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JANO.es y agencias · 20 noviembre 2007

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El pueblo de Zamarramala se resiste a ser engullido por la ciudad de Segovia. Aunque lo cierto es que no deja de ser oficialmente uno de sus barrios. Hubo un tiempo en que era conocido como Miraflores de la Sierra.

La leyenda dice que un viajero de alto rango se acercó a un pastor de ovejas para preguntarle el nombre del pueblo y éste, sordo como una tapia, le dijo lo que estaba cosiendo: “Zamarra mala”. Otra gente habla del origen árabe: zamarram Allah o “mirador de Alá”. A la vista están las joyas segovianas reunidas dentro del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: el acueducto romano, el alcázar medieval y la catedral gótica.

La Vera Cruz

De camino a Segovia, se impone hacer un alto en la iglesia románica de la Vera Cruz, consagrada en abril de 1208. Al principio, formó parte del priorato de la orden del Santo Sepulcro hasta que en 1531 pasó a manos de la orden Hospitalaria de San Juan. El templo tiene forma dodecagonal con 3 ábsides cilíndricos adosados, una sacristía cilíndrica, una torre cuadrada de 4 cuerpos y 2 portadas. Por su arquitectura, mereció ser comparada con la iglesia portuguesa de Tomar y la mezquita de Omar en Jerusalén. En una capilla hay una hornacina que albergó una reliquia del lignum crucis, hoy guardada celosamente en algún lugar secreto de la parroquia de Zamarramala. El día de Viernes Santo es otra historia: la procesión del Cristo Yacente, escoltada por los caballeros de la orden de Malta, sale de Zamarramala hacia la iglesia de la Vera Cruz, con el lignum crucis quizás.

Zamarriegas al poder

El domingo más próximo al 5 de febrero se celebra Santa Águeda, que data de 1227. Es la fiesta de las alcaldesas. Durante todo el día, las mujeres toman el mando del pueblo. Una manera de agradecer y recordar la ayuda prestada por las mujeres al ejército cristiano en la toma del alcázar de Segovia, que estaba en poder de los musulmanes. El cura que oficia la misa y un muñeco de paja, el pelele, que acaba siendo quemado, son los únicos hombres participantes en la fiesta. Si algún machote se entromete, corre el riesgo de ser pinchado con unos largos alfileres conocidos como matahombres.

La buena mesa

Por aquí reinan siempre los asados de cochinillo, de lechazo y de cabrito. Platos deliciosos que merecen ser regados con vinos de la Ribera del Duero y de Rueda. Con bellas vistas al acueducto de Segovia, el Mesón de Cándido (Pza. del Azoguejo, 5. Tel.: 921 42 81 03) sigue conservando su buena fama.

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