedad cardiovascular.

Establecido el riesgo de los participantes y tras 21 años de seguimiento, los resultados mostraron la ausencia de diferencias estadísticas entre ambos modelos predictivos. Así, la concordancia estadística (c-statistic) para la predicción de episodios para las mujeres fue del 0,829 en caso de análisis sanguíneo y del 0,831 en ausencia del mismo –0,784 y 0,783, respectivamente, para los varones–. Significación estadística, además, que tampoco se observó en relación con la mortalidades cardiovascular o total.

Menos tiempo y dinero

Como concluyen los autores, “el método no basado en el laboratorio, que comprende la medida de la presión y su posible tratamiento, la edad, el estatus tabáquico, el IMC y el historial de diabetes resulta similar a los que comprenden pruebas de laboratorio a la hora de predecir los episodios cardiovasculares. Por tanto, como sugiere la OMS, puede ejercer un profundo efecto sobre la accesibilidad de programas de monitorización adecuados en los países en vías de desarrollo”.

Además de la mayor comodidad, tanto para el médico como, sobre todo, el paciente, y del ahorro de los costes directos de las pruebas, el método reduce los gastos en equipamiento y, lo que puede ser más importante, el tiempo. “Un valor de predicción del riesgo puede establecerse y una decisión terapéutica puede ser tomada en los 5-10 minutos de la misma consulta, sin necesidad de esperar al resultado de los análisis”, explican los investigadores.

¿Un modelo válido en los países desarrollados?

Los métodos de predicción evaluados en el estudio no contemplan parámetros como el nivel de HDL o el coeficiente cintura-cadera –presuntamente más preciso que el IMC–, aún no definidos en el momento del diseño del NHEFS. De la misma manera, tanto las gráficas de la OMS para la estratificación del riesgo como las del estudio sobrestiman, o subestiman, el riesgo cardiovascular global. Una puntualización tan válida, según defienden los autores, “como la tendencia generalizada a extrapolar los resultados de los estudios de predicción, o incluso de tratamiento, de un país a otro. Además, el INTERHEART ya concluyó que los riesgos relativos son prácticamente similares para la mayoría de países”. Y la muestra analizada –población representativa estadounidense de los años 70– es muy similar a la que presentan en la actualidad los países en vías de desarrollo (un 49% de varones fumadores y una prevalencia del 39% de HTA, similar a la iberoamericana de hoy en día).

Sea como fuere, como explican los doctores Mendis y Mohan en un editorial del mismo número, “para un cuidado equitativo en enfermedad cardiovascular, así como en otras grandes enfermedades no transmisibles, se requiere el acceso universal a un paquete esencial de intervenciones, incluyendo pruebas de laboratorio, incluso aunque los recursos sean limitados”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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