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OBESIDAD

El Senado alerta sobre la obesidad infantil en España

JANO.es y agencias · 11 diciembre 2007

La Cámara Alta ha aprobado por unanimidad el informe de la ponencia para el estudio de la obesidad infantil y juvenil en nuestro país

En el mundo sanitario han surgido nuevos retos, nuevas respuestas, tal vez caminos más seguros para ayudar a los enfermos y a los ancianos a conseguir un mejor aprovechamiento y disfrute de la última etapa de la vida.

Referentes bibliográficos

Los que sufren

El mensaje que se quiere transmitir en este libro se podría sintetizar en una frase de Eric Cassell: “Los que sufren no son los cuerpos, son las personas”. El autor parte de la idea de que ante la complejidad creciente de nuestra sociedad es necesario replantear sus objetivos de salud. En este contexto, la prevención y curación de las enfermedades y la paliación del sufrimiento constituyen obligaciones gemelas para los profesionales sanitarios.

Bayés reflexiona, desde la psicología, en el concepto, evaluación y terapéutica del sufrimiento, aplicando su visión a diferentes escenarios: la vejez, la muerte súbita e inesperada, las unidades de cuidados críticos, las unidades de cuidados paliativos, el suicidio asistido y la eutanasia, la muerte de los niños, el duelo...

Hace algunos años, más de cinco para ser preciso, presentaba en estas mismas páginas de Jano, el libro Psicología del sufrimiento y de la muerte1. Ha pasado el tiempo, llegó para mí el día de la jubilación como catedrático de universidad, vino el nombramiento de profesor emérito y, lentamente, emergieron en mi vida problemáticas que habían permanecido latentes aunque ya se insinuaban en el libro mencionado. Paralelamente al desarrollo de mi biografía personal, en el mundo sanitario circundante han surgido nuevos retos, nuevas respuestas, tal vez caminos más seguros para ayudar a los enfermos y a los ancianos a conseguir un mejor aprovechamiento y disfrute de estos maravillosos regalos que son la vida y la salud en la última etapa de la vida.

Junto a los trabajos de Cassell2 y Callahan3, que, a mi juicio, siguen siendo punto de partida y anclaje para la medicina del siglo XXI, se ha hecho patente, cada vez con mayor fuerza, la relevancia del denominado Informe Hastings4 como modelo médico de elección, a la vez que han ido apareciendo nuevos datos, nuevas experiencias, nuevas propuestas5-9 que consolidan ideas apuntadas, delimitan objetivos y señalan medios adecuados para tratar de alcanzarlos. El libro que ahora se presenta, Afrontando la vida, esperando la muerte10, conserva el esquema y el espíritu del texto anterior y trata de integrar algunos de los conocimientos más destacados que han ido surgiendo durante los últimos años en el ámbito sanitario, a la vez que pretende ser otro paso, un paso más en el camino, siempre provisional, siempre mejorable, de encontrar formas de traducir dichos conocimientos en una mejor atención a las personas que, por edad o por enfermedad, se encuentran al final de su existencia.

Cuatro alternativas

En nuestra cultura, cuando las personas, en número cada vez mayor, llegan con buena salud a la edad de jubilación, sólo les quedan cuatro alternativas:

1. Continuar trabajando y profundizando en las mismas tareas en las que poseen amplia experiencia, y que les seguirán proporcionando satisfacciones intrínsecas y/o extrínsecas de todo tipo mientras su andamiaje biológico se lo permita.

2. Encontrar otras actividades a las que hasta entonces no habían podido dedicar atención, tiempo y esfuerzo, y que puedan, igualmente, proporcionar satisfacción y sentido a sus vidas.

3. Caer en la pasividad y el aburrimiento, y convertirse, poco a poco, en seres de difícil interacción y convivencia para consigo mismos y para la pareja y/o las demás personas o cuidadores que conviven con ellos en el mismo domicilio o residencia. Nuestra sociedad suele esperar de los hombres y las mujeres que la constituyen, que al envejecer se vuelvan insatisfechos, quejicas, pelmas, exigentes, malhumorados, tacaños, insensibles y egoístas. Parece fácil para un anciano actuar así. Y sólo con que se comporte de esta manera unas pocas veces será suficiente para que el estereotipo quede confirmado y el individuo sea tratado como tal.

4. Sumergirse, sin esperanza y sin ilusión alguna de cambio, en una depresión.

En la sociedad occidental, la primera de las opciones apuntadas se encuentra restringida a las profesiones en las que se valora a las personas por sus habilidades, conocimientos o resultados y no por el hecho de llegar a una determinada edad, como los artistas, los granjeros, los políticos o los que pertenecen a las denominadas profesiones liberales. Y en este punto, debemos preguntarnos, ¿por qué la jubilación, que es un notable logro social, tiene que ser obligatoria para todos los trabajadores del sector público con independencia de sus deseos, capacidades y logros? En el fondo, se trata de una verdadera discriminación por edad que, en algunos casos, puede ser origen de notable sufrimiento y coste social.

Recientemente, Antón Costas, catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, se preguntaba en las páginas de El País: “¿Qué hacemos con esos 30 o 35 años de vida que la ciencia y el desarrollo económico conceden a las nuevas generaciones de jubilados? ¿Cómo aprovechar la fuente potencial de riqueza que significan las personas mayores? ¿Qué cambios en la organización social, familiar, laboral y empresarial son necesarios? ¿Es lógico que la jubilación siga siendo a una edad tan joven como los 60 o 65 años? ¿Es adecuado que se produzca como una ruptura radical y completa del mundo laboral y no como un proceso gradual?… Mi impresión es que el manual de instrucciones para el uso de la jubilación está aún por escribir”.

Medios y fines

Afrontando la vida, esperando la muerte10 trata de la problemática de la jubilación. Pero no sólo de ella. En línea con el pensamiento de Cassell2,5 se plantean los grandes objetivos de la medicina del siglo XXI. Y, al hacerlo, se pone un énfasis especial en las palabras que dedica Diego Gracia11 al Informe Hastings4 en el prólogo al excelente libro de Gómez Rubí: “La tesis de este importantísimo documento es que lo que hoy está en juego en medicina no es una cuestión de ‘medios’ (means) sino de ‘fines’ (ends)”.

A lo largo del texto se analiza y define operacionalmente el concepto de sufrimiento, se señalan diferentes estrategias para su detección y evaluación, se propone un modelo de intervención para paliarlo y se sugieren caminos de investigación. También se abordan las características y necesidades psicológicas y emocionales de enfermos, familiares y profesionales sanitarios, tanto en las unidades de cuidados paliativos como en las de cuidados críticos, las residencias o en el domicilio del paciente. Podemos pensar —e incluso diseñar— un hospital sin dolor, pero no un hospital sin sufrimiento. “Los que sufren —señala Cassell— no son los cuerpos; son las personas”. En el nuevo texto que comentamos, también se ha incluido un capítulo sobre las necesidades espirituales de las personas al final de la vida.

En el transcurso del 6.º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, que tuvo lugar en San Sebastián en junio de 2006, se llevó a cabo una mesa interactiva con 175 paliativistas (la mayoría médicos y enfermeras) presentes en la sala. Algunos de los resultados que aparecieron en pantalla invitan a muchas de las reflexiones en las que incide el libro. Así, por ejemplo, dos de cada tres profesionales señalaron que existe experiencia de sufrimiento en más del 75% de los enfermos conscientes en su última semana de vida y casi el 90% señaló la responsabilidad de los profesionales sanitarios en el alivio de dicho sufrimiento, con independencia de que el mismo tenga origen en síntomas somáticos o en malestar emocional o existencial.

Tiempos de espera

He dejado para un breve comentario final el análisis del sufrimiento que engendran los tiempos de espera —de la visita del médico, de las analíticas, de los diagnósticos, del comienzo del tratamiento, de los seguimientos, del cese del dolor insoportable, etc.— en enfermos y familiares. En efecto, un informe elaborado conjuntamente por la Universidad de Harvard y la Fundació Biblioteca Josep Laporte (www.fbjoseplaporte.org), realizado en 2006 con una muestra representativa de ciudadanos adultos de la población española, revela que la gestión de los tiempos de espera es el mayor problema al que tiene que hacer frente nuestro actual sistema sanitario. En la medida en que defendamos que la curación de la enfermedad y la paliación del sufrimiento son obligaciones gemelas de la profesión médica, es lógico que, a partir de esta premisa, tratemos de averiguar qué situaciones de espera son susceptibles de producir mayor sufrimiento en el paciente y sus familiares, y qué podemos hacer para prevenirlas y/o aliviarlas.

Probablemente no se puedan disminuir algunos tiempos de espera sin poner en peligro la misma existencia de la sanidad pública, pero podemos preguntarnos: ¿existe en la actualidad una gestión óptima de ellos? ¿Hay médicos suficientes para proporcionar una atención adecuada? ¿Se procura que los equipos que atienden al enfermo sean estables? ¿Se presta atención a los profesionales “quemados”? ¿Conoce el enfermo en todo momento a quién, cuándo y cómo tiene que dirigirse para despejar con rapidez sus dudas? ¿Poseen los médicos y demás personal sanitario buenas estrategias de comunicación? ¿Tienen la sensibilidad, el tiempo y las habilidades necesarias para explorar las necesidades emocionales y espirituales de sus pacientes, y atenderlas o derivarlas? El abordaje del análisis subjetivo de los tiempos de espera en enfermos, familiares y profesionales sanitarios como generadores de sufrimiento en los primeros, constituye, tal vez, uno de los planteamientos más originales de Afrontando la vida, esperando la muerte.

Quisiera terminar este escrito con unas palabras de Martin Luther King que encierran todo un programa de vida: “Aunque supiera que mañana el mundo tiene que desaparecer, yo seguiría plantando mi manzano”.

“Probablemente no se puedan disminuir algunos tiempos de espera sin poner en peligro la misma existencia de la sanidad pública, pero podemos preguntarnos: ¿existe en la actualidad una gestión óptima de ellos?”

Bibliografía

1. Bayés, R. Psicología del sufrimiento y el dolor. Jano. 2002;162:140-1.

2. Cassell EJ.The nature of suffering and the goals of medicine. N Engl J Med. 1982;306:639-45.

3. Callahan D. Death and the research imperative. N Engl J Med. 2000;342: 654-6. 4. Fundación Grifols. Los fines de la medicina; 2005. Disponible en: www.fundaciongrifols.org.

5. Cassell EJ. The nature of suffering and the goals of medicine (2ª ed). Nueva York: Oxford University Press; 2004.

6. Arranz P, Barbero J, Barreto P, Bayés R. Intervención emocional en cuidados paliativos. 2ª ed. Barcelona: Ariel; 2005.

7. National Consensus Project. Clinical practice guidelines for quality palliative care; 2004. Disponible en: www.nationalconsensusproject.org.

8. Couceiro, A, editor. Ética en cuidados paliativos. Madrid: Triacastela; 2004.

9. Gracia, D. De nuevo la eutanasia a debate. Jano. 2005;68:1231-2.

10. Bayés, R. Afrontando la vida, esperando la muerte. Madrid: Alianza Editorial; 2006. 11.Gracia, D. Prólogo. En: Gómez Rubí JA. Ética en medicina crítica. Madrid: Triacastela; 2002.p.9-13.

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